Ana Isabel Bravo es saxofonista de la Banda Municipal pero no encuentra ni un solo recuerdo en sus 42 años que no vincule música, trabajo y fiestas. Aprendió a tocar el saxo porque fue una afición frustrada de su padre, que además quería que ella hubiese niño, y ella, para compensarle de alguna manera, haciendo lo que él hubiese querido hacer.

Reconoce que los primeros años del Conservatorio se quemó mucho pero que "gracias a las charangas le encontré sentido a esto y tiré para adelante".

A los 12 años ya formaba parte de la charanga de la Cuadrilla de Okerrak y sus vivencias de adolescencia están vinculadas a ella, también. "Tocábamos hasta las 4 de la mañana y vivíamos la fiesta desde dentro. Hacíamos 12- 14 horas de trabajo y al final nos poníamos los hielos del cubata en los labios porque era un palizón", recuerda mientas destaca que cubrían todo el programa de fiestas: "dianas, ofrendas, paseíllos toros cuando había.. ¡todo!".

Las verbenas fueron su siguiente paso. Formó parte del Koskor Taldea y tocó muchas veces en fiestas de Vitoria-Gasteiz. "Ya no eran 14 horas, pero eran cuatro a piñón e implicaba cuidarse un poco más que lo que igual en otra edad había hecho con la charanga", relata mientras sentencia que cuando entró en la Banda Municipal ese cuidado se hizo total.

"Tienes que hacer dianas todas las mañanas, tienes que ir con tu camisa recién planchada y el jefe te pasa revista, al igual que todos tus compañeros/as. Técnica y profesionalmente, es muy exigente", sentencia.

Todas estas experiencias le llevan a decir que no ha vivido las fiestas sin trabajar y que "si algún día no tuviera que hacerlo no tengo claro si me quedaría o me iría". De todos modos, su trabajo también le permite vivir situaciones privilegiadas como "ver la bajada de Celedón desde la escalinata. Es brutal".

En el lado contrario están los toros, a los que, cuando había, tenía que ir aunque no le hiciera ninguna gracia. "Además de tocar teníamos que conocer el protocolo de la plaza, saber cuándo se podía tocar y no y lidiar con las personas que no lo sabían y encima te decían que tocaras", explica.

Si hay un día que a Ana Isabel le gusta es el 9. "Tocamos el último concierto, para mí se acaba la tensión, me voy a comer con mi familia, damos un paseo por el Casco y luego ellos se van a casa y yo, como con la Banda tocamos en la subida, aprovecho con algunos compañeros/as para hacer tiempo hasta la 1 yendo a cenar", enumera.

Este año le tocará estar en los Jardines del Palacio Zulueta del 4 al 8 a las 19.00 y luego estudiar, que la OPE para la Banda le espera. Es lo que tiene la interinidad.