- Más allá de certificar un nuevo tropiezo frente a un rival directo, la derrota del pasado domingo ante el Cádiz puso de manifiesto que el Deportivo Alavés se ha hundido en un peligroso efecto bumerán. Basta echar un vistazo a la trayectoria albiazul en el presente ejercicio para ratificarlo. Su gráfica presenta unos pronunciados dientes de sierra -especialmente en el apartado negativo- que parecen repetirse milimétricamente. Porque el equipo comenzó la Liga con una crisis evidente que le llevó a sumar cuatro derrotas, un empate y una victoria en sus seis primeros compromisos. A este preocupante ciclo le siguieron media docena de jornadas invicto pero, desgraciadamente, en estos momentos calca su pésimo inicio al sumar únicamente cuatro de los dieciocho últimos puntos que se han puesto en liza.

Es decir, que el combinado de Pablo Machín ha regresado al punto de origen. Con el agravante de que se ha consumido ya prácticamente la mitad de la temporada y que el proceso de adaptación al nuevo entrenador que servía de justificación en el arranque hace mucho ya que se ha completado.

El equipo, sin embargo, continúa incidiendo en los mismos errores semana tras semana y parece no ser capaz de consolidar los argumentos que le permitan crecer. Tras despertar cierta esperanza con su período de bonanza (en el que se impuso a Valladolid y Real Madrid y empató ante Barcelona, Levante, Valencia y Real Sociedad ), la racha negativa en la que se encuentra actualmente inmerso ha vuelto a destapar todas sus carencias. El duelo del domingo ante el Cádiz es, sin duda, un buen ejemplo de ello.

En una cita ante un adversario directo con tres puntos muy importantes en juego, El Glorioso prácticamente en ningún momento se enchufó a la contienda y extendió una alfombra roja para la victoria gaditana con la absurda expulsión de Tachi y los numerosos errores cometidos después. La derrota final fue solo la previsible consecuencia de semejante cúmulo de despropósitos de los gasteiztarras.

Con ser grave, este tropiezo es solo un árbol más dentro del poblado y oscuro bosque que ensombrece el futuro albiazul. El combinado de Mendizorroza lleva semanas muy lejos de ofrecer lo que podría considerarse un rendimiento óptimo y la zona roja de la clasificación cada vez le acecha más de cerca. Ha perdido algunas de las señas de identidad que le habían permitido sobrevivir hasta el momento y el margen de reacción cada vez es más reducido.

En una Liga en la que las distancias se han estrechado al máximo y los grandes están dejando escapar más puntos de los habituales entre los teóricos candidatos a pelear por la permanencia, el Alavés necesita dar un paso al frente de inmediato si no desea verse inmerso en peligrosos problemas. Porque en la parte final del curso hay que sudar sangre para conquistar cada punto y El Glorioso va a alcanzar esta fase decisiva sin un granero de emergencia que le permita afrontarla con un mínimo de tranquilidad.

Más todavía teniendo en cuenta el exigente calendario a corto plazo que tiene por delante. Porque tras disputar el sábado los dieciseisavos de final de la Copa ante el Almería debe afrontar una semana con doble compromiso liguero. Nada menos que con Sevilla y Real Madrid como compañeros de viaje. Ambos duelos -ante rivales en teoría claramente superiores- tendrán Mendizorroza como escenario y supondrán el final de la primera vuelta y el inicio de la segunda respectivamente. Teniendo en cuenta que ahora son dieciocho los puntos que figuran en el casillero albiazul, en el mejor de los casos el equipo cruzará el ecuador liguero con 21 -el año pasado lo hizo con 20-, una cifra muy justa para poder conquistar la permanencia sin apuros. Se trata, en cualquier caso, de citas en las que el Alavés debe responder con buena nota porque gran parte de su futuro y el de Pablo Machín estará en juego.

Tiene por delante una semana muy exigente, con la eliminatoria de Copa y las visitas de Sevilla y Real Madrid, que puede ser clave