- El fútbol quedó paralizado ayer sine die hasta que las autoridades del país den la pertinente luz verde, pero el baloncesto ACB mantiene viva la llama de la esperanza para retomar la competición el próximo 24 de abril. Esa fue la fecha fijada por los clubes la semana pasada en la videoconferencia celebrada por los dieciocho presidentes y las altas esferas de la competición encabezadas por Antonio Martín, que por entonces ya intuían que el estado de alarma se prolongaría otras dos semanas, en concreto hasta el 11 de abril, y no pierden la esperanza de que este mal sueño desemboque en un final feliz.
Cualquier planteamiento puede saltar por razones obvias por los aires si la pandemia del coronavirus no se contiene, pero un rayo de luz emerge desde el pasado domingo tras el casi seguro aplazamiento de los Juegos Olímpicos de Japón. La celebración de dicho evento reducía más si cabe el margen para tratar de finalizar la temporada 2019-20. La determinación tomada por el Comité Olímpico Internacional constituye un pequeño alivio para la ACB, que se había visto obligada a adelantar el cierre del curso a mediados de junio -en lugar de finales como suele ser habitual- con el fin de permitir que los numerosos jugadores convocados para el Preolímpico se incorporaran antes de tiempo a sus respectivas selecciones nacionales.
Sin Juegos a la vista casi con total seguridad, la patronal gana unas semanas preciosas para tratar de hacer realidad su objetivo de finalizar la campaña, aunque todos estos planes pueden desbaratarse si la emergencia sanitaria se prolonga y las autoridades consideran inviable que cualquier actividad deportiva se reanude ante el latente riesgo de contagio para los deportistas. Desde la ACB nadie quiere lanzar las campañas al vuelo, pero existe la percepción de que si el estado de alarma llega a su fin dentro de tres semanas, existirá el resquicio suficiente para tratar de cuadrar un calendario cada vez con menos fechas disponibles.
No en vano, la carga de partidos para clubes de élite como el Baskonia puede ser terrible entre los meses de mayo y junio dando por sentado que la Euroliga tampoco está dispuesta a dejar languidecer su temporada. Si la Liga ACB puede reanudarse a finales de abril, también habría algo de tiempo para que los equipos realicen una pequeña pretemporada y afronten dos meses finales presididos por un desmedido frenesí competitivo.
Y es que la falta de tono físico tras varias semanas sin competir pone todavía más palos en las ruedas al objetivo que se han fijado los clubes. Dado que restan once jornadas para la conclusión de la fase regular, posiblemente no habría otra solución que jugar tres partidos a la semana -siempre que el calendario de la Euroliga lo permita- y recortar los play off por el título. Cabe recordar que tan solo el cruce de cuartos de final está programado al mejor de tres partidos, mientras que las semifinales y la final constan de cinco capítulos. Pues bien, los clubes son conscientes de que este formato se antoja insostenible en la complicada disyuntiva actual.
Esta es, hoy en día, la hoja de ruta de una ACB que ayer no celebró finalmente ninguna Asamblea y ha visto despejado, en parte, el camino para tratar de finalizar la temporada más complicada de su historia. Dejando a un lado el éxito o el fracaso de este objetivo, las preocupaciones a corto plazo son otras. Porque varios clubes tratan de mitigar las enormes pérdidas económicas que este inédito parón por una causa de fuerza mayor va a provocar en las arcas.
El primero en anunciar ayer públicamente un expediente de regulación temporal de empleo fue el Estudiantes, aunque en su caso afectará de momento a la estructura del club y no la plantilla de jugadores. Al equipo colegial se le unirán en próximas fechas otros modestos que han visto mermados significativamente sus ingresos por la mayor crisis sanitaria de la historia en el país. El varapalo es de tal calibre que incluso el Barcelona ha solicitado un ajuste salarial a los integrantes de la sección de baloncesto para no ver comprometido su futuro.