vitoria. La eliminatoria entre el Barcelona y el Panathinaikos empieza a trascender el ámbito meramente deportivo y ha entrado en unos peligrosos derroteros. Uno de los dos últimos campeones de la Euroliga no estará en la Final Four de Barcelona, de ahí que ambos equipos estén utilizando toda su artillería pesada, dentro y fuera de la pista, para sacar ventaja y condicionar los arbitrajes del próximo martes y jueves en el OAKA, adonde se llega con un equilibrio de fuerzas (1-1).

La polémica se desató el pasado miércoles tras la victoria del Barcelona en el duelo inaugural de la serie, en el que el cuadro de Obradovic se sintió perjudicado por las decisiones de los colegiados. Un medio heleno destapó un supuesto caso de espionaje del entrenamiento del lunes diseñado por el preparador serbio. Al parercer, el Panathinaikos descubrió que una cámara oculta con una toalla grababa dicha sesión, cuya señal además se estaba emitiendo en directo en una pantalla dentro del pabellón. Tras la denuncia helena, el club catalán pidió disculpas alegando que sólo era una cámara de seguridad.

Otro hecho reseñable que añade picante a la historia es que, el pasado miércoles, el bar del hijo del director arbitral de la Euroliga, Costas Rigas, fue incendiado en Atenas por unos desconocidos, supuestamente aficionados de la entidad del trébol. Así, al menos, lo sospecha la Policía griega, que está investigando el caso con el fin de saber si está relacionada con la eliminatoria de cuartos de final. Si el OAKA estaba predestinado a ser un infierno para el Barcelona sin que ocurrieran estos hechos, el ambiente se ha caldeado mucho más en las últimas horas.