Sin imponer su ritmo, sin capacidad para elaborar el juego y apabullados por la intensidad de los defensores del Panathinaikos, los directores de juego del Cazoo Baskonia tuvieron un mal día. Horrible. Las brújulas del Baskonia estuvieron en el OAKA desnortadas.

Desconocidos todos ellos. Ni Thompson ni Henry hicieron carburar al equipo desde la dirección de juego y Howard, que está para otros menesteres, tampoco anduvo fino en esas labores. El equipo acusó su mal día. Y es que el Baskonia perdió ayer ante el Panathinaikos la friolera de 14 balones, de los cuales 12 los regalaron los tres bases de Joan Peñarroya.

Henry fue el más desacertado en este aspecto con seis pérdidas, mientras que Thompson acabó con cuatro y Howard tuvo las dos restantes. Un grave problema. Más si se tiene en cuenta que el conjunto heleno castigaba con dureza cada pérdida del cuadro gasteiztarra. Buena prueba de ello es que el conjunto ateniense había anotado 14 puntos tras las siete perdidas cometidas por el Baskonia en la primera mitad. Cada fallo fue penalizado.

Otro tanto de lo mismo sucedió en la segunda mitad, en la que el cuadro gasteiztarra perdió otros siete balones. De hecho, 23 puntos anotó tras perdida el Panathinaikos al final del partido. El lastre de las pérdidas. Demasiadas, habida cuenta de que su rival acabó con solo siete, justo la mitad. Una diferencia abismal.

Bases incapaces de generar juego, pese a que al final del partido Henry acabó con cinco asistencias y Thompson con seis. Buenos números, pero las sensaciones mostradas fueron otras. No se les vio cómodos a la hora de repartir juego y conseguir que sus compañeros estuvieran cómodos para tirar liberados.

Bien es cierto que el ritmo fue más bajo que en encuentros anteriores. Con una marcha menos. Atrapados en la tela de araña de un Panathinaikos que impidió correr al Baskonia como le gusta y que fue incapaz de jugar en transición de forma veloz y conseguir de este modo canastas fáciles con jugadores liberados a la hora de armar el brazo.

SIN DEFENSA

A todo ello hay que añadir la inexistente defensa del equipo en la segunda parte. Peñarroya se desgañitó desde la banda pidiendo más intensidad a los suyos. Costello, por ejemplo, se llevó una tremenda bronca por su debilidad para contener a los pívots rivales cuando cortaban por la zona.

No le faltaba razón al técnico catalán. Los números así lo constatan. Y es que el Baskonia encajó 38 puntos en la primera parte, mientras que recibió la friolera de 60 en la segunda (29+31). Demasiados. Con semejante panorama es difícil tener opciones de ganar un partido.

El Panathinaikos anotó con demasiada facilidad y supo hurgar en los puntos débiles de la defensa alavesa, especialmente Howard, al que Grigonis atacó una y otra vez provocando graves desequilibrios. En definitiva, un aviso para un Baskonia que sigue añorando sus sensibles ausencias en una cuerda interior huérfana de músculo. l