El Deportivo Alavés mostró ayer dos versiones muy distintas. En la primera mitad se pudo ver un equipo que recordó al que cayó por 1-0 contra el Huesca la semana pasada, mientras que el que saltó al césped en la segunda mitad fue mucho más reconocible, similar al de las jornadas anteriores, en las que el conjunto gasteiztarra encadenó seis partidos consecutivos sin perder, pero le faltó el acierto en las áreas que sí tuvo el Celta.
Nada más comenzar el partido el Alavés tuvo una ocasión clara a causa de un error del rival en la salida del balón, pero la defensa rechazó el disparo de Joselu. A partir de entonces, el Alavés no ocasionó ningún peligro a los locales, que jugaron a placer y prácticamente calcaron lo sucedido en el partido de Huesca. El Glorioso intentó ir a la presión, evitar que los hombres de Coudet jugaran cómodos, pero no lo consiguió. El objetivo del cuadro albiazul era provocar errores del Celta, que tomó muchos riesgos en la salida de balón, y recuperar la posesión cerca de la portería rival. Sin embargo, el Celta fue preciso en los pases y el Alavés quizá no tuvo la intensidad que necesitaba para poder arrebatar el esférico a los vigueses, que han mejorado notablemente desde la llegada al banquillo de Coudet.
En varias ocasiones consiguió el Celta llevar el balón hasta las inmediaciones de Pacheco iniciando la jugada desde las botas de su guardameta, Rubén Blanco, mientras el Alavés intentaba sin éxito enlazar con sus hombres de ataque. Varios balones en largo se fueron directamente fuera del terreno de juego y las pocas veces que jugadores de calidad como Lucas Pérez o Jota recibieron la pelota estuvieron espesos y desacertados. La falta de resultados de la presión albiazul provocó que el equipo no fuera capaz de recuperar balones en la zona de peligro y le costó muchísimo elaborar las jugadas desde atrás, lo que permitió, a su vez, que el Celta pasara demasiado tiempo jugando en campo contrario. Las únicas veces que el Alavés llegó al último tercio del terreno de juego lo hizo gracias a Joselu, que fue el encargado de pelearse por todos los balones aéreos que lanzaba la defensa ante el poco protagonismo de Pina y Battaglia.
Tras el descanso, bien porque la charla de Machín en vestuarios surgió efecto o porque el Celta tuvo miedo de perder los tres puntos, el Alavés empezó a hilar jugadas más largas y a robar balones en posiciones más adelantadas, mostrando una versión similar a la vista durante la buena racha de resultados. Poco a poco, el equipo fue cogiendo confianza y logró arrebatar la posesión a los vigueses, que se encogieron a medida que sus posesiones se volvieron más cortas. Sus futbolistas son técnicos, habilidosos y precisos, pero demostraron no tener velocidad suficiente para salir al contraataque cuando tuvieron espacio para atacar la retaguardia albiazul.
En la segunda mitad, el Alavés vivió mucho más cerca del área rival y muestra de ello fueron los cuatro córners que lanzó, frente al único saque de esquina que concedió el Celta en la primera parte. En uno de ellos pudo llegar el gol visitante a manos de Joselu, que remató duro de cabeza, pero Rubén Blanco se lució con una reacción felina y lo evitó. Con el combinado celeste sufriendo, un gol en ese momento habría cambiado seguramente el devenir del encuentro, pero los de Machín no tuvieron fortuna ni en esa ni en otras tantas acciones en las que los disparos y los centros fueron repelidos por la zaga celtiña.
Cuando mejor estaba jugando el Alavés, sin embargo, llegó el segundo tanto del Celta en su primer acercamiento claro de la segunda parte. Duarte descuidó su marca, Rioja no bajó a ayudar y Aspas sirvió a Brais Méndez el gol en bandeja de plata. El 2-0 apagó la llama visitante definitivamente. A partir de ese momento, un Celta más tranquilo gracias al colchón recuperó el dominio de la posesión y fue dejando que los minutos pasaran, dando a un Alavés cabizbajo las mínimas oportunidades posibles de recortar distancias. El Glorioso sabe perfectamente cuál es el camino que debe seguir para lograr la permanencia, cómo debe jugar para hacer daño a sus rivales. Lo que falta, sin embargo, es la capacidad para mantener ese listón durante los 90 minutos.
Cuando consiguió hilar jugadas más largas y recuperar balones en campo rival, el Celta sufrió, pero el segundo gol fue demoledor
En la primera mitad el Alavés mostró una versión similar a la vista en Huesca, incapaz de sacar provecho a su presión adelantada