as elecciones en Alemania dejan un panorama que se está convirtiendo en el paisaje común en los Estados de la UE: el alto fraccionamiento del mapa político parlamentario. Las mayorías absolutas brillan por su ausencia y la necesidad de alcanzar acuerdos de gobernabilidad entre fuerzas diversas se ha convertido en un síntoma de normalidad democrática. Era evidente que la marcha de Angela Merkel abriría una nueva era política y que su hiperliderazgo dejaría a su partido la CDU en extrema debilidad. Suceder a quien ha dirigido desde Berlín la política europea se preveía como una misión imposible para el candidato democristiano Armin Laschet, quien finalmente ha cosechado los peores resultados de la historia de su formación. Hasta aquí pocas sorpresas, incluso en el hecho de la victoria exigua de los socialdemócratas por los que hace escasos meses nadie hubiera apostado un euro. Previsiblemente su candidato, Olaf Scholz, será el nuevo jefe de gobierno alemán al frente de una coalición integrada por el SPD, Verdes y Liberales.
Lo verdaderamente novedoso de la futura experiencia de gobierno que se puede abrir paso en Alemania, no es solo el hecho de que tres partidos sin experiencia conjunta de coalición a nivel federal alcancen un acuerdo, sino la manera en que Verdes y Liberales han enfocado la negociación. Los líderes de ambas formaciones se llamaron la misma noche electoral y establecieron un primer acuerdo innovador: negociar primero entre el tercero y el cuarto clasificado en los comicios y, sobre la base de ese acuerdo, llamar a los dos primeros, SPD y CDU-CSU para formar gobierno. En una palabra, Annalena Baerbock, candidata Verde y Christian Lindner, el Liberal, no solo tendrán la llave del próximo gobierno, sino que sus políticas tendrán que condicionarse a su acuerdo previo. Además, ella seguramente aspira a ser vicecanciller y él a ministro de Finanzas. Con esta jugada los dos partidos se aseguran el cumplimiento de sus objetivos políticos y una presencia fuerte en el Ejecutivo. Algo que difícilmente hubieran obtenido negociando por separado con la primera o segunda fuerza del Bundestag. Juntos suman más de 12 millones de votos, mientras que el ganador, el SPD, se quedó a cien mil votos de dicha cifra, y en número de escaños, la suma de Verdes y Liberales, 210 escaños, supera en cuatro a los 206 del SPD.
Cabe esperar que una vez se pongan de acuerdo los Verdes y los Liberales, el llamado en primera instancia a negociar sea el SPD. Cierto es que los Liberales han mostrado su preferencia por una coalición Jamaica liderada por la CDU-CSU, pero su líder Laschet está siendo fuertemente cuestionado en su propia coalición por los malos resultados y podría no llegar vivo políticamente a esa cita. Conviene preguntarse cuáles serán los objetivos comunes de los Verde-Liberales en su negociación para conformar un nuevo gobierno. Los Verdes tienen una única línea roja: hacer a Alemania climáticamente neutral y conseguir que el país respete el medio ambiente, con la meta de lograr en conjunto la alternativa de futuro que pidieron los ciudadanos en los comicios. Eso supone que todos los ministerios tengan como base ese objetivo y sea la prioridad del Ejecutivo. Los Liberales, por su parte, defenderán su programa electoral basado en la prudencia fiscal, la inversión privada y el rechazo a la subida de impuestos. Y su presidente, Lindner, aspira sin tapujos a dirigir las Finanzas del nuevo Ejecutivo. Ambas formaciones coinciden en apoyar una fiscalidad sobre el carbono, basada en precios mundiales de mercado, pero que incluya un "dividendo climático" en forma de transferencia a las rentas de los ciudadanos.
Bruselas entra ahora en stand by, gestionando la agenda aprobada en la era Merkel. Pero las grandes reformas pendientes deberán esperar a conocer la composición del nuevo gobierno y sus intenciones. En Alemania hablar de política alemana, es hablar de política europea. Las consecuencias de esta nueva coalición gubernamental no serán menores para el futuro de Europa. Más velocidad en el ritmo de aplicación de la transición ecológica, como quieren los Verdes, y mayor rigor fiscal en las cuentas públicas, como defienden los Liberales, supondría para la UE un riesgo de dejar de lado la equidad y la justicia social de este cambio de paradigma. La solidaridad mostrada por Merkel con el plan de Recuperación y Resiliencia, Next Generation EU, podría encontrar escollos. Retos que seguramente les tocarán lidiar a los socialdemócratas, pero que con la nueva fórmula de acuerdo de coalición puede verse muy condicionada.