Los primeros coletazos del Cazoo Baskonia en el infierno de Belgrado dejaron sensaciones muy positivas. Los azulgranas saltaron a la pista serbia dispuestos a imponer su acierto en ataque y, durante los primeros diez minutos del partido, dominaron a un Estrella Roja anestesiado, aunque, por desgracia, no lo suficiente.  

En el segundo cuarto, los pupilos del exbaskonista Dusko Ivanovic despertaron de su breve letargo y, por medio de su agresividad, provocaron un inesperado apagón en las filas de Joan Peñarroya. Algo que, cabe mencionar, coincidió con la ausencia sobre la cancha de Darius Thompson, el mejor, junto a Maik Kotsar, hasta ese momento. 

La labor defensiva de los locales, protagonizada por Facu Campazzo, no permitió al Baskonia imponer su habitual ritmo vertiginoso y, en ese momento, aparecieron los errores. Los gasteiztarras perdieron el acierto del primer cuarto y, además, sufrieron muchas más pérdidas de lo habitual, lo cual, en concreto, derivó en un duro tramo de siete minutos sin anotar.

Esos siete minutos de terror, sumados a un mal arranque, de otros cinco, del tercer cuarto, sacaron por completo de la contienda al Baskonia, que registró un parcial de 27-5 a favor del motivado Estrella Roja. Un cambio de guión excesivamente brusco que, como suele suceder en los choques a domicilio, derivó en un desenlace plano, sin opciones para los azulgranas, cada vez más empequeñecido en la caldera serbia.

Ahora bien, que los gasteiztarras apenas hiciesen acto de presencia una vez terminó el primer cuarto no solo fue mérito del conjunto de Belgrado, también tuvo mucho que ver la permisividad arbitral. Si bien es cierto que los rojiblancos defendieron de manera notable, sería injusto obviar el hecho de que su fuerza, excesiva en múltiples ocasiones, no fue ni mucho menos castigada. Buena muestra de ello es que al mencionado Campazzo, al límite en todas sus intervenciones, le pitaron su primera falta en el minuto 23 –y de igual forma sucedió con varios de sus compañeros–.  

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Esto último, como es lógico, complicó la tarea de Peñarroya, quien probó todas las alternativas habidas y por haber para tratar de darle la vuelta a la contienda. Marinkovic, Kurucs y Heidegger, además de Thompson, probaron a subir el balón, pero casi siempre se estrellaron contra el muro local.

Tampoco ayudó, por otro lado, el hecho de que Markus Howard, uno de los jugadores diferenciales, tampoco tuviera su día. El de Nueva Jersey pasó casi siempre desapercibido, lo cual siempre es una mala noticia, y cuando apareció lo hizo en su versión menos acertada. Urge recuperarle lo antes posible.