O emerge un pequeño milagro, o el Baskonia presenciará por televisión la Copa del Rey prevista en febrero en Granada. Un golpe bajo difícil de digerir para el que, desgraciadamente, el conjunto vitoriano ha contraido todos los méritos del mundo con una trayectoria ciertamente impropia de un grande de la Liga ACB y Europa.

Y es que este desastre era la crónica de una muerte anunciada. Se veía venir desde hace semanas con el rumbo hacia ningún lugar. Ni siquiera un cambio de entrenador ha servido para renovar unas ilusiones baldías.

La triste derrota ante el Río Breogán, fraguada a partir de las postrimerías del tercer cuarto con un rendimiento ínfimo, deja al cuadro vitoriano en una situación crítica para satisfacer un objetivo que hace años era pan comido. Tan solo varios regalos concatenados del Tenerife, además de la victoria azulgrana ante el Burgos, alterarían un panorama desolador tras el enésimo rejonazo de la temporada.

En otra noche para olvidar donde únicamente quiso vivir del acierto triple, apenas lanzó quince veces de dos con un juego más propio del balonmano y nunca opuso el más mínimo rigor en los dos lados de la cancha, el Baskonia firmó el último despropósito para enterrar, casi del todo, sus esperanzas. Una eliminación, si termina concretándose, para la que no hay paños calientes porque la famélica escuadra vitoriana se desangró ante el ritmo, el hambre y el entusiasmo de un anfitrión llevado en volandas por su público.

La primera sonada decepción de una campaña que discurre por unos cauces muy desfavorables. Se impone la autocrítica profunda con un equipo sin referentes interiores, en el que su fichaje estrella (Baldwin) volvió a dar la de arena y donde otros fichajes de tronío durante el pasado mercado estival continúan a años luz de lo esperado.

El Río Breogán cargó de forma descarada el juego sobre el rocoso Mahalbasic en los compases iniciales. Pese a que el esloveno se convirtió en la principal pesadilla azulgrana amargando la existencia al, una vez más, endeble Enoch con tres canastas consecutivas, el Baskonia protagonizó en líneas generales una puesta en escena más solvente que en Andorra. Eso sí, sus desequilibrios estructurales, sus alarmantes carencias interiores y su inconsistencia como colectivo no tardaron en salir a la luz en el Pazo dos Deportes.

Musa, que tardó seis minutos en inaugurar su cosecha anotadora pero terminó siendo un puñal devastador, demostró su innata facilidad para anotar y esa no fue una buena noticia para los intereses alaveses. La rutilante estrella bosnia, un filón en manos del gran tiburón Misko Raznatovic y al que le lloverán las ofertas el próximo verano, entró en erupción en varios tramos de la velada y resultó indefendible para Giedraitis y Fontecchio.

Las ventajas iniciales en el marcador se vieron sustentadas básicamente en la precisión exterior, traducida en nueve aciertos de los quince primeros intentos desde el 6,75. Habilidoso para dar un pase de más y agarrado a una aseada circulación de balón, el Baskonia encontró numerosas vías de anotación. Por contra, su sacrificio atrás volvió a dejar bastante que desear y fue incapaz de ponerse el buzo o embarrar un partido disputado a pecho descubierto.

Tanto el vértigo como el dinamismo de los lucenses -autores de posesiones fugaces al imponer un ritmo endiablado- se le indigestaron más de la cuenta al cuadro de Spahija. El encuentro, en realidad, fue una fiesta del triple con dos equipos volcados hacia el perímetro. Un constante pim pam pum con numerosos francotiradores con sangre en los ojos, si bien el Breogán sumó infinidad de canastas fáciles debajo del aro ante la asombrosa ternura alavesa.

Tras el descanso, el partido siguió discurriendo por unos peligrosos derroteros pese a la rápida entrada del Río Breogán en el bonus. Las pequeñas rentas en el marcador a raíz de dos triples de Granger se esfumaron en un santimén en cuanto el anfitrión se activó de piernas y salió al galope. Pese a su modestia, el conjunto lucense opuso más argumentos encima de la mesa en pos de la victoria.

Tras el 57-61 establecido por Baldwin con dos tiros libres, el Baskonia sufrió una monumental pájara en las postrimerías del tercer cuarto al encajar un parcial de 12-1. Fue el preludio del desastre más absoluto y un triste descenso a los infiernos.

El Breogán se le subió a las barbas a un forastero vitoriano falto de equilibrio, también sin alma y tristemente intimidado en un escenario inflamado por la casta de sus guerreros. Ni siquiera el miedo a ganar de los locales en el epílogo brindó alguna esperanza de remontada a un Baskonia ya en manos de terceros para alcanzar el torneo programado en tierras nazaríes.