Vitoria. Comas fue un privilegiado por trabajar durante más de tres décadas en su gran pasión, aunque no era oro todo lo que relucía en su vida al repasar uno los terribles directos recibidos por su mandíbula durante los últimos años. La suya fue una vida marcada por una crueldad aterradora. Mientras era el técnico del Forum, su carrusel de desgracias arrancó una fatal noche de septiembre de 2003 cuando su hijo menor, Marc, perdió la vida con apenas 25 años al estrellarse la motocicleta que conducía contra unos contenedores. Una desgracia que le dejó marcado para siempre debido a la estrecha relación entre ambos. Unos meses antes, su hermano Eduard tampoco fue capaz de superar la grave enfermedad de la que estaba aquejado. Por si ello no había suficiente, El Sheriff había perdido a su madre en febrero de 2007.

Además del baloncesto, al que se dedicaba casi las 24 horas del día para tratar de minimizar el impacto de tantas tragedias concatenadas, Comas extrajo el tiempo suficiente para efectuar otras actividades. De hecho, trabajó en una empresa familiar de plásticos durante muchos años y llegó a ser piloto de rallys en una edición del Campeonato de España. También era un apasionado de la música y se convirtió en batería del grupo musical Los Britters.

Pero si algo le hizo diferenciarse del resto fue lo directo de su vocabulario, el hecho de que no dejara títere con cabeza y hablara siempre con sinceridad en un mundo donde se apela en exceso a la diplomacia y al manido discurso político. Su historial de frases célebres daría para escribir un best-seller. Es cierto que incurrió en alguna desafortunada salida de tono y que a menudo se pasó de frenada como en aquella incendiaria rueda de prensa donde insultó gravemente al poste estadounidense Demetrius Alexander cuando llevaba la batuta del Cajasol. "Es un NAF. ¿Queréis que os lo traduzca? Significa Negro Atlético Fraudulento y de mí no se va a reír más», subrayó. Lo estruendoso de aquellos dardos le obligó, eso sí, a rectificar a los pocos días. Aunque mucho sólo veían en él su mal genio, Comas tenía un corazón enorme en las distancias cortas.

Porque, además de ser pasional en todos los ámbitos, ante todo era un tipo noble que defendía a los suyos por encima de cualquiera. Posiblemente para olvidar los duros reveses que le había deparado la vida, también devoraba los paquetes de tabaco. En una entrevista, confesó que consumía hasta tres cajetillas diarias asumiendo el tremendo riesgo que esta adicción entrañaba. "El que diga que no es un droga miente. Cuesta dejar de fumar, incluso cuando estás enfermo", reveló.

Si había algo que no soportaba en la derrota era el pasotismo y la desidia de sus jugadores. Por ello, no dudaba en arremeter con virulencia contra su plantilla si creía que no lo había dado todo. «Ellos han tenido dos cojones como el caballo de Espartero y nosotros, dos aceitunitas. Hay equipos de la Liga Femenina que tienen más ovarios que nosotros», denunció tras una derrota de su equipo. Dado que en muchos de sus equipos debía lidiar con estrellas millonarias, algunas de ellas poco susceptibles de aceptar un entrenamiento espartano, Comas dejó otras perlas para el recuerdo. «Si en la Seat se trabajan ocho horas diarias, ¿por qué no podemos nosotros trabajar cinco?», les soltó a los jugadores del Barcelona en 1997. En Vitoria lo cambió por la Michelin.

Era Manel en estado puro, que también recibió sobresaltos mientras agonizaba en estas últimas semanas de vida. Hace escasas fechas, saltó a la palestra la noticia de su presunta implicación en un delito de abuso sexual a dos menores de edad durante su etapa al frente del Cajasol, unos hechos que el técnico negó con rotundidad y por los que la Fiscalía solicitaba cinco años de cárcel. Ahora ya poco le importa. Ya podrá descansar en paz tras una vida, pese a todo, rica en matices.