La de Carlos Vicente es una de las camisetas que más se ven por las calles de Vitoria-Gasteiz. El maño se ha convertido en uno de los futbolistas más queridos de la afición albiazul y siente orgullo al verse como referente de los más jóvenes.
Lleva más de un año en Primera División, ¿es la élite lo que esperaba?
Sí, creo que sí. Hay buenos jugadores en todos los equipos, superestrellas en alguno de ellos, el ritmo físico es altísimo… Ya sabemos la gente que está detrás de este deporte, y no hablo solo de trabajadores, también de aficiones. Considero que ha cumplido mis expectativas.
¿Y el Alavés lo ha hecho?
Sin duda. La mejor situación que me imaginaba es la que se ha dado, tanto a nivel de adaptación como de participar, sentirme importante, disfrutar del fútbol… Estoy encantado y muy orgulloso de la decisión que tomé.
"Estoy muy orgulloso de la decisión que tomé de venir al Alavés"
Se lo pregunté hace un año, ¿qué siente cuando juega en Mendizorroza?
Más que algo en concreto, siento que disfruto muchísimo desde que salto a calentar hasta que acaba el partido. Los tifos, la gente animando sin parar, el fondo… Es orgullo y lo veo como un premio a todo lo que he trabajado estos años. Es un placer salir, luchar por ellos y notar que, cuando no te quedan fuerzas, su aliento siempre te va a dar para una carrera más.
En poco tiempo se ha convertido en uno de los ídolos de la afición.
Tímido no soy, así que lo llevo bien. En Vitoria, además, la gente es muy respetuosa cuando me reconoce por la calle, lo cual es bastante sencillo siendo pelirrojo (ríe). Pero no sé, es una satisfacción ser importante para ellos, sobre todo para los niños. Me encanta ser un referente e intentar ayudarles.
¿Y cómo es su vida en Vitoria?
Muy tranquila, la verdad. Entreno por las mañana o por la tarde, según toque, y el resto del tiempo se lo dedico a la universidad, la familia, la consola o la lectura. No hago nada raro, mis planes son calmados y me considero muy casero.
Este curso su hermano no ha podido venir a verle tanto como el pasado, cuando jugaba en el Mirandés.
Y ha sido jodido, porque nos habíamos acostumbrado a vernos casi cada semana. Pero bueno, no es algo que no hubiéramos vivido en el pasado. Estar lejos había sido habitual en los tres años anteriores. Lo bueno es que hablamos todos los días, la Play nos ayuda a hacer más llevadera la distancia (sonríe).