- La idea de juego del Deportivo Alavés en los últimos años siempre ha sido muy clara: conceder poco atrás y aprovecharse del juego directo para crear peligro en área rival. La primera de las condiciones, en mayor o menor medida -y si se obvian los enfrentamientos contra los rivales de la zona alta de la tabla- se ha cumplido con el retorno de Abelardo Fernández al Glorioso, que, en los tres enfrentamientos contra equipos con el mismo objetivo (Getafe, Valladolid y Osasuna), únicamente ha encajado un gol.No obstante, la otra mitad de la ecuación -esa que permite llevar a cabo el tan arraigado unocerismo-más allá de no mejorar, parece que está dando pasos hacia atrás.
El derbi frente al conjunto navarro, aunque el Pitu le quisiera restar importancia a lo largo de la semana, era una final y, sobre el césped de Mendizorroza, no se vio a un equipo preparado ofensivamente para ganar un partido tan trascendental. Aparte de la falta de mordiente, intensidad y velocidad en ataque, que también brilló por su ausencia, lo más preocupante fue la carencia de argumentos. El Alavés siempre ha sido un equipo simple, pero lo de esta campaña es desmedido. Toda la vocación ofensiva recae en balones en largo que debe bajar Joselu y, a partir de ahí, ver qué sucede o en alguna genialidad de Lucas Pérez, que, más allá de no estar a su mejor nivel, no debería asumir toda la responsabilidad en la transición.
Ahí acaba todo. Una vez se observa más atrás de los dos delanteros, nadie tiene intención de mirar hacia arriba. ¿El centro del campo? Solo tiene una labor: destruir. Y de esa idea no se puede mover porque los jugadores por los que opta Abelardo, que en este caso son Manu García y Tomás Pina, solo tienen ese perfil. Además, elegir algo diferente es imposible cuando Jota lleva desaparecido varias semanas, Pere Pons está lesionado y Battaglia es del mismo corte que los dos titulares.
¿Las bandas? Inoperantes. Están más centradas en defender que en atacar y buena muestra de ello es lo lejos que juegan del área rival. Cada vez que Córdoba o Edgar reciben un balón, que suele ser cada bastantes minutos, deben recorrer más de 50 metros si quieren crear peligro, algo, cuanto menos, complicado -y más para dos jugadores que destacan por su juego en los últimos metros-. Asimismo, el desdoble de los laterales es algo inaudito actualmente.
Esta falta de variantes ha provocado que los rivales, como Osasuna ayer, ya le tengan la medida cogida a la escuadra albiazul y que defender sea algo excesivamente sencillo. Los navarros no sufrieron absolutamente nada en todo el partido y solo tuvieron que esperar a que el Alavés cometiera algún error defensivo. Algo que, tarde o temprano, iba a suceder.
Sin embargo, el mayor problema no es que esa carencia ofensiva exista, sino que no haya una solución aparente. La palabra que mejor define la situación por la que está pasando ahora mismo el Deportivo Alavés es impotencia. Impotencia porque, aunque haya mejorado sobremanera la actitud de los jugadores, ganar sigue siendo una odisea.
Aún quedan trece jornadas y la dinámica puede cambiar con buenas actuaciones frente al Betis o el Cádiz, pero, para ello, el Pitu tendrá que sacar de su chistera una solución para que los albiazules vuelvan a ser peligrosos en ataque. Si esto no sucede, su efecto acabará diluído como un azucarillo en agua.
Los rivales ya le tienen tomada la medida a un Alavés que depende de balones en largo a Joselu y acciones individuales de Lucas