- Los equipos que llevan el particular sello de Bordalás acostumbran a tener en las comparecencias en su propio estadio una de sus grandes fortalezas. Así sucedió, por ejemplo, con el Alavés que conquistó el ascenso a Primera División hace un lustro y así ha sido también desde que se puso al timón del Getafe. Hasta ahora. Porque lo cierto es que el combinado madrileño presenta este curso grietas desconocidas en su estructura como local.

De convertir el Coliseum Alfonso Pérez en un feudo prácticamente inexpugnable ha pasado a casi abrir de par en par las puertas del estadio para permitir que sus adversarios campen a sus anchas por él. Y las consecuencias no se han hecho esperar. Las estadísticas suelen reflejar fielmente la realidad y las que tienen al Getafe como protagonista explican que únicamente ha sido capaz de sumar una victoria en sus siete últimas comparecencias ligueras como local.

Un dato revelador y que, sin duda, debe servir para incrementar la confianza albiazul en sus posibilidades de asaltar el estadio azulón. Porque al margen de ese solitario triunfo el expediente madrileño refleja dos empates y cuatro derrotas. Los cinco puntos cosechados sobre los veintiuno posibles se presentan de este modo como un balance escaso que el Alavés debe intentar convertir en todavía peor robando alguno más que tendrían un enorme valor para su casillero.

Poco hacía sospechar en el arranque de la temporada que el Getafe sufriese estas penurias cuando le toca recibir visitas. Porque lo cierto es que en sus tres primeras comparecencias como local rubricó un espectacular pleno que invitaba precisamente a pensar todo lo contrario. De esta manera se impuso 1-0 a Osasuna en la segunda jornada, 3-0 al Betis en la cuarta y de nuevo por la mínima (1-0) al Barcelona en la sexta.

Una racha brillante que, contra todo pronóstico, comenzó a torcerse una semana después. El 25 de octubre, en el séptimo capítulo liguero, el Granada abrió la veda en el Coliseum (0-1) gracias a un gol de Montoro de penalti. Dos jornadas después, el Villarreal hizo lo propio, aunque en esta ocasión con mayor comodidad incluso (1-3). El cuadro de Bordalás tuvo un mínimo respiro al rescatar un empate ante el Athletic (1-1) en el último partido de noviembre pero de nuevo se reencontró con los disgustos ante el Sevilla (0-1) en la 13ª jornada. Dos más tarde sumó sus segundas tablas. En este caso frente al Celta (1-1). Pero la alegría le duró poco y el Valladolid también profanó su templo (0-1) el pasado día 2. Su única alegría tuvo lugar en su última comparecencia, hace dos jornadas, ante el colista Huesca, al que logró vencer (1-0) con un tanto de Arambarri. Con cuatro goles anotados en siete partidos y cinco puntos de veintiuno posibles, en cualquier caso, aparece como un anfitrión mucho más amable de lo habitual del que el Alavés debe intentar obtener beneficio por todos los medios.

La solitaria alegría azulona llegó en la decimonovena jornada gracias al gol (1-0) del uruguayo Arambarri al colista Huesca