Apenas un suspiro. Eso es lo que le ha durado al Glorioso la ilusión de dejar atrás la pesadilla en la que se ha convertido para él este inicio de temporada. El derbi ante el Athletic le hizo reencontrarse ayer con su dura realidad tras volver a incidir en los errores defensivos que le han condenado hasta ahora y le situó de bruces otra vez ante el complicado panorama que tiene por delante. Porque si no es capaz de detener esta sangría el camino se tornará intransitable.
Apenas pudo disfrutar el Alavés de la tranquilidad obtenida gracias al triunfo sumado el pasado sábado en Mendizorroza. Y es que el Athletic saltó al césped de San Mamés pisando a fondo el acelerador para tratar de inclinar el duelo a su favor a las primeras de cambio. Una intensidad con la que sometió claramente a un Glorioso incapaz de cortar sus rápidas circulaciones. Así encerró a los de Calleja en su propia área y apretó con varios saques de esquina seguidos. En uno de ellos el vitoriano Vivian cabeceó solo en el segundo palo y la pelota rebotó en el codo de Ximo Navarro, que había saltado con ambos brazos abiertos. Tras la preceptiva consulta al VAR, el colegiado Del Cerro Grande señaló el punto de penalti.
Apenas se habían consumido los cuatro primeros minutos de la contienda cuando se consumó la infracción y las renovadas ilusiones albiazules amenazaban con desmoronarse como un castillo de naipes. Sin embargo, Fernando Pacheco acudió una vez más al rescate del Alavés desviando el lanzamiento desde los once metros de Raúl García.
Se encontró de este modo el conjunto gasteiztarra con una segunda vida que, no obstante, tampoco aprovechó. Porque, lejos de rehacerse, continuó permitiendo al Athletic desarrollar su plan casi a placer. El balón apenas pasaba por las botas albiazules y el cuadro local cada vez pisaba con más frecuencia -y peligro- el área de Pacheco. De esta manera, el extremeño enlazó entre el minuto 29 y el 31 tres intervenciones sobresalientes para mantener las tablas en el marcador.
Primero en un remate de cabeza de Muniain solo en el área pequeña a centro de Lekue, después saliendo a cortar una internada muy clara de Iñaki Williams y de nuevo para desbaratar otro remate de Vivian en un saque de esquina. Pero tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe y eso le terminó sucediendo al Glorioso al filo del descanso.
Curiosamente cuando el equipo vitoriano había logrado equilibrar un poco la balanza del juego y había disfrutado de su mejor ocasión en un cabezazo solo de Miazga en el que el estadounidense pecó de inocente, llegó el jarro de agua fría. En el enésimo balón colgado rojiblanco que superó a la defensa, Lekue puso en bandeja un caramelo a Raúl García que el navarro no desperdició en el segundo palo. Aprovechando el despiste de Loum, que no le siguió, solo tuvo que poner la cabeza para superar a un Pacheco que no pudo hacer nada.
Era el minuto 43 y ese tanto echó por tierra todo el trabajo de resistencia llevado a cabo hasta entronces por el Alavés. El paso por los vestuarios tampoco sirvió para que el plantel de Javi Calleja reaccionase. El técnico madrileño dio entrada a Joselu por Sylla en el intermedio pero el gallego se encuentra muy lejos de su mejor versión y pasó prácticamente inadvertido por el derbi.
El regreso al terreno de juego, de hecho, propició un nuevo arreón del Athletic. Al igual que en el arranque del duelo, encerró a los albiazules a base de intensidad y llevó la contienda al terreno que más le covenía. De nuevo merodeó la portería de Pachecho, especialmente en acciones de estrategia, y estuvo cerca de hacer el segundo.
No lo consiguió, sin embargo, y eso permitió al Alavés continuar respirando y soñando con la remontada. Conforme su oponente perdió algo de fuelle consiguió tener algo más de control de la pelota y, al menos, obligar a la escuadra de Marcekino a recular. La producción ofensiva de este Glorioso, en cualquier caso, sigue siendo extremadamente limitada, y lo más que logró fue forzar varios saques de esquina a los que no fue capaz de extraer rendimiento. Ni siquiera en el arreón de los instantes finales pudo inquietar apenas a Unai Simón. Y, finalmente, se consumó la derrota que devolvió al equipo vitoriano a su dura realidad.