Vitoria - Ya no está Perasovic y al croata no se le puede responsabilizar del desaguisado. Visto lo visto ayer ante el San Pablo Burgos, los males del Baskonia son mucho más profundos y no se circunscriben exclusivamente a la dirección técnica. Se pensaba que la marcha del preparador de Split liberaría en el plano psicológico a una plantilla en el ojo del huracán, pero los síntomas con Berrocal en el banquillo fueron tan pésimos como en partidos precedentes. La nueva derrota en el frente doméstico, que tuvo en un caótico Henry a su principal damnificado, supone un grave paso atrás en las aspiraciones coperas de un grupo incapaz de reconducir el rumbo y tan solo puede ver la luz con fichajes de calidad.

Pese a que la jornada era propicia para poner más de un pie en el evento previsto en el Martín Carpena, el Baskonia volvió a defraudar y acabó sonrojado por un modesto que destapó todas sus vergüenzas en un final surrealista. Preso de los nervios y la responsabilidad de tener que imponer su jerarquía, el conjunto alavés dio un día más la de arena en medio de un atasco ofensivo difícil de entender.

Arrastrado al abismo por dos bases inoperantes a más no poder como Henry y Vildoza, el epílogo sintetizó lo que es hoy en día el Baskonia: un grupo sin brújula, melancólico y con unos cimientos inestables para sostenerse medianamente en pie. Berrocal también puso más palos en las ruedas con decisiones incomprensibles como quitar a Stauskas en el tramo de la verdad y mantener a un Henry desdibujado que terminó como el principal señalado de la resurrección burgalesa. Ni siquiera un triple afortunado contra tablero de Diop (72-73) alteró el decorado ante las inspiración, el buen hacer y las tablas de los hombres de Peñarroya, que tuvo en Bassas a un director cerebral, en Lima un intimidador de primer orden y encontró en McFadden y Benite a una pareja mortal de necesidad a la hora de provocar una sangría desde el 6,75.

seriedad contra caos El Baskonia jugó con fuego durante toda la velada y terminó quemándose con fuego con todo merecimiento. La tensión del partido le devoró por completo y paralizó su sistema nervioso. Todo parecía de cara al inicio del último cuarto tras un triple de Shields (64-57), pero su gestión de los minutos finales resultó nefasta. Se pegó un tiro en el pie con una calamitosa lectura del juego de unos bases atenazados y enfrente tuvo un visitante bien armado que le dio el golpe de gracia gracias a su mayor inteligencia, oficio y acierto desde la larga distancia. Los cinco triples visitantes en la recta final certificaron una nueva decepción mientras los más de 2.000 aficionados burgaleses daban rienda suelta a su felicidad en el Buesa Arena.

Sin Perasovic en la banda, el Baskonia también volvió a trasladar al exterior las mismas vibraciones de equipo sin norte, perdido sobre la cancha y sostenido por los chispazos individuales. Con un timón desesperante que transmitió una gran inseguridad desde los albores, la ingente cantidad de pérdidas volvió a ser un lastre en busca de la redención. Berrocal mantuvo el libreto del técnico croata y apenas introdujo novedades tácticas a la hora de intentar refrescar mentalmente a una plantilla con una autoestima por los suelos.

Al Burgos le bastó su disciplina táctica para colapsar un ataque local falto de espacios y que volvió a añorar tanto una buena circulación de balón como el indispensable equilibrio interior-exterior. El arreón inicial capitaneado por Stauskas careció de continuidad y pronto se sumergió el partido en una espiral de despropósitos. Lo peor estaba por llegar con un deficiente arranque de tercer cuarto que puso en franquía el encuentro para el Burgos, que se sintió agraviado por el arbitraje en varias decisiones cuando menos polémicas.

En los momentos más difíciles, Stauskas y Shields tiraron del carro con personalidad. Ambos exteriores brindaron oxígeno para permitir al Baskonia amasar unas interesantes ventajas dentro del último cuarto, pero la fulgurante aparición de McFadden impidió excesivas alegrías en las filas alavesas. El epílogo se le indigestó por completo a un anfitrión enemistado con cualquier atisbo de solidez. Donde Bassas opuso la credibilidad que merece cualquier base, Henry fue una oda a la impotencia con errores estrepitosos que dejan muy cuesta arriba el billete para la Copa.

Los defectos de siempre Salvo en tramos aislados del partido donde despertó mínimamente del letargo gracias a la inspiración anotadora de Shields y Stauskas, el Baskonia ofreció los mismos síntomas tan negativos que con Perasovic en el banquillo. El equipo vitoriano jugó con fuego y terminó quemándose con todo merecimiento.

Un epílogo caótico Las pequeñas ventajas azulgranas se vinieron abajo en unos tenebrosos minutos finales donde Henry no dio una a derechas. Por contra, el San Pablo tuvo en Bassas a un director cerebral, en Lima a un intimidador de primer nivel y en McFadden y Benite a dos artilleros inclementes que hurgaron en las miserias alavesas.

Gran aparición en la segunda parte para propiciar, junto a Stauskas, los mejores momentos del Baskonia en el partido. Como al resto, también se le echó de menos en el epílogo.