ERLIN. - Dicen que la gloria solo es para los campeones, pero no es cierto. Ni justo. El Laboral Kutxa salió derrotado ayer de la segunda semifinal de la Final Four pero, sin duda, se hizo acreedor a un buen pedazo de esa gloria que dignifica y deja para la historia las figuras de aquellos que la buscan con denuedo poniendo en el empeño todo su corazón, cabeza, ambición y alma. Y la escuadra de Zurbano va sobrada de todas ellas. Las desborda a raudales. Además, claro está, de muchos, muchos quilates de buen baloncesto. Todo ello no le fue suficiente para poder pelear mañana por un título que continúa siéndole esquivo, pero seguro que le permite repetir batallas similares en el futuro. Ojalá que con un desenlace más feliz.
Durante muchas décadas, la ciudad de Berlín estuvo dividida por un muro de la vergüenza que se mantuvo en pie aguantando todos los golpes que de uno y otro lado recibía con el propósito de echarlo abajo. Años y años de solidez inquebrantable para sostenerse contra viento y marea. Exactamente el mismo ejercicio que llevó a cabo ayer el Baskonia en el Mercedes Benz Arena. Aunque con materiales completamente diferentes y desde luego sin que su propósito tuviera nada que ver con el de la actual cicatriz de la capital alemana, lo cierto es que el plantel de Velimir Perasovic levantó una muralla espectacular que fue capaz de no agrietarse ni tan siquiera un milímetro pese a las contínuas acometidas del Fenerbahce.
La primera, apenas tardó unos segundos en llegar. Y es que para cuando la escuadra azulgrana quiso darse cuenta de que el partido ya estaba en juego, su oponente -con mucha más experiencia en este tipo de situaciones tanto en la pista como en el banquillo- ya había olfateado su debilidad inicial y se afanaba en asestarle puñaladas sin cesar en busca de que alguna alcanzara un órgano vital dejando el duelo visto para sentencia a las primeras de cambio.
Una sensación que inevitablemente flotó en el ambiente cuando, posesión tras posesión, el cuadro turco llegaba hasta el aro sin dificultad alguna y el alavés acumulaba pérdidas incapacitado siquiera para intentar el tiro a canasta. Así, el marcador comenzó a reflejar resultados cada vez más inquietantes hasta llegar a un demoledor 13-0 que habría acabado con la resistencia de cualquiera. Cualquiera menos este Baskonia.
Este grupo de gladiadores no conoce el significado de la palabra rendición y se mantuvo impasible en pie a la espera de que amainase el vendaval. Pasaron casi tres minutos y medio hasta que Hanga, con un mate lleno de rabia que suponía una clara declaración de intenciones, borró el maldito cero del marcador azulgrana. A partir de ese momento, al equipo le tocó remar de lo lindo contra la corriente plena de fuerza del Fenerbahce. Pero en ningún momento dejó de mover los brazos.
Sostenido en ese arranque por la inspiración ofensiva de Tillie, el Baskonia se disfrazó de hormiga para, poco a poco, irle recortando terreno a su oponente. Poco le importaba que cada vez que se acercaba en el marcador los de Obradovic dieran un nuevo estirón. Él seguía a lo suyo y, mediado el segundo cuarto, logró situarse a cuatro puntos. Una distancia que volvía a abrir un partido que alguno había dado por muerto demasiado pronto.
Lejos de relajarse, el plantel de Velimir Perasovic, con Bourousis y Adams ya como grandes pilares, mantuvo el rumbo firme y apretando el acelerado logró alcanzar el descanso solo uno abajo (41-40). El paso por los vestuarios no cambió el escenario y a falta de 8.15 para el final por fin, de nuevo con canasta de Hanga, el Baskonia se puso por delante (41-42).
Desde ese momento el equilibrio fue máximo pero prácticamente siempre con la iniciativa en el juego y el marcador del lado alavés. Ya en el último cuarto, el liderazgo de Bourousis y Adams les llevó a firmar de nuevo rachas de acierto estratosférico y el Fenerbahce se convirtió por momentos en un pelele en las manos alavesas. El cronómetro avanzaba hacia el final y el Laboral Kutxa estiraba cada vez más su ventaja. Así disfrutó de la máxima (siete puntos) en dos ocasiones (55-62 tras triple de Bourousis y 59-66 con canasta de James). Solo quedaba ya poner el broche a una victoria histórico. Pero entonces, el equipo turco tiró de genialidades para seguir con vida y llevó el duelo a un agónico 72-72 a falta de 25 segundos. El Baskonia agotó la posesión y Adams buscó su particular hueco en la historia con un tiro que el aro quiso devolver cuando ya estaba dentro Ahí se acabó el partido y la vida para el equipo vitoriano. En la prórroga, ya sin aire en la cabeza y las piernas no pudo evitar que el Fenerbahce cumpliera el guión previsto para plantarse en la final. Pero el muro baskonista continuó en pie sin una sola grieta. El rival solo pudo saltarlo.
El pívot griego volvió a ejercer de líder absoluto del equipo tanto dentro de la pista como incluso cuando descansó en el banquillo. Dio todo lo que tenía dentro para llevar al grupo a la final.
Inicio pésimo. El Laboral Kutxa acusó su inexperiencia y encajó un demoledor 13-0 que hubiera sido definitivo para cualquier otro equipo pero que él consiguió remontar a base de un esfuerzo sin límite.
Fe y convicción. Pese a tener todo en contra, el equipo no se dio nunca por rendido y a base de toneladas de fe y carácter permaneció aferrado al partido siempre e incluso tuvo la victoria entre sus dedos. Solo el fatídico epílogo del último cuarto lo impidió.
Sin aire. El Baskonia llegó sin resuello físico y anímico a la prórroga y lo acusó.
El Baskonia llegó desfondado física y anímicamente al tiempo suplementario y fallar sus primeros lanzamientos terminó de hundirle. La escasez de efectivos le pasó factura y pese a que los precedentes en prórrogas le sonreían, esta vez salió cruz.
Excelente trabajo. La labor del preparador croata a lo largo de toda la temporada está siendo extraordinaria y ayer no fue una excepción. Consiguió mantener a un equipo completamente inexperto firme ante el vendaval del Fenerbahce y, después, darle argumentos para llevarlo hasta una victoria que únicamente una maldita prórroga -a lo que no se debió haber llegado- impidió.