El descenso de categoría del Alavés ya es una realidad tras la triste derrota sufrida en Levante. En una campaña en la que el club afincado en el Paseo de Cervantes ha sido incapaz de lograr su principal objetivo, los peores presagios se han hecho realidad y el equipo ha purgado los muchos pecados de una mala planificación deportiva en los despachos.

La campaña 2021-22, desde el inicio, no ha sido más que la consecución de los dos últimos cursos en los que el Alavésy acabó logrando la salvación prácticamente sobre la bocina. La sospechosa confección de la plantilla durante el mercado estival fue el principal motivo por el que el conjunto babazorro no ha estado a la altura de las exigencias. En este sentido, es evidente que no se ha acertado ni con el relevo generacional de los futbolistas más veteranos ni con los nuevos nombres que debían dar un plus en Vitoria y demostrar así su valía para jugar en la máxima categoría.

Ni siquiera en la pretemporada se respiró la tranquilidad que el club necesitaba para forjar las bases de un proyecto sólido ante el culebrón con Joselu, quien se quedó en Vitoria en contra de su voluntad tras la insuficiente oferta del Sevilla. Pese a la continuidad que se le dio a Javi Calleja, más que merecida al haber salvado al Alavés a falta de una jornada, el técnico madrileño no pudo brillar en su segundo curso en el banquillo de Mendizorroza. Su cese, más que propiciar la reacción del equipo, lo debilitó todavía más, si bien la inercia por entonces ya era muy negativa y la eliminación en la Copa del Rey a manos del Linares constituyó el mejor ejemplo de ello.

El Alavés no ha sido un equipo equilibrado línea por línea y sus carencias han saltado a la vista. La retaguardia ha demostrado ser una de las más endebles de toda la categoría y, por ello, el cuadro babazorro ha salido damnificado de cada embestida rival. Después, las pobres prestaciones del Glorioso en tareas ofensivas evidenciaron una dependencia más que preocupante sobre Joselu. El resto de atacantes, salvo Rioja en alguna fase del curso, han resultado intrascendentes, bien como asistentes bien como goleadores.

Dudas desde el arranque

El inicio de temporada ya fue muy adverso. Con cinco derrotas consecutivas desde que el balón echó a rodar en el estreno ante el Real Madrid, el Glorioso se colocó en los puestos de descenso a las primeras de cambio. En los primeros cinco enfrentamientos ligueros, el Alavés tan solo anotó un gol, lo que fue un síntoma de la dependencia sobre el gallego y de la falta de amenaza de los jugadores de la zona ofensiva.

No fue hasta el 25 de septiembre cuando llegó la primera victoria del curso con Calleja en la cuerda floja. Ante su público y contra el vigente campeón de liga, el Alavés pareció dar con el ansiado punto de inflexión en la visita del Atlético. Sin embargo, esos tres primeros puntos y la solvente puesta en escena no fueron más que un espejismo. Posteriormente, llegó la derrota frente al Athletic en San Mamés y otra contra el Betis en casa, dos duros golpes ante los que había que reaccionar de cualquier manera.

Y así fue. Entre los meses de octubre y noviembre el Alavés dio un paso al frente y ofreció su mejor cara. Calleja encontró la fórmula correcta y logró hacerse con 11 puntos de 15 posibles. Allí llegó también la única victoria lejos de casa, que tuvo lugar ante el Cádiz en un encuentro donde el Glorioso se mantuvo firme y apenas concedió ocasiones. El cuadro babazorro quería retomar el pulso a la competición e incluso logró dos empates meritorios en el Camp Nou y en el Sánchez Pizjuán.

Después del viaje a Sevilla llegó un parón de selecciones que afectó de lleno a la progresión del equipo. El Alavés, en aquel momento, estaba en una dinámica ascendente y esas semanas sin competición no potenciaron a la escuadra babazorra. El plantel gasteiztarra encadenó seis partidos sin conocer la victoria y la paciencia por parte de la directiva llegó a su fin.

Sin reacción con Mendilibar

La solución para cambiar el rumbo de los acontecimientos a finales de diciembre fue el despido de Calleja. Al margen de la elección de Mendilibar como recambio, la creencia generalizada era que la plantilla necesitaba una sacudida con fichajes de cierto empaque. Llegaron entonces Jason, Escalante, Tenaglia y, sobre la bocina, Manu Vallejo.

El paso del técnico de Zaldibar fue decepcionante. No dio con la tecla en ningún momento y quedó muy marcado tras la derrota en casa ante el Granada después del polémico cambio de Joselu, al que también había retirado ante el Elche con 1-1. Su etapa en Vitoria concluyó con siete puntos de 36. Pese a los dos empates iniciales ante la Real Sociedad y el Athletic, el Glorioso apenas mejoró bajo el mando del vizcaíno. Las actuaciones del Alavés con Mendi fueron más bien paupérrimas y los problemas se agudizaron. Sin ideas en ataque y con claras flaquezas en defensa, el equipo no dejó de bajar puestos en la clasificación hasta situarse como colista.

El último volantazo

El paupérrimo bagaje de puntos y la condición de farolillo rojo se quisieron remediar con una nueva destitución. El enésimo cambio en el timón para un proyecto donde muchos dedos ya apuntaban a Sergio Fernández. A falta de ocho jornadas para el final de temporada, se produjo el desembarco de Julio Velázquez, el entrenador “milagro” que se perseguía a la desesperada desde la dirección deportiva con el fin de salvar los muebles por tercer año consecutivo.

El técnico salmantino aterrizó en Vitoria con un espíritu de optimismo y convencido de que la permanencia se podría lograr. De entrada pareció contagiar su personalidad a un vestuario necesitado de estímulos y su primer triunfo llegó en el segundo partido como técnico del Alavés. La segunda mitad ante el Rayo fue una de las más completas de la temporada y se recuperó para la causa a futbolistas diferenciales como, por ejemplo, Manu García.

Pero la prueba de fuego llegó en Mallorca, una final anticipada por la permanencia y en la que el Glorioso tan solo podía ganar. Era, además, la asignatura pendiente de obtener una victoria lejos de Mendizorroza y dar un golpe sobre la mesa. Pero no fue así. En los primeros minutos Lejeune vio cómo su gol era invalidado tras un córner y a raíz de ello llegó el hundimiento. El conjunto bermellón se mostró más solvente mentalmente y los pupilos de Velázquez se quedaron a las puertas del empate. Un nuevo revés para las esperanzas como preludio de otro borrón muy feo en Vigo, donde al alavesismo le tocó digerir una de las actuaciones más tristes de la historia moderna.

Pese a que la parroquia albiazul no quiso hacer otra cosa que agarrarse a un clavo ardiendo, la suerte ya estaba echada. Ahora, una vez que el descenso es la cruda realidad a la que se enfrenta el Alavés, toca rumiar las duras consecuencias que implica haber caído al abismo y edificar un proyecto ambicioso que permita al club babazorro regresar al lugar donde se merece. Se acaba un viaje precioso de seis temporadas consecutivas en la élite del fútbol estatal, pero todos los estamentos de la entidad así como una afición de Primera confían en estar pronto de vuelta.