- China fue la cuna donde creció el coronavirus y se propagó en cuestión de días. Dos meses después sus ciudadanos retoman la normalidad justo en el momento en el que Euskadi y el Estado deben encerrarse en casa. Olatz Urkia, periodista y corresponsal en China, asegura que lo más duro ha sido escuchar los comentarios racistas y sinófobos tras lo ocurrido.

En China ya han pasado lo peor. ¿Qué tal se encuentran ahora?

-Estamos bien, acostumbrados ya a este estilo de vida. Tengo la sensación de que se me ha olvidado cómo era mi vida antes de que empezara todo esto: antes estaba siempre en la calle, mi casa era solo el lugar donde dormir, pero desde que volví a Pekín el 3 de febrero paso mucho tiempo aquí encerrada, como todos los demás.

¿Pero en la actualidad ya salen a la calle con normalidad?

-Ahora que la situación ha mejorado hay más gente en la calle, vuelve a haber tráfico en Beijing, no tenemos miedo de contagiarnos, ya no hay ansiedad. Pero nuestro día a día ha cambiado completamente. Por ejemplo se ha vuelto rutina la mascarilla, lavarse las manos continuamente como si tuviéramos TOC... Ir a un restaurante o a un bar se ha vuelto algo muy poco habitual. Yo vivo en la parte vieja de Beijing, donde hay muchos bares, mucha vida. Y por esta zona ahora hay un solo bar abierto, en el que como no, al entrar nos miden la temperatura, toman nuestros datos, y nos dicen que solo podemos estar a lo sumo tres personas en la misma mesa.

¿Cómo vivió el inicio del coronavirus en China?

-Yo estaba de vacaciones en San Sebastián cuando empezó a cundir el pánico. Por todas partes me llegaban noticias del coronavirus, por los medios claro, pero también por parte de amigos, vecinos... Todo el que sabía que vivo en China me hablaba solo del coronavirus, acorté las vacaciones y ETB me compró un vuelo de vuelta. Me asusté al ver que empezaban a cancelar los vuelos. Al final pude volver a Beijing y fue un shock, llegué cuando la gente estaba paranoica, la ciudad tenía un aspecto muy distópico, con las calles vacías, incluso amigos cercanos queriendo mantener la distancia al encontrarme con ellos, no ver ni un rostro sin mascarilla en días por no decir semanas, que me midieran la temperatura en todas partes...

¿Qué fue lo más duro?

-No sé, tal vez lo más duro para mí ha sido tener que escuchar comentarios racistas y sinófobos por parte de occidentales cuando veía de cerca la situación difícil que atravesaba el país. A mí no me gustan los debates, ni discutir, pero cuando la gente muestra ese racismo sutil, totalmente normalizado e inconsciente contra los chinos me siento obligada a decir algo, y he perdido mucha energía en esas discusiones sin sentido. Me ha alegrado ver también que sobre todo en Euskal Herria los medios han dado espacio al problema del racismo que ha quedado un poco más al descubierto por los miedos que surgen con el covid-19, pero se siguen haciendo comentarios que dejan clara la superioridad occidental y los estereotipos negativos contra China están muy arraigados. Cuando la sociedad china tenía que aceptar la cuarentena, el miedo al oír todos los días como aumentaba la cifra de fallecidos... Esa falta total de empatía desde fuera a mí me agota psicológicamente. Pero bueno, menos mal que mis amigos extranjeros aquí piensan como yo y rechazan la sinofobia. Ellos me dan energía para que no me afecte demasiado.

¿Cómo ha afrontado el confinamiento?

-Mucho mejor de lo que esperaba.

Han cumplido la cuarentena a rajatabla. Incluso en Vitoria la comunidad china se encerró sin ser ordenada.

-Diría que aquí la mayoría ha cumplido la cuarentena. Tengo amigos a los que el comienzo les pilló fuera de Beijing en sus ciudades natales por las celebraciones del año nuevo chino. Al volver a Beijing ya había controles en la entrada de las calles y las urbanizaciones y a la gente que volvía de otras provincias les han obligado a estar mínimo 14 días sin salir de casa. Lo han tenido que cumplir porque al tener registrado que venían de fuera la comunidad de vecinos no les proporcionaba la tarjeta necesaria para entrar en la calle hasta pasados esos 14 días, si salieran prácticamente no podrían volver a entrar.

¿En la actualidad tienen miedo?

-No, por lo menos no en Pekín. Cuando salgo a pasear con mi perrita veo a los vecinos en pijama charlando y riendo en la entrada de sus casas. Si tuviera que describir a los chinos en general, por muy sinsentido que sea meter a más de 1.000 millones de personas en un saco, diría que son positivos, pasotas, por algo el pensamiento budista insiste en que preocuparse en exceso no tiene sentido. Veo en la forma en la que aquí llevan esta situación esa mentalidad del dejarse llevar, aceptar lo que llega sin darse cabezazos contra la pared, y luego cuando todo vuelve a la normalidad disfrutarlo.

