ascarilla, hidrogel, ropa de cambio... Creo que está todo. No sé dónde poner el ánimo, que lo tengo por los suelos. Pero sí sé que cuando vea las caras a esas personitas con las que estaré este año se me pasará todo. Quizá después es más fácil de lo que pensamos. Al fin y al cabo ellas ya han visto a muchos adultos de referencia con mascarilla... Pero si ya es difícil empezar a separarte de tus aitatxos tan pequeña, hacerlo con alguien a quien no le ves la mitad de la cara... Qué duro... Espero que puedan verme la sonrisa en los ojos, que perciban que haré lo posible porque estén bien, tranquilas. Esta mierda del coronavirus nos va a dejar las emociones bailando, no te digo la pedagogía y la educación. Y parece que se han dado cuenta de pronto que tenemos gelas y gelas de veintitrés niñas para arriba, sin espacios al aire libre para correr a gusto y donde va a ser imposible aplicar el protocolo. Que yo no sé quién lo ha diseñado pero tengo claro que ni está todos los días en un cole ni es consciente de que este sistema educativo hace aguas por todos lados. Nos han dejado tiradas, con todas las exigencias y sin recursos, con las familias tan agobiadas. Y los recortes... Que este año nos quedamos sin una persona de apoyo para educación especial, sin la profe de inglés (al carajo nuestro plan de bilingüismo) y sin el apoyo de comedor por ratio, que tal y como está la cosa no creo que lo podamos ofrecer. Y a ver qué hacen los aitas y amas que curran, a tirar de abuelos, como siempre, pero ahora encima arriesgándote a mandarlos a la UCI... ¿Qué hemos hecho para que la educación importe tan poco, la conciliación importe tan poco, las niñas importen tan poco...? En marzo, la comunidad sanitaria tenía la espada de Damocles sobre su cabeza. Ahora también la tenemos nosotras. Y nosotras también haremos todo lo que podamos para esquivarla.
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