La pequeña localidad de Ilarduia, perteneciente a la Cuadrilla de Llanada Alavesa, se convirtió ayer en punto de encuentro para festejar el Carnaval rural. Un año más sus tranquilas calles se inundaron de misterio, el que dan las máscaras y el sonido de las carracas que ahuyentan los malos espíritus.

Uno de los aspectos del Carnaval es su trasgresión de las normas habituales: el hombre se viste de mujer (y viceversa), se ridiculiza a las personas importantes de la localidad, se roba en las casas, se mancha de barro las puertas con las escobas o se echa ceniza? Y en las localidades de Egino, Ilarduia y Andoin lo saben muy bien, ya que desde hace más de una década recrean estas antiguas celebraciones.

Ayer se repitió el ritual y las calles se llenaros de caperuzones cónicos sobre sus cabezas, llamativas pieles sobre sus hombros o sacos alrededor del cuerpo. Eran las vestimentas que portaba el séquito que acompañó al hombre de paja en su particular paseo entre pueblos antes de la lectura de su sentencia. Su final ya estaba escrito momentos antes de subirse a lomos del pollino sobre el que recibió la ira de vecinos y visitantes.

Un año más se demostró que los lazos culturales de las diferentes entidades de población que conforman el municipio, son más que evidentes, entre otros aspectos, en las celebraciones festivas. Desde 2007 celebran tras su recuperación los viejos Carnavales de Ilarduia, Egino y Andoin. Antes de la guerra civil estos carnavales eran independientes pero, su gran paralelismo de actos y personajes, les indujo a celebrarlos conjuntamente.

Porreros gordos Los actos dieron comienzo en Ilarduia con una comida popular para posteriormente disfrazarse. En éstos destacan los de Porreros gordos, cubiertas, ceniceros, puntillas o colores. Máscaras, pañuelos, huesos o pintura ocultan su rostro, contribuyendo los sombreros a disimular su identidad. Portan en sus manos palos, escobas, horquijas o sardas, putxikas, crines de caballo y baldes con ceniza. No faltan los instrumentos con los que producen una fuerte algarabía: cencerros, cascabeles, carracas y txipli-txaplas.

A ellos acompañaron un año más personajes curiosos como La vieja, la pareja de novios, el cura, los monaguillos, los Porreros mayores, el Quincallero, el hojalatero o los bueyes, entre otros.

Su salida dio comienzo al carnaval, la época de alegría y confusión donde los jóvenes del pueblo disfrazados de porreros, katxis o makarrenos desfilaron ataviados con ropas y enseres en desuso del caserío y aprovecharon sacos raídos, ropas viejas o sombreros desvencijados acompañados de máscaras o con la cara pintada para tomar las calles del pueblo.

El festejo se ha consolidado ya en el calendario alavés y entorno a un centenar de personas se echaron a las calle para asumir los roles de ceniceros, los gordos, las puntillas, las cubiertas, los hojalateros, el porrero o las viejas. Disfraces fieles a los de antaño.

La comitiva partió del centro del pueblo y recorrió distintas casas del pueblo donde recogieron huevos, chorizos o morcillas, entre otras viandas. La algarabía retumbaba por los cuatro costados cuando las carracas anunciaban la buena disposición de las etxekoandres.

Los bailes tradicionales sirvieron para dar las gracias a los vecinos por su generosidad y despedirse antes de partir a la cercana localidad de Egino donde, el hombre de paja, subió a un carro tirado por bueyes. Antes de partir hacia su destino final, la hoguera en Andoin, la comitiva pudo reponer fuerzas con torrijas y chocolate, todo un manjar. Al llegar a las mugas entre las localidades, el Porrero mayor de cada pueblo le entrega la makila al Porrero mayor de la siguiente localidad.

Oso de Andoin El oso de Andoin, un año más, sembró el miedo entre los más pequeños. "Se encarga de asustar a los niños que asisten al carnaval y normalmente está atado con una correa a un pastor que impide que se escape", explicaban ayer en Ilarduia. Junto a él estaban el Porrero gordo, cuya vestimenta se compone de gorro de paja, una tela o careta roja a modo de pasamontañas y un pantalón y chaqueta de tela de saco relleno de paja. Y abarcas.

En la mano portan un látigo de crin de caballo. Formó parte también del cortejo de personajes el Porrero cubierta, que vestidos con pieles de oveja hasta las rodillas, sujetados con correas, llevan un cinturón con cencerros. En la parte inferior, el típico pantalón azul marino y abarcas y en la cabeza un capirote blanco con tiras de colores que les tapan la cara, la cual se pintan de color negro, con una vara en la mano.

Pero, sin duda, el personaje más colorido del carnaval en Asparrena es el Porrero colores, que en la cabeza tiene un capirote marrón con tiras de colores de gran longitud que salen de la punta del cono. Llevan la cara tapada con una máscara de color rojo. Una blusa roja con puntos de colores, complementada con una banda de cascabeles y un cinturón componen la parte superior, mientras que en la parte inferior llevan una saya blanca. Portan carracas en la mano. Junto a ellos desfilaron otros personajes vestidos con una blusa de colores muy llamativos, con la banda de cascabeles, y pantalones granates con abarcas. En la cabeza llevan una máscara roja con un gorro de lana del mismo color que porta una crin de caballo.

Ya de noche, el grupo carnavalesco se adentró en el último pueblo, Andoin. Las antorchas se mostraron con una estela de luz a su paso. En esta última localidad el hombre de paja es condenado y ejecutado.

Alejados los males, en torno a la hoguera danzan porreros y visitantes, al son de la música. Nadie pudo redimir su condena. La sentencia estaba echada. En medio de la algarabía le encendieron la mecha y? ¡Pummm! El reo quedaba reducido a cenizas. Con su muerte desaparecerán así todos los males que han aquejado a las poblaciones consiguiendo su purificación.

Markitos regresará el 23 de febrero a las calles de la localidad de Zalduondo para revivir su ajusticiamiento y muerte después de viajar hacia su final sobre un pollino, acompañado por el cenicero que lanza ceniza, la vieja que lleva sobre su chepa al viejo o las ovejas que aportan fantasía y colorido.

La localidad de Kanpezu se acercará a las tradiciones carnavalescas de antaño el 25 de febrero y Salcedo, el día 29, poniendo así el punto final a esta antigua fiesta en la que reinan la alegría y la confusión.