- Jugar contra Natura. Esa parece la penitencia a la que ha sido castigado el Deportivo Alavés en las últimas semanas. Un castigo que, desgraciadamente, no está siendo capaz de superar. No es necesario remontarse mucho en el tiempo para encontrar el ejemplo más reciente de ello. En su última comparecencia oficial, apenas unas horas antes de que las tradicionales campanadas de las doce de la noche bajaran el telón del nefasto 2020, El Glorioso protagonizó un doloroso ejercicio de impotencia.

En el derbi ante el colista que cerró la decimosexta jornada del campeonato, la fortuna quiso hacer un guiño a los albiazules dejando a su adversario en inferioridad antes de que se cumplieran siquiera los diez primeros minutos de la contienda. La expulsión del guardameta Rubén Martínez situaba a Osasuna contra las cuerdas mientras que, por el contrario, dibujaba un escenario ideal para el conjunto gasteiztarra.

Sin embargo, muy pronto resultó evidente que este guion iba a saltar por los aires a las primeras de cambio. Porque cuando las circunstancias le concedieron el timón del encuentro, el Alavés no supo qué hacer con él. Parece como si tener que situarse al mando de las operaciones fuese en contra del ADN albiazul. El equipo está diseñado para jugar de una manera completamente diferente y no encuentra los faros que iluminen que deberían llevarlo con peligro hasta la portería contraria.

Da igual que, como ocurrió en El Sadar, el rival cuente con un hombre menos. Los jugadores de Pablo Machín amasan la pelota en sus pies y acumulan minutos de posesión pero su dominio resulta totalmente improductivo e insulso. Y, por si fuera poco, permiten además que su oponente de turno les sorprenda en rápidos y peligrosos contraataques en los que la inferioridad numérica no es tan apreciable.

El resultado de ello es que el plantel vitoriano deja de añadir a su casillero puntos que a priori parecían asegurados. Le ocurrió en Nochevieja ante Osasuna, pero también en citas precedentes. Y eso es quizás lo más preocupante. Que no puede considerarse un accidente sino la constatación de una realidad. Este problema ya resultó evidente también, por ejemplo, en la visita a Huesca. El cuadro oscense sumó su primer triunfo del curso a costa de un Alavés que fue prácticamente incapaz de generarle un mínimo peligro durante los noventa minutos. Lo mismo que sucedió ante el Celta cuando el equipo se vio por detrás en el marcador o en muchos tramos del derbi contra el Eibar.

La escuadra gasteiztarra se encuentra relativamente cómoda dedicada a las tareas defensivas y buscando sorprender a sus rivales en salidas rápidas pero naufraga si debe llevar la iniciativa. La sala de máquinas albiazul carece en estos momentos de la lucidez necesaria para encontrar huecos en una defensa bien formada y eso lleva al equipo a estrellarse una y otra vez contra el mismo muro. Una carencia que debe solucionar cuanto antes, para lo que necesita reactivar a los elementos de mayor calidad de la plantilla, apagados desde hace demasiado tiempo.

El equipo, que se encuentra más cómodo replegado y buscando salidas rápidas, no da con la tecla para abrir huecos en las zagas rivales