Al Baskonia le ha llegado definitivamente la hora de la verdad. Esta semana puede ser la de la vuelta a la ansiada normalidad con la conquista de un pasaporte para las semifinales de la Liga ACB, el lugar que le corresponde por jerarquía y presupuesto dentro de la competición doméstica, o la de las temidas vacaciones si se confirman los peores presagios.

Hoy arrancan las series finales por el título ante un Valencia Basket al que sí o sí deberá superar una vez en la Fuente de San Luis si no quiere verse desplazado a las primeras de cambio de la posibilidad de revalidar su corona liguera. Ahora mismo parece una quimera el reto de de conducir la quinta a las vitrinas del Buesa Arena, aunque la obligación de jugadores y técnicos, al menos, radica en intentarlo y acabar dignamente una campaña que ha tenido momentos brillantes.

La cancha taronja está siendo de ingratos recuerdos en estos últimos años. Sin ir más lejos, allí quedaron sepultadas hace semanas las esperanzas de acceder al Top 8 de la Euroliga. Ahora emerge la oportunidad para el desquite ante un rival que le ha ido comiendo terreno en los últimos kilómetros de la fase regular hasta arrebatarle la cuarta posición. Haber perdido la ventaja de campo no es algo baladí teniendo en cuenta que en el feudo levantino, a diferencia de lo que sucederá en el Buesa Arena, sí se permitirá hoy la afluencia parcial de aficionados.

Con independencia de que uno sí contará con el aliento del sexto jugador en la grada y el otro no, la eliminatoria de cuartos constituye un test del más alto nivel a la hora de recuperar las virtudes extraviadas. El Baskonia post-Euroliga ha dejado de ser aquel grupo tan fiable que fue capaz de edificar grandes gestas a lo largo de la temporada. Desde entonces, tan solo ha sido capaz de ganar al Estudiantes y Gipuzkoa Basket encadenando un buen número de derrotas, casi todas ellas cortadas por el mismo patrón de la falta de contundencia atrás y la espesura ofensiva.

Entre el cansancio físico y mental de un ejercicio donde muy pocos jugadores han tirado del carro, el brote de coronavirus que ha afectado al vestuario, los típicos rumores de mercado que afectan por estas fechas a jugadores básicos del engranaje de Ivanovic (Henry, Giedraitis, Polonara...), la sensible marcha de Vildoza que ha dejado el juego exterior falto de creatividad y el esguince de tobillo de Polonara, cuyo estado físico es una incógnita, el conjunto azulgrana ha perdido su capacidad intimidatoria.

La presencia o no al máximo nivel del ala-pívot italiano condicionará sobremanera el rendimiento vitoriano a orillas del Turia. Pese al esplendor de Sedekerskis, un chico para todo que se ha convertido en un Carpanta de los rebotes, el preparador montenegrino no va sobrado en este momento de piezas desequilibrantes ni de recursos en su plantilla.

El Baskonia deberá rescatar del baúl de los recuerdos ese indomable carácter competitivo del que suele hacer gala en los grandes momentos. Enfrente le aguarda un anfitrión de gatillo fácil y con todos los puestos muy bien cubiertos que parece tener algún punto más de frescura y solidez en este tramo de la temporada.

Con un fondo de armario sensiblemente superior al de los alaveses pese a que Ponsarnau ha acortado la rotación a diez jugadores, el cuadro taronja se le ha indigestado este curso al Baskonia en su casa. En cualquier caso, ya no hay margen de error ni tiempo para lamentos.

Puede incluso que una eliminatoria tan corta al mejor de tres asaltos sea más beneficiosa en estos instantes para un maratoniano azulgrana que, al menos, ha dispuesto de una larga semana para recargar las pilas y mejorar su estado anímico. Ante un adversario que cuenta, entre sus filas, con piezas de tronío como Kalinic, Williams, Dubljevic o Prepelic, no caben los titubeos.

El estado físico de Polonara no es el ideal y ese es un problema añadido para un conjunto vitoriano con un menor fondo de armario

Ivanovic ha dispuesto de una semana para recargar las pilas de un grupo que desde el adiós a la Euroliga se ha venido abajo