Esta iniciativa impulsada por la Fundación la Caixa y en la que el Hospital San Juan de Dios de Santurtzi aporta el conocimiento de una psicóloga sanitaria suma nueve meses de recorrido en cinco centros residenciales forales, Ajuria, Lakua, Txagorritxu, Zadorra y Sallurtegi, tras una trayectoria previa en el ámbito sanitario del territorio.

El apoyo prestado al equipo de cuidados paliativos de la OSI Araba en el campo de la atención psicosocial se ha trasladado ahora a un ámbito especialmente castigado por la pandemia, donde también debe atenderse a personas con enfermedades avanzadas y sus familias y en el que no solo debe entrar en juego la medicina.

"Se han afrontado muchos fallecimientos en las residencias, muchas situaciones de enfermedad límite y con gran afectación para todos", contextualiza Gómez, médico de formación y profesión.

¿Cómo va la implantación del programa en las residencias de Álava?

-Empezamos en junio del año pasado, poquito a poco, porque es una implantación progresiva dentro de los equipos de cada uno de los cinco centros residenciales, como un recurso de refuerzo a lo que ya se venía haciendo. Se ha atendido a más de 60 personas, a residentes y familiares y en procesos de acompañamiento en duelo, y se va trabajando bien, con una vocación de sostenibilidad en el tiempo. No se trata de hacer un arranque muy vertiginoso pero que luego no sea sostenible. Estamos contentos con el resultado y aspiramos a crecer y llegar al mayor número posible de personas. El arranque ya está hecho y ahora estamos intentando avanzar hacia la consolidación del proyecto.

Precisamente, este miércoles está en Vitoria para formar a los profesionales de estos centros. ¿Cuál es el objetivo de esta acción?

-La idea es formar a personal más sanitario y seguir impulsando esta iniciación del programa dentro de cada centro. Se trata de reforzar la idea de que esto es un apoyo más dentro de la actividad asistencial a la hora de acompañar en las etapas finales de la vida. Será una formación más orientada a protocolizar esta atención, a avanzar en modelos de intervención y de comunicación con las familias o en la toma de decisiones sobre el mantenimiento de los soportes vitales, por ejemplo.

¿Por qué es tan importante extender este tipo de atención a personas residentes vulnerables?

-Parece que lo físico es muy importante, y la pandemia ha puesto en primer plano que hay que aumentar la atención sanitaria en las residencias, con más medicina. Pero a veces se nos olvida que no solo somos biología, sino también biografía. Y que en esa experiencia biográfica del ser humano, toda la dimensión emocional y existencial también provoca un malestar. Hay un malestar que tiene que ver con lo más psicológico, y luego hay otro malestar que nos comentan mucho las personas mayores con ese me duele el alma. No se trata solo de aliviar la ansiedad o la tristeza, sino de acompañar en un sufrimiento. Porque corremos el riesgo de sanitarizar los entornos de cuidado, cuando lo que se trata es de humanizarlos.

Seguramente, la pandemia ha agudizado esta necesidad.

-Claro. En este tiempo se han afrontado muchos fallecimientos en las residencias, muchas situaciones de enfermedad límite y con gran afectación para todos, residentes, familiares e incluso los profesionales. Pensamos que en la atención la clave es puramente médica, pero es profundamente humana. Y la pandemia ha sido precisamente lo que ha impulsado el salto de este programa al ámbito residencial, que es diferente al de la terminalidad hospitalaria pero, a la vez, comparte muchos elementos con él.

¿Queda mucho trabajo por delante para que haya una verdadera cultura paliativa, en general?

-Euskadi ha ido por oleadas.. Hubo un momento de impulso más fuerte de los cuidados paliativos, pero luego ha sobrevenido un cierto estancamiento. El Plan de Cuidados Paliativos de la CAV terminó el año pasado y estamos a la espera de que se haga uno nuevo, porque es necesario un nuevo impulso. Es verdad que la Ley de Eutanasia ha puesto en el candelero el hecho del morir, de la muerte, pero quizá solo tocando una pequeña parte del proceso, el de la decisión de terminar. Yo también quiero una buena muerte, que sería la traducción literal de la palabra eutanasia, pero esa buena muerte requiere tanto unos buenos cuidados paliativos físicos como un buen soporte psicosocial o una buena Ley de Dependencia. Que, de alguna manera, todas esas dimensiones estén bien atendidas. En la medida en que solo se potencia una pata, nos quedamos cortos. Hay experiencias muy interesantes, como Vivir con voz propia en Álava, que tratan de crear redes comunitarias de cuidados. La cultura paliativa no depende tanto de que haya muchos profesionales, porque es un tema mucho más del entorno, de recuperar tradiciones y nuestra historia comunitaria