El Zinemaldia busca reivindicar la figura del cineasta Hiroshi Teshigahara (1927-2001). Para ello, durante la 71ª edición se le está dedicando una completa retrospectiva, todo un lujo para el cinéfilo, dado que por estas geografías apenas se ha podido ver una de sus cintas más conocidas, La mujer de la arena. Asimismo, el Festival Internacional de Cine de Donostia ha editado, en colaboración con la Filmoteca Vasca, una publicación sobre este realizador, que fue presentada ayer por la tarde.
Crónicas de vanguardia. Conversaciones con Hiroshi Teshigahara es un volumen escrito por Inuhiko Yomota, que en su versión en castellano ha contado con la coordinación de Quim Casas y la traducción de todo un experto en cine japonés, Daniel Aguilar.
Teshigahara, recordó Casas, perteneció a la nueva ola japonesa, pero es bastante desconocido en el sur de Europa. Trató tanto la ficción como la no ficción, pero en su filmografía –que se está proyectando completa, algo muy difícil debido a que los derechos están desperdigados– el documental nunca fue “un complemento” al resto de sus obras.
El libro se introduce en una entrevista que el realizador concedió a Yomota, también presente en la rueda de prensa. Así, comentó que Teshigahara estuvo muy influenciado por artistas españoles y que fue “el primer japonés que puso el foco de atención en Luis Buñuel”. Eso le introdujo a un universo de oportunidades que le aficionó a autores como Goya, Picasso o Gaudí, del que llegó a filmar por su cuenta un documental en 16 milímetros en Barcelona.
Siguiendo la estela de Buñuel y de otros como Von Stronheim, el japonés se adscribió a la corriente naturalista. Teshigahara pertenecía a una familia de artistas. Su padre era un reconocido vanguardista en el arte del Ikebana, la práctica nipona con la que se desarrollan esculturas mediantes flores caducas.
En su periodo universitario, influenciado por Picasso, comenzó a pintar al óleo y decidió dedicarse profesionalmente al cine.
Yomota, que le entrevistó durante varias jornadas tras repasar todas sus obras, planteó que existía una especie de rivalidad con su padre, que también era considerado un revolucionario en su tradición. Así, la filmografía del cineasta puede dividirse en dos grupos: la que filmó mientras su padre aún vivía, “mucho más artística” y en la que aborda el concepto de “desaparición”. De hecho, el propio Teshigahara estuvo desaparecido durante casi ocho años. Tras ello, retomó el gusto por rodar y comenzó a tratar el tema contrario, el de la “aparición”.
Según el experto, tras la muerte de su padre y de su hermana, ambos en 1980, el realizador tuvo que hacerse cargo de una escuela Ikebana de vanguardia, algo que, por otro lado, nunca le había interesado. Su última etapa arrancó en 1989 con Rikyu y terminó tres años después con La Princesa Goh.
En palabras de Yomota, películas como Soldado de Verano (1972) o La mujer de la arena exhiben a personajes que desaparecen o que llegan a convertirse en otras personas, como un reflejo del propio Teshigahara, que deseaba huir del peso de la tradición familiar. En cambio, cuando vuelve con sus últimos largometrajes, ya como líder de la escuela que heredó, se centra en aquello que tiene “ante sus ojos”, tal y como queda reflejado en su obra Rikyu.