El Fuenlabrada tenía ayer un plan para tumbar al Baskonia y estuvo a punto de conseguirlo. El conjunto de Josep María Raventós tendió una trampa a los gasteiztarras con su defensa zonal, estrategia mediante la cual logró enfangar el partido y descolocar al quinteto titular azulgrana, que no fue capaz de atacar con fluidez la canasta rival. El equipo vivió de los puntos de Giedraitis en la primera parte, ya que Baldwin, más cómodo jugando en transición, sufrió para generar canastas fáciles en estático.

Los problemas se agravaron en el tercer cuarto, cuando el lituano -desesperado en su intento de frenar a Meindl-, Baldwin y Marinkovic se vieron anulados por la defensa del Fuenlabrada y el Baskonia llegó a situarse ocho puntos por debajo, con un 51-59 en el marcador. El cuadro de Ivanovic cada vez se hundía más en el barro, pero, cuando más lo necesitaba, Steven Enoch, que ya lo había hecho bien en la primera parte, se encargó de reactivar a todo el equipo con su energía. El joven pívot se cocinó dos meritorias canastas debajo del aro, que celebró con rabia y despertó tanto a sus compañeros como al pabellón.

Su recital, sin embargo, no había hecho más que empezar, ya que acto seguido entró a cancha Jayson Granger, que facilitó más si cabe la labor del interior. El capitán ejerció como tal y comenzó a construir la victoria desde una intensa defensa, para lucirse después en ataque. Con él en pista, el juego empezó a fluir y a coger velocidad, la defensa zonal del Fuenlabrada se resquebrajó y Enoch se encargó de castigar cada pequeño desajuste en la pintura. Las penetraciones de Granger hacia canasta, mejor seleccionadas que las de Baldwin, acabaron en varias ocasiones con un mate a placer de Enoch, que demostró unas excelentes condiciones físicas en ambos lados de la cancha: garra en la pelea por los rebotes defensivos y ofensivos -en total cazó nueve-, tapones, buenos bloqueos en el pick & roll con Granger, mates... Todo ello acompañado, además, de un buen repertorio de movimientos en la zona y buena muñeca, ya que no solo anotó las canastas que le sirvió en bandeja Granger, también fue capaz de encestar jugando de espaldas al aro con un buen juego de pies, y castigar desde la línea de tiros libres, alcanzando los 23 puntos. En definitiva, hizo todo lo que se puede pedir a un pívot.

Jayson Granger, que ya fue clave en el triunfo contra el Valencia Basket, volvió a dar una lección de cómo dirigir un partido y se metió al Buesa Arena en el bolsillo, alentando a las masas con canastas de mucho mérito, buenos pases y sacrificio defensivo. El uruguayo entendió a la perfección lo que necesitaba el equipo y el partido en cada momento y anotó 18 puntos como si nada. Al final, terminó jugando el último cuarto al completo y Baldwin, que todavía no logra encontrarse consigo mismo, viendo el espectáculo desde el banquillo.