vitoria. Hubo un tiempo dorado en que el Baskonia se permitió el lujo no sólo de tutearles sino también de mirarles por encima del hombro e incluso arrebatarles un buen número de títulos. Durante la década entre el 2000 y el 2010, años mágicos en los que el club presidido por Josean Querejeta tocó el cielo, nadó en la opulencia económica y firmó una trayectoria espectacular con cuatro apariciones consecutivas en la Final Four, tanto Real Madrid como Barcelona se vieron sistemáticamente sonrojados. Existía un equipo ubicado en una ciudad pequeña que, impulsado por una gestión modélica en materia de fichajes, el calor de una afición fiel y la presencia de una generación única de jugadores que creció de manera imparable en la capital alavesa antes de recalar en la NBA, vivió por encima de sus posibilidades reales.
Sin embargo, esa época de vacas gordas está pasando tristemente a la historia. Los dos grandes de la Liga ACB, sostenidos por la generosa chequera del fútbol, han decidido invertir como nunca en el deporte de la canasta hasta el punto de iniciar una tiranía insoportable que tiene visos de prolongarse durante mucho tiempo. Siendo evidente que el Baskonia ha sufrido los terribles rigores de la crisis viéndose desmantelado por un rival directo como el ogro culé, que cuenta en la actualidad con numerosos rostros conocidos en su roster, no es menos cierto que en las altas esferas del Buesa Arena se ha extraviado ese primoroso ojo clínico para mantener la competitividad de un equipo cada vez con más limitaciones.
Un presidente astuto como pocos que, entre otras cosas, se caracterizó por ser un pionero a la hora de explorar mercados desconocidos, abanderar la apertura de las fronteras con los denominados comunitarios B, ir uno o dos pasos por delante del resto en todas las parcelas y que, en definitiva, alteró las jerarquías del baloncesto español, no encuentra ahora la pócima del éxito para sacarse conejos de la chistera que levanten el ánimo y minimicen la abrumadora superioridad del Real Madrid y Barcelona, que han apartado a los alaveses de la pelea por el título durante los tres fatídicos últimos ejercicios.
comienzo del sufrimiento Desde aquel inolvidable escorzo de Fernando San Emeterio que posibilitó la tercera ACB de la historia, el último gran título que ha ido a parar a las vitrinas del Buesa Arena, el baskonismo asiste resignado a la dictadura de dos equipos inabordables por presupuesto y plantilla. La marcha de Tiago Splitter supuso el inicio de una época frustrante que ha sumergido al baskonismo en una especie de desencanto permanente. Los duelos directos ante blancos y culés no han hecho sino refrendar la teoría de que este Laboral Kutxa podrá aspirar, a lo sumo, a la tercera posición. Hasta un objetivo como éste que hasta hace bien poco parecía pan comido empieza a estar en tela de juicio visto el dudoso perfil de jugadores contratados por la entidad durante este verano.
De los 27 encuentros oficiales, que incluyen las cuatro competiciones (Supercopa, Liga ACB, Copa del Rey y Euroliga), los vitorianos apenas totalizan siete triunfos. Salvo el disciplinado Gran Canaria de Pedro Martínez, el inesperado verdugo durante el pasado play off por el título, siempre uno de los dos se ha interpuesto en el camino de un conjunto que ya ni siquiera da con la tecla para competir con cierta entereza. Ni los más viejos del lugar recordaban un correctivo como el acaecido en la reciente Supercopa, donde el ejercicio de inferioridad fue manifiesto a partir del segundo cuarto.
Hasta el concluyente 73-98 encajado el pasado viernes, el Baskonia siempre ha vendido muy cara su piel. En la semifinal liguera correspondiente al curso 2011-12, protagonizó una áspera lucha contra el Real Madrid que precisó de los cinco capítulos para resolverse a favor de los blancos. Durante la aciaga pasada campaña, antes de que el rendimiento del bloque cayera en picado a raíz de la eliminación en la Euroliga, el Laboral Kutxa sumó por ejemplo sendas victorias ante el Barcelona en la fase regular. Aunque las lesiones han ralentizado el crecimiento del equipo y el margen de mejora es ilimitado, el objetivo de poner hoy en día en apuros a cualquiera de los dos grandes representa poco menos que una quimera.