Los partidos entre Deportivo Alavés y Athletic Club, sobre todo en Mendizorroza, ya comenzaban a ser muy calientes. Aquel equipo, el albiazul, que desde la nada había llegado a codearse con lo más granado del fútbol estatal, ya no era aquel conjunto tan simpático de ahí abajo. Era un rival, modesto, pero rival, al fin y al cabo. Y este rival ya se había subido a las barbas del conjunto de San Mamés, arrebatándole el título de campeón de Vizcaya de la Serie A (septiembre-noviembre de 1929), en una temporada en la que los rojiblancos, de la mano de Mr. Pentland, habían logrado los Campeonatos de Liga y de España (1929-30) y el Deportivo Alavés el ascenso a Primera División y los cuartos de final del citado Campeonato de España.
Por aquellas fechas el defensa internacional Jacinto Quincoces pronunció la frase que sentó tan mal en Bilbao: "El Deportivo Alavés es el mejor equipo de España, ya que es el campeón de Vizcaya por delante del Athletic, campeón de Liga y Copa". Los albiazules afrontaban su segunda temporada consecutiva en Primera y la estaban disputando con las bajas de Beristain y Albéniz (Real Sociedad), por aquellas fechas Donostia, Ciriaco, Quincoces y Olivares (Madrid) y Chomin Rey (Athletic de Madrid). Para compensar tan importantes pérdidas habían llegado a Mendizorroza Deva (Donostia), Aranburu (Beasain), Paco (Oviedo), Trillo (Athletic de Madrid), Garay (Erandio), Olano y Juanito Echevarría (Arenas de Guecho), este último ex jugador del Athletic, y Amadeo García de Salazar, como buen patrón de pesca, había atrapado en sus redes a Sañudo.
En una Liga compuesta por 10 equipos, el Athletic llegaba a Mendizorroza en la 11ª jornada como líder de la competición, empatado a puntos con el Madrid, mientras que los propietarios del terreno de juego trataban de poner tierra por medio sobre el farolillo rojo, Unión de Irún, ya que solamente descendía un equipo. Se encarga de dirigir el encuentro el ex jugador internacional, presente en las Olimpiadas de Amberes (1920), París (1924) y Ámsterdam (1928), y ex jugador del Arenas de Guecho, Pedro Vallana, que pertenece al Colegio vizcaíno de árbitros y esto crea las primeras suspicacias. Vallana era columnista del diario deportivo bilbaíno Excelsius. Antes de adelantarse el Athletic en el marcador, a los 15 minutos por medio del chato Iraragorri, se producen dos jugadas conflictivas en el área bilbaína: se reclama un penalti y se le anula un gol a Sañudo por fuera de juego de Juanito Echevarría.
El ambiente comienza a crisparse y salta en mil pedazos cuando Vallana no pita una falta clara, según el lado albiazul y no tan clara desde el rojiblanco, de Urquizu sobre Sañudo. Saltan varios espectadores al terreno de juego, rodean al colegiado, le insultan, tratan de agredirle, algún exaltado lo consuma y el árbitro se dirige a los vestuarios protegido por los Miñones y por futbolistas de ambos equipos, entre los que destacan los albiazules Antero y Arana.
En los vestuarios Vallana está a punto de sufrir un ataque de nervios y decide suspender el encuentro, pese a los ruegos del presidente alavesista Ángel de Garaizabal y la garantía de su seguridad por parte del gobernador civil, Sr. Amilibia. El árbitro no se vuelve atrás en su decisión y el partido se suspende. Vallana tiene que pasar por el Go-bierno Civil a declarar y posteriormente viaja hacia su lugar de residencia. La Federación española días más tarde dará validez al resultado de 0-1, no se jugarán los 57 minutos restantes de partido, multará al Deportivo Alavés con 400 pesetas (2,40 €) y le advertirá del cierre del campo de 1 a 3 meses. Los albiazules se sienten estafados, timados y atracados, por no poder jugar los minutos que restan de partido.
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"Doloroso, en extremo, que un partido contra el Athletic, el hermano mayor; un arbitraje de Vallana, arbitraje fatal, y el cariño mal entendido, la vehemencia exagerada de unos fanáticos, ¡sean la puntilla para el glorioso club vitoriano!".