no de los sectores que trae la diversión cada verano a Vitoria volvió tras un parón de 15 meses marcado por la incertidumbre de la crisis saniaria. Tras las luces de feria y sus decibelios, hay familias que han pasado grandes dificultades para poder subsistir durante este tiempo y que, a pesar de haber llegado este año a un acuerdo con el Consistorio municipal para posibilitar su actividad económica en la ciudad, siguen sorteando diferentes baches en el camino. DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA visitó el recinto en Lakua, uno de los tres puntos que acogen las barracas hasta el próximo 30 de agosto para conocer a qué se dedicaron estos comerciantes mientras todo se paralizó por la crisis sanitaria y cómo sortean el día a día.

Sheila Do Santos es barraquera de las de toda la vida. Ha estado sumergida en este mundo de entretenimiento desde que era muy pequeña y junto a su familia son responsables del puesto de churros. Cuenta que en este duro tránsito "quien no haya tenido estudios ha tenido que buscar otras alternativas para subsistir, entre ellas la familia. Yo por ejemplo tengo formación y he estado trabajando".

Tras la prórroga concedida por el Ayuntamiento para la segunda quincena de agosto, los comerciantes acogían con optimismo la continuidad de su actividad ya que según confiesa Sheila "al principio hubo bastante gente y estábamos animados pero estos 15 días que nos han dado de más han sido muy malos para nosotros. No estamos haciendo ni para los gastos porque no hay gente, se han ido de vacaciones y lo estamos pasando muy mal".

En la misma línea, Ivan Camacho, feriante desde hace tres años y encargado de los autos de choque, explica que "este año ha ido mal porque hay poca gente, por lo tanto hay pocas ganancias. Hemos tenido que cambiar los horarios de apertura estos días porque no hay gente".

La situación no ha sido fácil y es que los feriantes han tenido que buscar la forma de sostenerse durante estos meses marcados por los confinamientos, las restricciones sanitarias y el distanciamiento social. Según Ivan, "hemos tenido ayudas y en ese tiempo hemos trabajado en el campo".

Miguel Valencia, está a cargo de las colchonetas y sigue aguardando esperanzado a que todo mejore: "Esperemos que a partir de ahora venga la gente y que se mueva el día del niño. Pero bueno, hay que estar agradecidos ya que por lo menos hemos montado". En cuanto a la situación derivada por el covid-19, Miguel confiesa que "lo hemos llevado bastante mal la verdad. Hemos estado casi un año y medio sin trabajar, menos mal que nos salió algún trabajillo de camionero. Esperamos que para el año que viene podamos volver a Mendizabala y retomar la normalidad porque, si no, fatal".

Ver la típica escena donde decenas de niños y adolescentes están aguardando la cola impacientes para montar en algunas de las atracciones de la feria, es una estampa que aún no se podrá contemplar. Y aunque faltan atracciones, puestos de comida y las casetas de tiro tradicionales, los gasteiztarras que se han quedado en la ciudad estos últimos días de agosto, siguen apoyando a este colectivo y disfrutando de las camas elásticas, los autos de choques, el tiovivo y del típico sabor de los churros.

Es el caso de Pili Argibai, vecina del barrio que opina que "la iniciativa ha sido buena, aunque hubiese sido aconsejable que en este tiempo las hubiesen rotado para que no fueran las mismas". También destaca que en temas de bioseguridad se ha respetado todo, se ha controlado el aforo y que a pesar de que todo ha ido bien, el año que viene "prefiero volver al ambiente de Mendizabala, que no tiene nada que ver con el de ahora". Olatz, su acompañante de 9 años estaba muy contenta de poder disfrutar un día más de "el saltamontes y las colchonetas" junto a su familia, aunque echa de menos "los autocars de mayores".

Estos recintos estarán instalados hasta el 30 de agosto en Salburua, Lakua y Zabalgana, día en que se acaba para ellos su temporada en Vitoria.