os 236 metros empedrados de Goienkale -una de las arterias principales del Casco Histórico de Artziniega, la que comunica Goikoplaza con la parroquia- echaron en falta este pasado sábado la algarabía que se crea, desde hace 28 años, en el transcurso de la tradicional carrera de bombonas entre cuadrillas que congrega a todo el pueblo. No es más que un ejemplo de los muchos actos populares y participativos que ponen el punto diferencial a las fiestas patronales de este municipio, en honor a su patrona la virgen de La Encina, que hoy celebraría su día grande, pero que -como todo en estos tiempos de pandemia- han sido suspendidas, a la espera de días mejores.

"No podemos celebrar las fiestas, pero tampoco celebrar nuestra particular fiesta. No toca desempolvar el traje de cuadrilla, ni tampoco celebrar por nuestra cuenta la comida en la campa de la Encina, la cena de cuadrillas o la morcillada. Todos estamos tentados de festejar aunque sea algo, pero a lo mejor es el momento de dejarlo para otra ocasión, que la habrá, porque ese día de lo que se trata es de que estemos todos y todas", señala el alcalde, Joseba Vivanco.

Lo que sí se puede es echar la vista atrás y recordar pasadas ediciones festivas, y para eso, en Artziniega, todos los dedos señalan al vecino Mateo Lafragua pues, desde que con 13 años entrara a formar parte de la Comisión de Fiestas (hoy día tiene 65), ha ido atesorando en su memoria (y archivo personal) cada cambio en la tradición hasta llegar al programa y calendario festivo actual. "Los años 70 del siglo pasado supusieron un antes y un después. Fue cuando -en vez de unas fiestas en días separados que tenían como eje al 15 de agosto, fiesta del casco histórico, y las importantes ferias ganaderas del día de la exaltación de La Cruz y San Mateo del 14 y 21 de septiembre- se comenzó a articular un calendario festivo sin interrupciones en torno a la festividad de La Encina, pese a la resistencia de un grupo de mayores contrario a los cambios", explica.

Así fue como se mantuvieron los actos de gran arraigo del día de la patrona, con su salve, comida en las campas y posterior bajada al centro con su remojón, "primero en carros, luego en coches y, desde 1974 hasta nuestros días, a pie; para continuar con partidos de pelota y romería, hoy ya conciertos y verbenas", resume Lafragua, en torno a una jornada que se sigue considerando el día grande, aunque ha pasado a celebrarse "el sábado más cercano y posterior al 8 de septiembre", matiza.

También fue la época del surgimiento de la fanfarria de turutas de cartón Okerrak, así como de las primeras cuadrillas (hoy cerca de una veintena), integradas por jóvenes que, nacidos en su mayoría en plena posguerra y con las ansias de libertad que trajo consigo la recién estrenada democracia, tenían muchas ganas de hacer cosas y, sobre todo, divertirse. "Cada cuadrilla de fiestas estaba formada, en general, por gente que también sacó adelante nuestras asociaciones culturales y deportivas. Cada una aportaba lo que entendía (ciclismo, montaña, deporte rural, gastronomía, arte, etnografía€), y lo siguen haciendo. El Ayuntamiento comunica a la Comisión de Fiestas cual es el presupuesto, y ésta se encarga de programar todo", indica, aportando el porqué las fiestas de Artziniega están plagadas de curiosas actividades hechas por y para el pueblo.

El primer programa bilingüe llegó en 1982, año en el que comenzaron a usar el nombre de Arteniaga, en vez de la voz castellana Arceniega, "hasta que en 1986, Euskaltzaindia indicó que el nombre oficial en Euskara era Artziniega", aporta. Para las primeras verbenas y conciertos llegaron a ir hasta Iparralde para buscar a Pantxo eta Peio "no tenían forma de contactar que no fuese en persona", asegura; lo mismo les pasó con Gorka Knorr. También tenían por costumbre ir a Otxomaios de Orduña "y si nos gustaba algún grupo, le pagábamos allí mismo y les contratábamos para nuestras fiestas". Cuando le llegó el turno a Oskorri, ya habían evolucionado algo los tiempos y las bandas contaban con representante, aunque las infraestructuras de los pueblos aún dejaban mucho que desear. "¡La liamos buena!. Necesitaban más potencia eléctrica de la que había dispuesta y no dudamos en engancharles de forma directa a la red general. Nacho (de Felipe) alucinaba y nos dijo que él no se hacía responsable de aquello. La verbena se hizo y la disfrutamos sin percance alguno. Hoy día, algo así, sería impensable", recuerda.

Otra curiosidad se encuentra en sus gigantes. "Don Terencio y Doña Tomasa datan de antes de 1950 y mientras se restauraban -una labor que se dejó en manos de la famosa pintora Mari Puri Herrero, la creadora de la Mari Jaia de la Aste Nagusia bilbaína, y vinculada a Artziniega por su abuela- les sustituyeron El Gordo y El Flaco. Los cuatro siguen animando nuestras calles", apostilla, con la esperanza de que en la próxima edición festiva puedan volver a hacerlo.

Imágenes actuales de la carrera de bombonas de Goienkale, de la bajada desde La Encina al centro urbano y de una comida de jóvenes en Goikoplaza. Aparte, sobre estas líneas, fotos antiguas de las fiestas de Artziniega del archivo de Mateo Lafragua.

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