- No hubo nocturnidad ni alevosía, pero sí toda la premeditación del mundo. Ningún alavesista puede decir que la destitución de Asier Garitano, oficializada a media tarde de ayer, le ha pillado por sorpresa. Ni mucho menos; casi lo más llamativo es que no fuese fulminado de manera inmediata a la conclusión del partido en Valladolid o que la decisión, tras muchas reuniones o contactos, se hiciese esperar casi hasta las 19.00 horas. Lo que de verdad llama la atención es que el preparador guipuzcoano fuese despedido junto a la mayor parte de su cuerpo técnico -la decisión habla bien a las claras de la situación dentro del vestuario- y que se haya buscado un entrenador fuera del propio club para tratar de enderezar el rumbo. El elegido es Juan Ramón López Muñiz, un entrenador que se encontraba en el paro desde abril de 2019, cuando fue destituido en el Málaga en Segunda División. El preparador asturiano (Gijón, 51 años) cuenta con tres años de experiencia en la máxima categoría -se estrenó con el Racing de Santander, vivió una experiencia con los andaluces en la élite y no completó la temporada con el Levante tras conseguir el ascenso- y su contrato, en principio para dirigir estos cuatro próximos partidos, recoge diversas cláusulas para la ampliación de cara al curso 2020-21 en el caso de que el club quede satisfecho con su trabajo. Junto a López Muñiz llegan a dos hombres de su confianza: Álvaro Reina López, como segundo entrenador, y Antonio José López Mengual, como preparador de porteros.
Recurriendo a Gabriel García Márquez, lo de Garitano ha sido la crónica de una muerte anunciada que se ha ido dilatando a lo largo de los últimos diez días, en un claro ejemplo de lo que supone perder un tiempo de oro que hubiese sido muy valioso aprovechado de otra manera. Porque el preparador de Bergara no es carne de la picadora alavesista por el capítulo último, que menudo epílogo encima, sino por una sucesión de hechos calamitosos de los que es responsable máximo como entrenador, pero de los que no se escapa una plantilla que está ofreciendo un rendimiento impropio de lo que se le presupone. Pero, como siempre, la cuerda se rompe por la zona más débil y El Glorioso tritura un nuevo técnico en el momento más alarmanteEl Glorioso, por sensaciones más que por números todavía, de su trayectoria reciente en Primera División. Lo verdaderamente novedoso es que el Alavés fulminase también al cuerpo técnico casi al completo -incluso varios de los preparadores que eran de confianza de la entidad- y que se lanzase al mercado en busca de un técnico de renombre.
Garitano ha escrito, contra su voluntad, su nombre en el listado de la particular trituradora del técnicos alavesista. Lo inesperado no ha sido su destitución, sino que la misma se haya retrasado tanto visto el devenir del equipo desde la reanudación de la competición, ya que tras las derrotas ante Osasuna y Granada su continuidad ya estuvo en serio riesgo. Si hasta la fecha los contrapesos dentro de la planta noble de Mendizorroza a la decisión que parecía más lógica habían surtido efecto señalando que un cambio ahora ya no iba a servir absolutamente para nada, ayer la balanza se inclinó hacia el otro lado.
No en vano, el vaso estaba ya de sobra desbordado. El actual serial de desastres ha sido de una magnitud que la continuidad del técnico no hubiese hecho sino socavar aún más todos los ánimos, dentro y fuera del club. El Alavés previo al parón provocado por el coronavirus ya era un equipo que emitía señales alarmantes, pero que al menos tenía un asidero de cierta solidez al que agarrarse en los puntos que poco a poco iba amasando. El que ha reaparecido en la reanudación de la competición ha sido un desastre mayúsculo, con episodios negros como casi ninguno antes se recordaba en esta etapa. El del Espanyol puede considerarse un accidente teniendo en cuenta que de inmediato llegó la reacción contra la Real Sociedad, pero desde entonces un ridículo se ha encadenado con el siguiente hasta amontonar cinco derrotas consecutivas ante Celta, Osasuna, Atlético, Granada y Valladolid. Algunas esperpénticas por la bajada de brazos del equipo, que no se puede librar de su responsabilidad y a los que Josean Querejeta apuntó claramente con el dedo el pasado jueves, pero otras causadas por planteamientos rácanos y difíciles de comprender. Tras los partidos ante navarros y nazaríes la destitución parecía inminente; inevitable ya tras caer en Pucela.
Al comienzo de la temporada, el preparador de Bergara ya se salvó de la quema por muy poco. Más que por encadenar tres derrotas consecutivas ante Sevilla, Athletic y Real Sociedad, por la deplorable imagen que dio el equipo en los derbis. Con la victoria ante el Mallorca se libró, se asentó ganando al Celta y las victorias encadenadas ante Valladolid y Eibar le aportaron estabilidad al tiempo que el equipo se asemejaba cada vez más a su ideal. Habían transcurrido catorce jornadas y el casillero reflejaba dieciocho puntos, pero a partir de ese momento solo se han sumado diecisiete más en diecinueve. Cuatro victorias desde entonces, alguna de ellas por los pelos y con el enorme ridículo que supuso la eliminación copera en Jaén de por medio -justo antes del parón navideño su continuidad también estuvo en duda-, y un serial que incluye un solo triunfo en las últimas ocho jornadas y cinco puntos de veinticuatro posibles entre los dos últimos encuentros previos al parón y los seis desde la reanudación de la competición.
Alcanzar los cuarenta puntos con Real Madrid, Getafe, Betis y Barcelona por delante parece difícil, pero el aprobado final se aspira a conseguir con la mejoría que se espera de la mano de López Muñiz. Y si no, siempre quedarán los posibles fallos de terceros. Y es que el desastre protagonizado por El Glorioso rebaja su magnitud si se tiene en cuenta que con solo doce puntos por jugarse la ventaja con el descenso es de seis, a los que hay que sumar el golaveraje con el Mallorca.
A que los baleares no reaccionen de manera furibunda (su calendario es más asequible sobre el papel, con Levante, Sevilla, Granada y Osasuna) o a que se obre lo que ahora mismo parece un milagro con un nuevo entrenador -un punto casi asegura la salvación, una victoria la certifica- se apuesta todo. El negro y el rojo en la ruleta. Un cara o cruz en el que los albiazules parten con ventaja, pero con el riesgo cada vez más evidente de caer devorado por el nerviosismo que en estos momentos le atenaza.
A pesar de que existían muchas dudas en el seno del club, finalmente se ha optado por prescindir del entrenador y buscar un sustituto fuera
Gran parte del cuerpo técnico de confianza en los últimos años deja Vitoria; llegan Álvaro Reina y Antonio José López Mengual
El calendario albiazul es ciertamente complicado, pero la renta con el Mallorca todavía aporta un cierto margen de seguridad