ocas profesiones son tan ignoradas, e incluso despreciadas, como las de quienes trabajan en un circo ambulante. De todo el catálogo de oficios y trabajos afectados por esta pandemia, apenas hemos escuchado menciones a malabaristas, acróbatas y otros puestos en el sector circense. Hoy hace exactamente un año que, a propósito del Día Mundial del Circo, conocimos la situación de desamparo en la que el confinamiento repentino dejó a los circos. A muchos les pilló en ruta y tuvieron que aparcar sus caravanas en tierra de nadie, de la noche a la mañana. Hoy, un año después, las restricciones de movilidad han hecho que solo 3 de los 40 circos que había en el Estado español antes de la crisis sanitaria hayan reabierto sus puertas. Según datos de la Asociación de Circos Reunidos, ello ha afectado a más de 10.000 profesionales, entre artistas y operarios. Son más de 2.500 familias. Incluso el Circo del Sol se declaró en bancarrota en junio. Despidió a 3.800 personas trabajadoras.
Ni siquiera una profesión como la circense, cuyos profesionales aceptan la vida en caravana, los desplazamientos continuos, los duros ensayos€ por vocación, puede sobrevivir indefinidamente a esta situación. Por ello, su Asociación pide apoyo a las instituciones, para que no se deje morir este arte circense, que lleva 250 años en Europa. A los adultos nos piden que no les olvidemos. Son muchos recuerdos de aquel "¿¿¿Cómo están ustedes???". Y a su público infantil solo le piden ganas de sorprenderse y el ohhhh ante la magia.
Así que será cuestión de hacer malabares con este virus que va y viene. Habrá que ensayar acrobacias con las restricciones de movilidad. El circo, aunque esté en la cuerda floja, tendrá que reinventarse. Todo sea por evitar que tengamos que reescribir la letra que cantaban los Payasos de la Tele: "Había una vez un circo€ que ya no hay".