- Conocido el implacable veredicto de Josean Querejeta, Ibon Navarro descansa estos días en la capital alavesa muy pendiente de la llamada de teléfono que certifique la confirmación de su próximo destino profesional: el Murcia. En compañía de allegados y amigos, se está dejando ver por sus céntricas calles con una sonrisa en la boca y sabedor de que su futuro se encuentra ligado al del banquillo pimentonero para la próxima temporada. Volar en solitario constituía su gran objetivo toda vez que, saboreadas las mieles de ser el máximo jefe, no quería descender un peldaño su categoría laboral recién estrenada en noviembre del año pasado cuanto asumió la capitanía azulgrana en detrimento de Marco Crespi.

Sin rencor ni malas palabras hacia el club que siempre será “mi casa”, cuya propuesta para ser ayudante las próximas tres temporadas fue desestimada el pasado viernes, el ya extécnico baskonista ha acatado con naturalidad la decisión del dirigente azulgrana de prescindir de sus servicios en favor de un sargento de hierro como Velimir Perasovic. Según desveló ayer en Radio Vitoria, el divorcio se ha gestado sin una palabra más alta que la otra y se enmarca dentro de la férrea ley de los resultados que sacrifica a tantos y tantos entrenadores cuando los resultados deportivos -en este caso, las semifinales de la ACB fijadas meses atrás por Querejeta- no se hacen realidad.

“Este club siempre se ha caracterizado por estar en el mercado, tanto de jugadores como entrenadores, por querer mejorar y por hacer proyectos importantes. No me sorprende, el nivel de exigencia es muy alto y yo entiendo que, si el club en un momento dado tiene dudas, no empiece yo el proyecto. Me parece una decisión correcta porque con dudas no se puede empezar. Cuando las cosas hubiesen ido mal, entonces habría sido complicado. No ha sido traumático, cada uno toma sus determinaciones y yo las acato. Sin compartirlas, las comprendo”, razonó.

El de Ibon Navarro no ha sido un trabajo sencillo desde que fuera promocionado por el club tras aquella hiriente derrota ante el Estrella Roja en el Buesa. Con la clasificación para la Copa del Rey y el Top 16 en claro riesgo, el vitoriano supo frenar la sangría y revitalizar las esperanzas del Baskonia en todos los frentes. Ajeno al incesante baile de altas y bajas que le obligaba a reajustar roles sobre la marcha y en manos de dos potros salvajes en la dirección que condicionaban el eléctrico baloncesto azulgrana, su trayectoria fue más que notable hasta una velada de infausto recuerdo en Málaga que truncó las esperanzas de conquistar una plaza entre la aristocracia europea.

Entre las dos derrotas acaecidas en el Martín Carpena ante el Unicaja, se intercalaron un puñado de partidos de difícil digestión que acarrearon una drástica pérdida de la confianza del presidente y el consiguiente portazo a su ilusión de mantenerse como primer espada del banquillo en Vitoria. “Han pasado demasiadas cosas y el equipo no ha sido capaz de afrontar los problemas: la incorporación de tantos jugadores, el cambio radical del estilo, el ajuste de cosas, la lesión de Bertans... A pesar de que los resultados no son los que nos hubiesen gustado a todos, el trabajo ha sido bueno. Los últimos dos meses han sido duros para nosotros y todo eso afecta”, recordó.

Navarro dejó meridianamente claro que el Laboral Kutxa de esta campaña ha debido amoldarse por obligación a las peculiaridades de sus dos bases. La irregularidad del equipo estaba justificada por el carácter imprevisible de dos piezas con una marcada vocación para hacer la guerra por su cuenta y no mirar el bien colectivo. Más para lo malo que para lo bueno, Adams y James han copado un protagonismo innecesario arrastrando al cuadro vitoriano hacia un desenlace decepcionante.

“La química del vestuario ha sido fantástica, de las mejores que he visto. Si se decía que éramos un equipo ingobernable, era más por la forma de jugar que teníamos. Estábamos condicionados por las características de nuestra plantilla. Nuestros bases eran muy anotadores y para sacarles rendimiento a cortísimo plazo, había que jugar a lo que hemos jugado. Si los hubiera tenido pronto o solo uno de los dos, habría podido domesticarles. No existía el medio plazo, ya que había que ganar partidos en diciembre para estar en la Copa y el Top 16. Nuestro baloncesto iba a posibilitar ganar partidos ante rivales mejores que nosotros y perder ante otros peores”, precisó Navarro.

Falta de paciencia Si algo resultó llamativo de su discurso fue la normalidad, el sentido común y la coherencia con que abordó la decadencia del Baskonia en las últimas temporadas. A diferencia de Querejeta, empeñado en disfrazar ciertas cosas que escapan a cualquier lógica y persistente hasta la saciedad a la hora de enfatizar que el Baskonia puede competir al más alto nivel en la ACB y la Euroliga, el vitoriano trasladó al exterior una realidad implacable. “Es normal que a la gente le cueste asimilar que tiene que dar medio paso atrás. Somos culpables todos, los medios también. Todo el mundo dice que hay que asumir que el club tiene menos presupuesto. Se asume, pero no se interioriza. Luego, nos llevamos las manos a la cabeza cuando el Baskonia pierde algunos partidos o no juega bien y no nos damos cuenta de que no somos el equipo de hace cinco años”, alertó.

En este sentido, Navarro sí lanzó una pequeña puyita a Querejeta al poner encima de la mesa un dato irrebatible. “Todos los semifinalistas de la ACB tienen el denominador común de llevar varias temporadas con el mismo núcleo de jugadores. Esto va más allá del presupuesto, concretamente con la estabilidad y con que los jugadores se sientan identificados con el club y el público se identifique con ellos. Eso se nota a la hora de jugar”, admitió. De ahí que su receta para el futuro sea más que nunca “la paciencia para que el club vuelva a ser lo que fue, dejar crecer al equipo y no criticar a las primeras de cambio”. Esas urgencias son precisamente, a su juicio, las que están lastrando al Laboral Kutxa e impidiendo que algunas de sus apuestas brinden una aportación acorde a la de su calidad. “Un jugador puede jugar muy bien lejos de Vitoria y, en cambio, bajar su rendimiento el primer año en Vitoria porque competir aquí no es fácil por el nivel de exigencia y por la presión del entorno”, advirtió.