típica es un adjetivo que por sus propiedades se aleja de los modelos representativos o de los tipos comunes o conocidos. Es sinónimo, entre otros, de extraño, raro, irregular o diferente. Es como se puede definir la pretemporada alavesista que, al igual que los demás conjuntos de Primera, ha vivido unos meses muy diferentes a como venía sucediendo hasta la fecha. Y es que este virus que se nos coló en nuestros domicilios de improviso, o no tanto, no hay forma de sacarlo de casa; y hasta que no encontremos la forma idónea de desprendernos de este persistente inquilino debemos convivir forzosamente con su molesta compañía. Cómo lo llevemos de bien dependerá nuestro futuro cercano y lejano, no solo a título personal sino también en el apartado futbolístico.

Este año 2020 ha dejado una infinidad de momentos atípicos en el fútbol mundial por culpa del coronavirus, como la suspensión de las mejoras ligas. La mayoría se reanudaron posteriormente y en un breve espacio de tiempo se acabaron de la mejor manera posible. Sin público en las gradas, con algún cambio en el desarrollo del juego y con unas grandes medidas de seguridad sanitaria. Y cuando debería haber empezado la temporada 2020-21 se estrenaba su pretemporada, más corta en tiempo de lo habitual y con algunas particularidades. La pandemia ha obligado a hacer un ejercicio de máxima responsabilidad, como no podía ser de otro modo, y a vivirla de manera distinta, prescindiendo de las tradicionales concentraciones lejos de casa, aunque con la misma exigencia que en años precedentes.

En este espacio preparatorio, los albiazules han jugado cuatro encuentros -el celebrado ante el filial ni lo cuento-, concentrados en menos de dos semanas. Los resultados y el juego de pretemporada no me dicen absolutamente nada pero, si los analizamos fríamente, el balance podríamos catalogarlo como negativo. Y no solo por las tres derrotas y un empate, este ante unos chavales de la Real, sino por la incertidumbre que ha creado su juego, bastante irregular salvo pequeños detalles en momentos puntuales. A pesar de todo, no debemos caer en desconfianzas anticipadas porque tiene el peligro de hacer pensar que el equipo es peor de lo que en verdad es. No hay que caer en esa tentación pues a veces las pretemporadas engañan y pueden hacer parecer a los conjuntos peor preparados de lo que realmente están. En fin, vamos a quedarnos con el tópico de los entrenadores que siempre tienen una ventana abierta para salir airosos cuando se pierde en momentos así: lo de menos es el resultado, lo que importa es mejorar el juego, coger una buena condición física, ir adaptándose al esquema del nuevo entrenador y hacer grupo.

Para la histórica temporada del centenario, quinta consecutiva en la máxima categoría, segunda vez que esto sucede en la historia del club, se ha contratado a un nuevo entrenador: Pablo Machín. Hace el número ocho en este espacio de tiempo y el quinto técnico que comienza el curso en el banquillo. Tiene las ideas muy claras y su máxima es que "al que da todo lo que tiene no se le puede exigir más", pero tendrá que transmitírselas mejor a sus pupilos si quiere conseguir los frutos deseados. No se puede aceptar que el equipo encaje un par de goles en cada encuentro sin que su rival haga grandes alardes. El sistema de tres centrales todavía no lo tiene asimilado muy bien y en cada encuentro comete algún error que le cuesta encajar algún gol. Hay mucho trabajo por hacer.

El Alavés solo ha incorporado a su plantilla dos jugadores, en modo cesión, por lo que en el ensayo general ante los chavales realistas antes del estreno liguero configuró un teórico once titular con diez componentes de la campaña anterior. Solo Battaglia, en quien se confía muchísimo puesto que sin entrenamientos previos jugó de titular ante el Athletic, era nuevo. El que ha tenido un excesivo protagonismo ha sido Pere Pons, siete titularidades el año anterior; su suerte ha cambiado con el nuevo técnico que lo considera fundamental, reminiscencia de su etapa en Girona. A mí no me parece para tanto; solo veo en él un chico que trabaja, se esfuerza y corre y corre tras el balón, pero suficiente para entrar en los parámetros que exige el entrenador. Otro de los que no me han convencido es Edgar en la posición de carrilero, quizá le falta tiempo de adaptación. Quizá más cosas. También se les debe exigir más a los delanteros, que no den por hecho que tienen el puesto asegurado. Por si acaso, Deyverson está suficientemente preparado para hacerse con un puesto. Todavía queda tiempo para el cierre del mercado, el 5 de octubre, y el equipo necesita alguna incorporación, aunque primero deben salir bastantes más de los muchos jugadores con que cuenta la plantilla en la actualidad. También hay valores del fútbol base que este año del centenario puede ser el suyo, como Borja Sainz, Javi López o el mismo Abdallahi que a nada que se descuide algún centrocampista se queda sin sitio. En cambio, a los abonados nos toca esperar tiempos mejores puesto que esto pinta tan mal que habrá que armarse de paciencia y serenidad para poder ver de nuevo al equipo en Mendizorroza.

En esta temporada atípica, el objetivo prioritario albiazul debe ser el típico en un club de estas características: la permanencia. No le vamos a pedir peras al olmo. Aunque soñar no cuesta nada, lograr que funcione ya es otro cantar. Pero una permanencia que deje satisfechos a los aficionados. Que nada se parezca a la temporada pasada, que no estuvo en puestos de descenso pero el final dejó mucho que desear.