viToria - Si hay un edificio que destaque en Abetxuko, ése con toda probabilidad sea el del antiguo edificio de El Ancora, que todavía alberga en su interior el molino de su antigua panificadora. Sin embargo, las cuatro plantas de este inmueble desde el año 2003 permanecen abandonadas, y sin vida, más allá de la que proporcionan sus gatos, convertidos hoy en sus nuevos inquilinos ante su estado ruinoso.

Las posibilidades que tendría este inmueble de más de 1.000 metros cuadrados, preservado por ley, no le son ajenas ni a este barrio ni al Ayuntamiento de Vitoria, que hace seis años realizó un proyecto para que la histórica molinera pudiera albergar equipamientos socioculturales. Para llevar adelante su rehabilitación, aprobó una partida de 2,5 millones.

En la asociación Uribe Nogales están esperanzados ahora con la idea de retomar su reforma y este mismo martes, en los locales del colectivo vecinal presentaron las ideas del nuevo proyecto. “En el antiguo molino la idea es dejar un espacio para talleres de inserción laboral, salón de actos y actividades para la gente del barrio, porque tenemos pocos locales en Abetxuko para ello”, explica el presidente de Uribe Nogales, Oskar González.

Paisaje muralístico La creación de un paisaje muralístico en este barrio es otro de sus deseos, al venir contemplando cómo en los últimos tiempos proliferan una serie de pintadas, grafitis “de dudoso gusto” como, por ejemplo, en el centro cívico y bajeras de la calle La Presa y Ribera. La propuesta de Uribe Nogales pasa por convenir con el Consistorio partidas económicas anuales para la decoración de sus muros. El barrio, además, cuenta con artistas, como Paco Barriga o Raúl Villota, quienes ya se han ofrecido para dejar su impronta en casas, como la de la calle Mirador, a cargo de Barriga. “A mí me pintaron en una pared, que tenía antes blanca, a una niña bielorrusa que traía en verano, con caballo y burros, y estoy muy contento. Un día un perro se puso a ladrar al gato que está pintado”, cuenta sonriendo Paco, de Mirador, 12. - A. Salazar