- El protocolo de LaLiga para tratar de contener la expansión del virus en los vestuarios del fútbol profesional provoca imágenes del todo inusuales precisamente a este niveles y que son más propias de escolares o de aquellos mayores de edad que ya juegan al fútbol por diversión con los amigos que de aquellos que ganan unos cuantos, en algunos casos muchísimos, euros con este deporte. Peculiaridades de una pretemporada tan atípica como la vida misma y en la que las limitaciones y restricciones también afectan a unos equipos que tienen que adaptarse a estas circunstancias, que acaban deparando imágenes de lo más curiosas, sobre todo para el equipo al que le toca ejercer de visitante.

El Deportivo Alavés estrenó ayer la condición de viajero con un desplazamiento hasta la ciudad deportiva de Osasuna en Tajonar -le tocará repetir el miércoles para visita al Athletic en Lezama y el sábado, contra la Real Sociedad en Zubieta- a la que tuvo que llegar con la expedición divida en dos autobuses para cumplir con las distancias de seguridad que se marcan entre los viajeros. Precisamente, los autocares ejercieron después de improvisada solución para cualquier emergencia y a ellos recurrieron incluso algunos jugadores para cambiarse de ropa.

Y es que, la limitación al máximo del uso de los vestuarios es una de las medidas que ha implantado LaLiga, por lo que todas las tareas que habitualmente se desarrollan en el seno de la caseta o espacios anexos se tienen que desplazar a otros lugares y disfrutar de una ducha es un privilegio que muy pocos pueden disfrutar.

Así, aparcado uno de los autobuses en el interior de la ciudad deportiva osasunista -el segundo se quedó fuera del recinto-, a su vera y en una esquina del campo en el que se iba a jugar montó la expedición alavesista su campamento base. Ahí se cambiaron los futbolistas y atendieron a las explicaciones de los técnicos antes del inicio del partido. Hasta una camilla había allí, entre todo el material preciso para la puesta a punto. Camisetas, vendajes, pizarras, botas, mochilas... El maremágnum normal de cualquier equipo que va aumentando según se suben escalones competitivos -y al que ahora hay que añadir elementos indispensables como las mascarillas o los geles desinfectantes- y que en el caso de los profesionales -y mucho antes, habría que decir- queda siempre tapado por las paredes de los vestuarios, pero ahora se expone a cielo abierto.

Los titulares, tras la charla a pie de césped, a jugar; los suplentes, a ocupar la grada junto al resto de componentes de una expedición que estuvo encabezada por un Alfonso Fernández de Trocóniz que permaneció junto al equipo. Cuando les tocó calentar, lo hicieron en un campo anexo al no existir espacio en las bandas. Las mascarillas desaparecieron solo para aquellos que entraban al campo. Y, al final, de nuevo a cambiarse de cualquier manera para volver a casa.