vitoria - El investigador vizcaíno, que compartió sus conocimientos sobre el desarrollo de modelos preclínicos representativos del cáncer infantil, se muestra esperanzado ante el futuro de la lucha contra la enfermedad. A juicio de Montero, en ella seguirá resultando fundamental "un buen sistema de transferencia tecnológica" y el apoyo económico de la iniciativa privada. Nunca será suficiente el dinero que se dedica a la investigación contra el cáncer, pero sí que es cierto que ha habido unos años de fuerte parón en este campo. ¿La inversión se ha reactivado por fin de manera suficiente?

-En lo que se refiere a los proyectos traslacionales, estamos en franco crecimiento desde hace más de diez años. Hemos pasado de recaudar en donaciones 200.000 o 300.000 euros en el año 2010 a recaudar dos millones de euros en 2019 en el hospital Sant Joan de Déu. Esto nos indica que la gente se conciencia y que se empieza a funcionar más profesionalmente. Creemos mucho en el modelo de fundraising, la captación de fondos, porque no toda la investigación debe estar a cargo de la financiación pública. Tenemos que combinarla con mecenas privados y con el interés de las empresas farmacéuticas. Solamente así podremos llevar hasta la clínica los tratamientos de nuestros pacientes.

Defiende que el cáncer pediátrico no tiene "nada que ver" con el adulto. ¿Cuáles son los motivos?

-Esto sucede con la mayoría de los tumores. Los cánceres del adulto son un poco una consecuencia del envejecimiento de nuestro cuerpo, mientras que los pediátricos son justo lo contrario, una consecuencia del crecimiento de nuestro cuerpo y de su desarrollo normal, que a veces tiene unos errores. Por eso, los tumores más frecuentes en los niños son aquellos de los órganos que se desarrollan más durante la etapa pediátrica. Por ejemplo el de cerebro, y por eso tenemos una gran cantidad de tumores cerebrales. También afectan mucho al esqueleto, como en el caso de los sarcomas, al desarrollo del sistema nervioso -los neuroblastomas- o a la retina -retinoblastoma-. Tenemos también algunos incurables, como el glioma difuso de protuberancia, que es un tumor cerebral imposible de tratar hasta ahora. Pero poco a poco, en estos últimos diez años, hemos ido conociendo mejor a cada uno de estos enemigos, porque no se sabía muy bien contra qué estábamos actuando. Se ha hecho un trabajo excepcional a nivel internacional para encontrar nuevas dianas terapéuticas y mutaciones de ciertas proteínas.

¿Por dónde pasa el futuro de la lucha contra el cáncer?

-El futuro, insisto, está en tener unos buenos laboratorios académicos, que estén muy bien combinados con laboratorios clínicos, y con los partners biotecnológicos y farmacéuticos: Tener un buen sistema de transferencia tecnológica, con un apoyo de mecenas y fundraisers y buenas ideas. Y a partir de ahí, lanzarlas. No tenemos ninguna excusa para no seguir haciendo investigación. En Sant Joan de Déu trabajo en proyectos muy clínicos, en los que trabajamos estrechamente con oncólogos, que después aplican de manera muy valiente lo que nosotros hacemos en el laboratorio. Eso es un privilegio enorme y muy difícil de encontrar en España.

Por lo demás, ¿esperanzado?

-Sí, sin duda. Estamos en el buen camino.