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Vitoria - Terremoto e incendio de proporciones bíblicas en el Buesa Arena. Noviembre vuelve a ser un mes maldito para el banquillo del Baskonia, que ayer se cobró de forma fulminante la cabeza de su capataz tras el tétrico 66-86 con que se saldó la visita del Estrella Roja al Buesa Arena. Cuando no han transcurrido todavía cuatro meses desde su llegada a Vitoria como el encargado de recuperar la pujanza de un club incapaz de conseguir la estabilidad para el banquillo, Josean Querejeta retiró ayer definitivamente su confianza a un Marco Crespi que se encontraba en una posición de máxima debilidad tras los pésimos resultados que estaba firmando el equipo vitoriano en su nueva andadura.
A los pocos minutos de concluir un velada espantosa que deja al Laboral Kutxa en una posición crítica dentro de la Euroliga, Félix Fernández se personó en compañía de Ibon Navarro en la sala de prensa para confirmar una noticia que supuso una auténtica bomba de relojería. Aunque el Baskonia va dando tumbos desde el arranque de curso y su baloncesto carece de identidad, casi nadie esperaba una medida tan drástica cuando se avecina un nuevo encuentro liguero a las 48 horas ante el Gipuzkoa Basket. Sin embargo, el pésimo momento azulgrana demandaba un volantazo brusco y éste ha llegado con la salida del varesino, que ya es historia tras consumarse un divorcio gestado en unos últimos encuentros rebosantes de apatía y mal juego por parte de un grupo sin rumbo.
Ibon Navarro se hará con las riendas del equipo de forma momentánea a la espera de que fructifiquen las gestiones con algún técnico de caché que bien podría ser Fotis Katsikaris, el actual seleccionador griego y un perfecto conocedor de la ACB tras su paso por conjuntos como el Valencia o el Bilbao Basket. Se encuentra libre porque estuvo todo el verano aguardando una posible oferta del Real Madrid en el caso de que Florentino hubiese despedido a Pablo Laso. Parece una de las mejores opciones que ofrece el mercado, pero no es la única para reflotar a un Laboral Kutxa bajo mínimos que necesita una transfusión sanguínea a la hora de erigirse en un plantel competitivo.
Pérdida de confianza Como suele suceder en estos casos, la cadena ha vuelto a romperse por el lado más débil y Crespi ha pagado los platos rotos tras ser parte activa de la configuración del equipo en el mercado estival. Su conocimiento del mercado estadounidense fue determinante para que el club poblase el vestuario de jugadores procedentes del otro lado del Atlántico. Llegaron de esta forma Doron Perkins, Orlando Johnson, Colton Iverson, Ryan Gomes o DJ White en una apuesta cuando menos sorprendente que carecía de precedentes en la historia del inquilino del Buesa. A la hora de la verdad, el transalpino ha sido incapaz de ganarse la confianza de las altas esferas. Empezó a perder crédito tras la derrota en el Principado de Andorra y los acontecimientos se han precipitado con su prematura salida.
Crespi es el último entrenador que sale por la puerta de atrás de Zurbano producto de una controvertida planificación deportiva. Muchos lo verán como un calentón tras la vergonzosa derrota ante el Estrella Roja y otros como una decisión madurada en las últimas semanas ante la nula capacidad de crecimiento de un equipo plano, el técnico italiano ha sido fulminado tras haber permanecido apenas doce partidos oficiales al frente del Baskonia (6 de ACB, 5 de Euroliga y uno de Supercopa). Su bagaje es de 4 victorias y 8 derrotas, pero lo que le ha condenado definitivamente ha sido el pobre baloncesto desplegado. La nula intensidad defensiva y la falta de rigor en ataque, donde la anarquía era total y el único recurso era el lanzamiento triple, han resultado sangrantes.
El italiano cavó su tumba ante el Estrella Roja en un partido insoportable de ver para los llorosos ojos de un baskonismo melancólico que una temporada más continúa en estado depresivo ante la mediocridad de un bloque vulgar que no transmite nada. Otro escarnio que agudizó la crisis de identidad de un colectivo que se miraba al espejo y aparecía completamente deformado. Cuando los fantasmas de otro fracaso monumental en la Euroliga volvían a sobrevolar el Buesa Arena, testigo ayer de la afrenta más implacable de la presente campaña, Querejeta ha decidido cortar por lo sano. La puñalada para la autoestima endosada por un sobrio y compacto visitante serbio acrecienta las angustias continentales. Coincidiendo con el ecuador de la primera vuelta, el Laboral Kutxa camina peligrosamente sobre el alambre y se ha sumergido en un callejón oscuro.
El problema no reside del todo en los resultados, malos de solemnidad, sino en la tristeza que irradia un conjunto plano, ramplón, apático y huérfano de identidad. Lejos de atisbarse alguna señal positiva que certifique el crecimiento, el Baskonia demandaba ya algún volantazo brusco que devolviese algo de aire fresco e ilusión al vestuario. Y éste llegó con la confirmación del adiós de Crespi. Todavía queda margen para rectificar el patinazo de ayer, pero el problema reside en que la formación alavesa ha iniciado una cuesta abajo pronunciada que tuvo consecuencias imprevisibles. No se sabía cuándo iba a tocar fondo porque cada partido era peor que el anterior, las carencias eran cada vez más estremecedoras y la defensa propia de patio de colegio.
Ante la indiferencia de un Buesa Arena desértico donde ni siquiera afloran los pañuelos de la desaprobación y que únicamente la toma con Hamilton, el Baskonia se convirtió en un juguete roto en las manos de un forastero rebosante de intensidad y con las ideas bien claras para hurgar en las heridas azulgranas. El Estrella Roja se gustó frente a un anfitrión irrisorio que firmó un ridículo catastrófico. Desquiciado ante los árbitros e impotente ante un oponente que le sonrojó hasta límites insospechados.Crespi se la jugó de inicio con el controvertido Perkins en un experimento fallido pese a las ganas acreditadas por el estadounidense. Los serbios, descarados, explosivos físicamente y con ese gen ganador inconfundible, metieron el miedo en el cuerpo al Baskonia desde el inicio. La exuberante calidad atlética de sus jóvenes integrantes, que no arrugaron en ningún momento de la velada, puso al Buesa Arena al borde de la histeria colectiva. El Estrella Roja ganó por goleada la pelea física y se convirtió en el amo y señor de los tableros amparado en la colosal talla de sus exteriores. La velada fue de tal sufrimiento extremo que el Laboral Kutxa volvió a ser su peor enemigo y echó más leña al fuego de su inconsistencia. En un partido bronco y salpicado de brotes de dureza, nunca se sintió cómodo y se vio desbordado por la intensidad del combinado plavi. Hasta que a Querejeta se le terminó definitivamente la paciencia y sacó la guadaña.
Aseado papel en ataque al convertirse en el máximo anotador y la única referencia, pero una jornada más nefasta contribución defensiva. Mitrovic encontró una autopista hacia el aro.