vitoria - Nadie conoce a ciencia cierta cuál es el presupuesto del Fenerbahce. Sí se sabe que Dogus, el conglomerado de empresas que le patrocina desde esta campaña, financia buena parte de su faraónico proyecto con una partida anual de 15 millones de euros. El rival baskonista sufrió el pasado verano las dolorosas salidas de sus dos grandes bastiones (Bogdan Bogdanovic y Ekpe Udoh) que le condujeron a la gloria en la Euroliga, pero con dinero siempre es más fácil reinventarse y Zeljko Obradovic vuelve a disponer de un arsenal envidiable para intentar revalidar su corona continental.

Pese a la amplitud de su plantilla, el núcleo duro en el que el laureado técnico serbio muestra una confianza ilimitada está formado únicamente por nueve jugadores. En muchos partidos continentales, la participación de los exteriores Muhammed Ali (conocido como Bobby Dixon antes de su nacionalización), Sinan Guler o Melih Mahmutoglu -uno de los dos se quedará hoy casi con total seguridad fuera de la convocatoria-, además del prometedor pívot Ahmet Duverioglu, resulta testimonial. Todos ellos sí son imprescindibles en la liga turca, donde las fuertes restricciones a la hora de alinear a jugadores locales obliga a Obradovic a prescindir de algunas piezas de relumbrón.

El preparador nacido en Cacak suele apoyarse en cinco exteriores y tres interiores, más el recurso del polivante Datome, famoso por su versatilidad y capaz de amoldarse a varios puestos en función de las necesidades del Fenerbahce para cada encuentro. En el puesto de base se reparten casi todos los minutos el cerebral Kostas Sloukas, el hombre que dejó plantado en su día al Olympiacos por no sentirse valorado económicamente, y Brad Wanamaker, reclutado este verano por Maurizio Gherardini -el conocido arquitecto en los despachos- como el fichaje estrella procedente del Darussafaka. El griego y el estadounidense, de características muy diferentes, pueden simultanear su presencia sobre la pista durante muchos minutos.

gran equilibrio El juego exterior es uno de los puntos fuertes del Fenerbahce, si bien a veces malvive por la falta de un jugador habilidoso que eche el balón al suelo y sea capaz de generarse sus propias canastas. El trío integrado por James Nunnally -que pasó en su día por el Estudiantes con más pena que gloria-, Marko Guduric y Nikola Kalinic -de nuevo a buen nivel tras el rosario de problemas físicos padecidos esta campaña- aglutina talento y poderío físico a partes iguales.

Por dentro, tampoco se distinguen aparentemente puntos débiles en un conjunto turco que casi siempre apuesta para los minutos calientes por una excelsa pareja. La integrada por Nicolo Melli y el volador Jan Vesely, el pívot que mejor se desenvuelve en las alturas de todo el concierto europeo y cuya célebre conexión con Sloukas es una de las acciones subrayadas en rojo en los sistemas de Obradovic. Por detrás del italiano y del checo, emerge la figura de Jason Thompson, un corpulento e intimidador cinco con una dilatada trayectoria en la NBA que, sin embargo, no acostumbra a marcar diferencias bajo el aro. - O. San Martín