El sueño del Baskonia de alcanzar la final de la ACB es ya prácticamente un imposible. El conjunto azulgrana regresará a Vitoria con las manos vacías tras perder de manera clara el segundo partido contra un Real Madrid que, a pesar de sus numerosas bajas, fue aún superior que en el primer duelo de la semifinal. Superior en el rebote, en el lanzamiento, en la defensa, en el físico, en la concentración y en la toma de decisiones. Así será difícil evitar que la temporada termine el próximo martes.

El arranque del choque fue prácticamente calcado al del primero de la serie, con ambos equipos sufriendo para sumar puntos al electrónico y cometiendo errores en sus ataques. Sin embargo, entre todas esas imprecisiones, Tavares hizo valer su altura para dominar el rebote y encontrar canastas fáciles bajo el aro azulgrana, logrando 10 tantos en el primer cuarto. Tras ocho puntos seguidos del caboverdiano, que envió además a Enoch al banquillo con su segunda falta, parecía que el Real Madrid se escapaba en el marcador con el 11-4, pero con mejores defensas para evitar que llegaran balones a la zona y la calidad de Baldwin, Fontecchio y Peters, los azulgranas lograron evitar que el partido se rompiera antes de tiempo y llegaron al cierre del primer cuarto con un todavía apretado 18-15 en el marcador.

El comienzo del segundo parcial fue terrible para el Baskonia. El cuadro de Pablo Laso, que no había anotado desde el perímetro en los diez minutos iniciales, dio con la tecla del triple y encadenó un parcial de 13-0 con tres aciertos desde la línea de 6,75 metros, uno de ellos de Hanga al más puro estilo Stephen Curry, sobre la bocina y prácticamente desde el centro de la cancha. El electrónico reflejaba un 31-15 que parecía difícil de levantar, pero, aprovechando los minutos de descanso de Tavares, los de Spahija fueron capaces de realizar más incursiones en la pintura madridista y responder con un parcial de 0-11. Fue entonces cuando apareció Juan Núñez, un invitado inesperado que, para celebrar su 18º cumpleaños anotó una canasta y un triple de bella factura para volver a estirar la ventaja local, que fue de diez puntos al descanso.

CAMBIO DE PLANES

Motivado por las tres faltas de Baldwin y el pobre rendimiento de Giedraitis y Enoch en la primera parte, Spahija decidió cambiar su quinteto en la reanudación y alinear a Granger, Marinkovic, Fontecchio, Peters y Wetzell, un ajuste que no dio ningún resultado y que apenas duró dos minutos antes de que el croata devolviera al base norteamericano a la cancha. Con Tavares viviendo a placer bajo los tableros, el Real Madrid arrancó el tercer cuarto con un parcial de 10-2 que ponía ya el partido muy cuesta arriba para los azulgranas, que además vieron cómo Baldwin recibía su cuarta falta con todavía quince minutos por delante hasta el final del encuentro. Con los jugadores visitantes hundidos física y anímicamente, unos porcentajes desoladores desde el perímetro y con la inspiración de Marinkovic como único argumento ofensivo para hacer daño al conjunto blanco, los de Pablo Laso fueron poco a poco alejándose hasta llegar al cuarto decisivo con el triunfo bien amarrado (66-43).

Con tanta superioridad en cuanto a sensaciones y marcador, el último cuarto fue un mero trámite, y aun así Spahija no introdujo a su segunda unidad para dar descanso a sus principales jugadores hasta que restaban tres minutos para el final. La distancia se mantuvo en todo momento alrededor de los 20 puntos y Marinkovic siguió siendo lo único destacable de un Baskonia rendido. Pablo Laso, por su parte, aprovechó la poca relevancia de este tramo del encuentro para dar minutos a Heurtel por primera vez desde mucho tiempo, en lo que se puede interpretar más como un castigo que como un intento de que regrese a la rotación merengue. Algo parecido hizo Spahija con Baldwin, ya que mantuvo al norteamericano en cancha hasta el minuto final junto a los suplentes.

Al final, el resultado terminó siendo corto (83-71) para la enorme superioridad madridista vista sobre la cancha. La próxima cita tendrá lugar el martes a las 21.00 horas en el Buesa Arena, en un duelo en el que mucho tienen que cambiar las cosas para que no sea el último de la temporada azulgrana. El calor de la afición gasteiztarra se antoja como lo único que puede levantar a un equipo que no está siendo el mismo que el de cuartos de final.