El gerente de la Denominación de Origen Arabako Txakolina, Josean Merino, anda estos días con un vertiginoso ritmo de trabajo, ultimando las campañas de promoción del oro líquido de los campos ayaleses, de cara a las fiestas navideñas.

Y es que esa labor, la de dar a conocer este vino blanco, sobre todo en casa, en la provincia, está ocasionando más quebraderos de cabeza que los deseados al sector. “Triunfa en el mundo y aquí no lo valoramos. Duele mucho pedir un txakoli en cualquier bar de Álava y que no tengan el de casa. No tengo nada en contra de nuestros hermanos vizcaínos y guipuzcoanos, en absoluto, pero lo lógico es que en cada provincia defendamos lo nuestro, aunque tengamos también para ofrecer el del vecino. También pasa con otros productos, no entiendo por qué somos así”, medita pesaroso.

De aquí que, en los últimos meses, los esfuerzos en esta materia se estén centrando en la provincia. Prueba de ello fue en octubre el convenio alcanzado con Kutxiko Taskeroak (asociación de bares de la calle Cuchillería de Gasteiz) por el que una treintena de establecimientos de esta céntrica vía de poteo gasteiztarra se sumaron a una campaña de defensa del txakoli alavés que, durante tres días, ayudó a aumentar la visibilidad de los vinos de las ocho bodegas que engloban la denominación de origen más pequeña, no ya del Estado, sino de Euskadi.

“Lo hecho en la Kutxi fue muy importante para estar presentes en la capital y tenemos intención de repetirlo el año próximo extendiéndolo a más zonas de Vitoria. Es crucial ser fuertes en la zona, primero, y ahí va centrado nuestro esfuerzo, que lo primero en ofrecer sean nuestros txakolis, nuestros quesos o lo que sea, y que en toda barra alavesa haya txakoli alavés. Cada día va mejor y la gente esta concienciada, pero queda mucho trabajo”, reconoce.

En la misma línea, pero en el Valle de Ayala, y de mano del ente comarcal, noviembre fue el mes de Txakoli bizi. Otra campaña de promoción de la comarca de Aiaraldea y sus productos, entre ellos sus txakolis, que dan nombre a una ruta que aspira a recuperar su certificado a finales de este año de mano de Acevin, tras perderlo en 2018, con la incorporación de nuevos alojamientos, bares, restaurantes y museos.

“Espero que se logre, es muy necesario, y me alegar saber que la Cuadrilla de Ayala, y con ella nuestras instituciones locales, apuesten por ello. Lo celebro y me alegro, porque ayuda a la comercialización. Un trabajo que se nos ha complicado hasta límites insospechados con la covid, apunta Merino, que no se amedrenta a la hora de decir que el primer reto de cara a 2022 es que “haya un compromiso y responsabilidad real, por parte de las instituciones, para superar la pandemia, y luego ya nos meteremos con los planes de comercialización, porque implican un dinero, del que ahora mismo no se dispone, porque hacen falta ingresos. Ahora mismo es muy difícil ponerse a abordar cualquier plan de gestión de cara al año próximo, porque hay muchas variables no controlables por nosotros. Todo cambia de un día para otro, y así es imposible plantear expectativas. Gestionar con esta incertidumbre es un auténtico caos”, incide.

De hecho, los proyectos de enoturismo de muchas txakolinerías están paralizados. “Algunas están ofreciendo visitas guiadas, otras comidas o similar... pero llega la norma equis y te da al traste con todo. Este sector, al igual que el hostelero, está siendo el pagano de esta situación. Parece que somos los culpables de todo, y eso ya cansa y te enfada. Muy decepcionado, la verdad, y muy desanimados, porque somos muy conscientes de todo lo que va a costar levantar”, relata, quien, con todo, no pierde la esperanza.

“A ver cómo evoluciona el tema ahora con lo del pasaporte covid y las nuevas medidas de protección y podemos empezar a trabajar con menos incertidumbre”, desea. De donde no les llegan más que alegrías es desde el mercado internacional, que esta reconociendo el trabajo de las bodegas ayalesas con un sinfín de premios a sus productos, que no solo se centran en el txakoli, sino también en licores como la ginebra o el vermú, e incluso espumosos, por citar alguno. “El cuadro se resume así: exportaciones, de cine; comercio doméstico estatal, bien; y en local, luchando”, esquematiza el gerente de Arabako Txakolina.

De hecho, según manifestó el enólogo, José Ignacio Junguitu, en la presentación de la añada de 2021, “aquellos vinos frescos, jóvenes y hasta insolentes, de las primeras añadas, han evolucionado hacia unos caldos maduros, con capacidad de envejecer, de viajar y de conquistar cualquier mercado, con repercusión internacional. Álava ya no solo tiene como referente enológico a los prestigiosos vinos de Rioja Alavesa, sino también a los txakolis ayaleses. Unos vinos que han dejado atrás la etiqueta de aperitivos, para asumir la de caldos mucho más serios que sirven para acompañar cualquier plato”.

De ello da fe la cada vez mayor demanda internacional de estos blancos. “En Estados Unidos, antes de la solución de los aranceles, bodegas como Astobiza en Okondo y Artomaña en Amurrio, ya vendían de maravilla y ahora, tras el esfuerzo realizado por Gobierno Vasco tanto en este país, como en Japón y Canadá, va excelente. Lo que antes eran paneles ahora son contenedores de barcos, los que enviamos, y con precios por botella altos”, asegura Merino.

Y es que, el estadounidense es un mercado muy amplio, al que “no solo le gustan los vinos europeos, sino también saber y nuestra ondarribi zuri les vuelve locos”, matiza, en referencia a la uva base del txakoli vasco.

Por lo que respecta al mercado canadiense, “va en la misma línea” y lo de Japón “es ya una historia aparte, porque su gastronomía hace un maridaje perfecto con nuestros txakolis”, apostilla Merino, no sin antes destacar que, pese a la covid-19 y todo lo que ha conllevado, “mantenemos nuestras cien hectáreas de viñedo y nuestras ocho bodegas”. Ahora, solo falta dejar atrás la vieja tonadilla de en casa del herrero, cuchillo de palo.