¿Qué daños colaterales ha dejado allí el coronavirus?

-Sobre todo económicos. Es increíble la cantidad de gente que se ha quedado sin trabajo porque la empresa para la que trabajaba ha tenido que cerrar. O gente que tenía un pequeño negocio y lo ha perdido estos dos meses. Un buen amigo chino por ejemplo tiene un bar al que vamos mucho, es un bar especial, el rincón de los cinéticos de Beijing. Pues está teniendo muchas dificultades porque claro, en una ciudad tan cara como Beijing pagar dos meses de alquiler sin tener ganancias es un desastre. Y claro, para todos estos bares y restaurantes la cuarentena es la perdición.

El día que China salió a la calle España se tuvo que encerrar. ¿Qué valoración hace de cómo se está actuando aquí?

-Me parece que ha costado bastante reaccionar. Hemos visto que al final en todas partes las autoridades suelen tener dificultades para aceptar que hay un problema y poca preparación para hacerle frente. Me preocupan sobre todo los sanitarios, que no tienen suficiente protección en el trabajo. Espero que las autoridades den prioridad a la seguridad de la gente en vez de hacer propaganda de lo bien preparados que están en todo. Además, creo que se han enviado mensajes contradictorios, y claro, así a la gente le cuesta más tiempo interiorizar que no pueden mantener el estilo de vida habitual. De todas formas estos últimos días sí he percibido un cambio por lo que me cuentan mis seres queridos desde allá y veo que la gente empieza a aceptar que hay que hacer cuarentena. Es normal que en un primer momento cueste procesarlo; estoy segura de que en Euskal Herria superaréis el virus.

¿Cree que hay muchas diferencias en el protocolo que se está llevando Euskadi en comparación con el vuestro?

-Tal vez aquí se han tomado medidas más radicales y de repente. Cerraron la ciudad de Wuhan el 23 de enero de repente, algo que no se ha hecho por ejemplo con Madrid. Pero también veo que cuando se trata de una situación de emergencia detalles que creíamos que no podríamos aceptar se vuelven normales, aquí en China, y también en Euskadi. Por ejemplo aquí entre amigos extranjeros últimamente hemos debatido mucho sobre las medidas draconianas que se han tomado aquí, preguntándonos si eso sería posible en occidente, en países más democráticos. Nos ofendíamos cuando nos venía la policía en la calle a decirnos que nos fuéramos a casa, decíamos que eso es posible solo aquí. Pero no es cierto, ahora en Euskadi también está la Ertzaintza diciendo a la gente que se vaya a casa en los parques, ¿no? Y me parece lo normal. En situaciones de emergencia, todo cambia, en todas partes.

¿Cuál es su opinión respecto al uso de mascarillas?

-Me choca mucho que allí insistan en que la mascarilla no es útil. Me parece que la mascarilla no es mágica, pero seguro que es más útil que no llevar nada. Útil sobre todo para no contagiar a los demás. Y teniendo en cuenta que uno puede estar infectado aunque todavía no presente síntomas, aumenta mucho el riesgo de infección el que la gente ande sin mascarilla. Creo que se insiste en repetir este mensaje simplemente porque faltan mascarillas, y quieren evitar el pánico.

¿Qué medidas nos recomienda que tomemos?

-Creo que cuantas más medidas se tomen menos se alargará todo esto. Es el momento de comportarse como si uno tuviera TOC, como si fuera un maniático de la limpieza. Dejar atrás la educación y el miedo de ofender a los demás: no tener miedo a rechazar por ejemplo un apretón de manos o un abrazo por muy cercana que sea esa persona con la que te encuentras de repente en la calle de camino al trabajo. También recomiendo que tomen medidas para evitar ser contagiados a pesar de que sean jóvenes y saludables.

Han logrado frenar al virus en menos de dos meses. ¿Cree que en menos de 60 días también quedará en un mal sueño para nosotros?

-Más que en un mal sueño quedará en una nueva experiencia. Hay que tener paciencia y tomar medidas, y luego todo pasa. Estoy segura de que todo pasará en Euskadi y pronto estaréis como si nada.

"En China se han tomado medidas más radicales. Cerraron la ciudad de Wuhan de repente, algo que no se ha hecho en Madrid"

"Creo que se insiste en repetir que la mascarilla no es importante simplemente porque faltan mascarillas y quieren evitar el pánico"

"En China se han tomado medidas más radicales. Cerraron la ciudad de Wuhan de repente, algo que no se ha hecho en Madrid"

"Creo que se insiste en repetir que la mascarilla no es importante simplemente porque faltan mascarillas y quieren evitar el pánico"