Dice un viejo proverbio americano que "entre la locura y la cordura sólo existe una delgada línea roja". Bajo esta premisa, el cineasta Terrence Malick se adueñó de la novela de James Jones para dirigir una película bélica con un excelente plantel coral en el que, visto lo sucedido ayer en el Martín Carpena, Mirza Teletovic no hubiera desentonado en absoluto. El ala-pívot bosnio fue capaz de lo mejor y de lo peor. Desquició -sobre todo- pero también maravilló en algunas acciones durante los cuarenta minutos que estuvo sobre el parqué. Todo el partido. Dusko Ivanovic decidió conceder al capitán azulgrana todos y cada uno de los segundos de juego y no le sentó en ningún momento.

A cambio, Teletovic acabó el choque con 13 puntos pero la impertérrita sensación de que en determinadas ocasiones no le vendría mal una pequeña ración de banquillo cual niño que debe pararse a reflexionar sobre sus malas acciones. El exiguo porcentaje de acierto del cuatro nacido en Mostar habla por sí mismo. Tres triples encestados de nada menos que trece intentos (23%) y dos aciertos en las seis canastas de dos puntos que se jugó (33%). Al menos, Teletovic acompañó su desempeño en línea exterior con ocho buenos rebotes -todos defensivos- y la sapiencia suficiente para detenerse en según qué momentos y pasar a un compañero que estuviera con una mejor situación de tiro. A cambio, seguro que ayer más de un aficionado baskonista se tiró de los pelos en más de una ocasión cuando, con el reloj de posesión aún en pañales, el poste bosnio se elevaba sobre el parqué desde cualquier posición henchido de ansiedad.

"Es algo que hago siempre, aunque a veces fallo", se excusó el jugador tras el partido con media sonrisa. Pero, sin un suplente de garantías en su posición natural, no parece que el de ayer frente a Unicaja vaya a ser el último partido en el que Teletovic no tenga un solo minuto de descanso.