- Nadie es ajeno a los efectos devastadores de la crisis global del coronavirus, entre ellos unos clubes de baloncesto cuyas pérdidas prometen ser millonarias de aquí a los próximos meses hasta que la tormenta amaine. La mayoría ya se ha puesto manos a la obra para tratar de minimizar el terrible impacto para sus arcas de una pandemia que amenaza con llevarse muchos proyectos por delante en categorías inferiores o incluso poner en jaque a los equipos más poderosos del Viejo Continente.

No en vano, todo el mundo es consciente de que se esfumarán todos los jugosos ingresos que iban a proceder de la televisión, las victorias en las competiciones, los patrocinadores, las taquillas, el merchandising... Es decir, un caos absoluto que ahora mismo nadie puede cuantificar y para el que los rectores traten de poner algún remedio.

El objetivo no es otro que ahorrar gastos y evitar que los números rojos estrangulen una tesorería dañada hasta límites insospechados. La única forma de satisfacer este objetivo es cancelar los contratos no solo de jugadores y técnicos, sino también del personal perteneciente a la administración que igualmente va a verse afectado por una crisis sin precedentes. Y todo ello sin obviar el embrollo legal por las masivas denuncias que pueden producirse por parte de agentes disconformes cuando reciban cartas de despido o notificaciones de un expediente de regulación de empleo temporal.

A nivel europeo, el Zalgiris abrió una veda que está empezando a ser seguida por otros clubes de la Euroliga. El club lituano, campeón ya en su país tras la cancelación de su torneo doméstico, decidió conceder días atrás la carta de libertad a sus extranjeros. Pues bien ayer le tocó el turno al Olympiacos, un equipo envuelto en graves turbulencias económicas a lo largo de esta temporada tras ser sancionado por la Euroliga como consecuencia del incumplimiento del fair play financiero, y el Asvel, que han permitido a sus respectivos estadounidenses retornar a su país natal.

En el Panathinaikos, por ejemplo, Rick Pitino ha abandonado Atenas para firmar un contrato de cinco años en el baloncesto universitario norteamericano -el club del trébol no cuenta ya con él-, mientras que una de sus estrellas (Fredette) ya cruzó el charco en cuanto estalló la crisis sanitaria. Con la salvedad, eso sí, de que todos ellos deberán regresar si la máxima competición se reanuda a partir del 11 de abril. Las dificultades existentes para el transporte internacional y las cuarentenas que se han impuesto en casi todos los países, eso sí, pueden complicar sobremanera el camino de vuelta.

Ya hay las primeras estimaciones por parte de algunos directivos de los clubes acerca de que las pérdidas podrían ascender a más de un millón de euros. Así lo aseguró ayer Marko Pesic, general manager del Bayern Munich. "Si calculas los ingresos en el rango de 140.000 a 150.000 euros por encuentro, rápidamente estaremos en el rango de siete dígitos", aseguró el hombre fuerte del club alemán en los despachos.