El Deportivo Alavés cometió el viernes un error imperdonable. Con su rival sobre la lona –dos goles por detrás–, los babazorros pecaron de conservadores y lo pagaron caro, perdiendo dos puntos que les hubieran catapultado en la lucha por la salvación. Algo ya doloroso de por sí, pero que lo fue todavía más al suceder, de nuevo, en el epílogo. Cinco minutos, entre el 90 y el 95, le valieron a Las Palmas para rescatar un empate.
Similar a lo de Gran Canaria ocurrió en Leganés, aunque no fue tan grave, pues allí la ventaja era de solo un tanto. En ese sentido, la pregunta que se hace la afición es si era necesario echar al equipo tan atrás pudiendo haber hecho lo contrario e ir a matar el encuentro. La disposición canaria daba pie a esto último: los de Diego Martínez atacaban sin excesivo peligro y cada minuto iban dejando más y más espacios para ser castigados.
Repasando los 42 goles en contra del Alavés en lo que va de curso, puede verse que doce de ellos han sido en los epílogos –a partir del minuto 80–, lo que viene siendo un 28,5 %. Un dato que cobra mayor relevancia en el momento que se calculan los puntos que se han perdido debido a esos tantos. Y no son pocos. Muy distinta sería la situación de los albiazules en la batalla por la permanencia si hubieran amarrado todos ellos.
Observando casos concretos, las dianas de Iago Aspas (ante el Celta, J1); Sivera en propia (Rayo, J11); Sørloth (Atlético, J14); Solís (Girona, J19) y Calero (Espanyol, J25) provocaron que el Glorioso perdiera partidos en los que había llegado a la recta final con tablas. Es decir, cinco puntos por la borda. Especialmente duras fueron las derrotas ante los gironís y los periquitos, sufridas en casa y de manera imprevista. Por errores propios.
Ahora bien, más dolorosos para la clasificación fueron los goles de Dani Gomez (Valencia, J18), Munir (Leganés, J24) y los de Fábio Silva y Moleiro el viernes. Empatar un encuentro que se iba a ganar supone perder dos puntos, lo cual deja una sensación muy amarga. En los tres casos, el Alavés completó una actuación bastante seria, pero no fue capaz de darle continuidad durante los más de 90 minutos. Y eso en Primera se paga.
Del mismo modo, Sivera también tuvo que ver cómo perforaban su meta en el epílogo Lukebakio (Sevilla, J6) y Parejo y Comesaña (Villarreal, J13). La diferencia es que ninguno de esos goles tuvo relevancia directa en el desenlace de la contienda, tanto para bien como para mal. El Glorioso fue capaz de aguantar a los hispalenses en el Paseo de Cervantes (2-1) y solo hicieron que sentenciarle los dos encajados en La Cerámica (3-0).
SÉPTIMO CON 38 PUNTOS
Con esos hipotéticos once puntos más en su casillero, que no son moco de pavo, el Alavés estaría prácticamente salvado. Tendría 38 y estaría séptimo, peleando por posiciones europeas y, justamente, otros once por encima de los puestos de descenso. Un escenario inmejorable, pero que hoy es una utopía para el club gasteiztarra. No se puede pretender pelear por cotas más altas si no hay estabilidad sobre el terreno de juego.
Mejorar en los epílogos es, por tanto, uno de los puntos a mejorar del conjunto albiazul en las diez jornadas que le restan por jugar. Ahí entra en juego la experiencia o valentía para, en momentos de tensión, mantener la cabeza fría y no cometer errores. La figura del entrenador también influye en ello, pues los cambios, más allá de dar refresco, mandan mensajes al césped. Y ese, en Gran Canaria, fue poner el autobús.
A favor, por cierto, también ha marcado algún gol el Alavés en los minutos finales. Han sido seis, en concreto. Y solo la mitad, los de Kike García en el Benito Villamarín y el de Carlos Vicente contra el Leganés en casa, sirvieron realmente para algo. Los del Santiago Bernabéu (Kike y Protesoni) o el Real Valladolid en el Paseo de Cervantes (Kike) no influyeron en el resultado.