- El viernes 13 de marzo la ciudad deportiva de Ibaia clausuró sus puertas a unos entrenamientos que quedaron cortados de raíz para el Deportivo Alavés con los acontecimientos que pocas horas después se desencadenaron. Primero, con los primeros casos positivos por coronavirus dentro del propio vestuario albiazul y después con el estado de alarma decretado por el Gobierno que vino seguido por la limitación de las actividades a las meramente esenciales. Desde entonces, los jugadores han vivido, como gran parte del resto de la sociedad, recluidos en sus domicilios, sometidos a un expediente de regulación temporal de empleo y teletrabajando como han podido para tratar de mantener el tono físico a la espera del ansiado regreso del fútbol. Con el país ya en plena desescalada y el fútbol estatal mirando a junio para su reanudación, El Glorioso emprende hoy su camino hacia la ya considerada nueva normalidad. Lo que, ya sea en el balompié o en la vida real, supone en estos momentos un auténtico regreso a lo desconocido.
Casi dos meses después de que cerrase sus puertas, Ibaia abrirá hoy de nuevo sus puertas para el retorno a los entrenamientos. Se podría asimilar a lo que sucede en el inicio de cada pretemporada, que es casi como el primer día de la vuelta al colegio para los futbolistas, pero dicha normalidad vendrá marcada por unas medidas higiénicas y de prevención extremas para evitar en esta primera fase el contacto directo entre los jugadores, así como con los pocos empleados del club que puedan acceder a la instalación.
El jueves pasado los integrantes del Alavés que van a estar en primera línea del trabajo diario fueron sometidos a los test para detectar el posible rastro del virus -cabe recordar que algunos jugadores, técnicos y empleados han pasado la enfermedad- y también diversas pruebas médicas para conocer en detalle su estado, amén de un cursillo de prevención de riesgos con las pautas a seguir a partir de ahora. Al mismo tiempo, en la ciudad deportiva se llevaron a cabo dos procesos para la desinfección de unas instalaciones que, por el momento, los jugadores compartirán desde la distancia.
Y es que en este regreso las dos medidas fundamentales pasan por una higiene individual máxima y por un distanciamiento entre las personas muy marcado. El uso de las instalaciones comunes estará limitado al máximo y los expendedores de hidrogel se convertirán en protagonistas, al mismo nivel que las mascarillas, los guantes o las bolsas de plástico. El objetivo en esta primera fase de entrenamientos individualizados es que el contacto sea prácticamente nulo -la única excepción es la referida al trabajo de médicos y fisioterapeutas, aunque su labor se debe reducir también al mínimo indispensable para prevenir lesiones- y que los jugadores vayan adquiriendo una base física tras un período de casi dos meses en los que su trabajo en este sentido ha estado muy lejos de la normalidad.
Toda la actividad dentro de la ciudad deportiva está preestablecida por un protocolo de actuación muy severo. En esta primera fase, los jugadores recibirán de antemano su plan de trabajo para cada día de forma telemática, así como la ropa para los entrenamientos y los equipos de protección individual, que el jueves pasado ya les fueron entregados para los primeros días de trabajo. Y su labor de prevención comenzará incluso desde sus propios domicilios, ya que tendrán que llegar a Ibaia ya vestidos para entrenar -los vestuarios estarán cerrados y solo habrá disponible un aseo que se debe desinfectar con asiduidad- y siempre utilizando el mismo vehículo para sus desplazamientos, que contará dentro del recinto con una plaza de aparcamiento separada del resto de coches que haya en el interior y a la que se accederá tras una toma de temperatura.
Para evitar el contacto, la llegada de cada jugador -deben ir ataviados en todo momento con sus equipos de protección individual e, incluso, dentro de los posible se recomienda entrenar con mascarilla y guantes- está pautada con diez minutos de diferencia con respecto al anterior y el siguiente y, dentro de las pautas de trabajo marcadas por el club, en ningún momento habrá más de doce futbolistas dentro del recinto. Este pequeño grupo se dividirá a su vez en otros dos más de seis componentes cada uno, que serán los que se repartan en los dos campos de entrenamiento que el club ha habilitado para esta fase inicial. Y, una vez en el césped, se ha marcado entre ellos una distancia mínima de cuatro metros -el doble a la que se exige en los contactos en la calle, ya que con el ejercicio aumenta el volumen ventilado y la fuerza espiratoria, y por ello las gotas pueden llevar los virus a una mayor distancia-, la limitación de usar material -y el poco que se pueda usar será desinfectado tras su uso-, así como la asignación de un balón propio para realizar sus ejercicios individualmente.
Una vez finalizado su turno de trabajo, los futbolistas tendrán que continuar con sus labores de higiene personales ya en sus domicilios -se mantiene también la pauta del mínimo contacto social con personas ajenas al núcleo familiar para evitar el contagio-, con la única excepción de los porteros para quienes se habilitará una zona para poder cambiarse. Terminado el entrenamiento, cada componente de la plantilla recibirá en una bolsa hermética su ropa para la siguiente sesión y en la misma deberán devolver la equipación sucia, que será sometida a un proceso de lavado exhaustivo en el club siguiendo las pautas marcadas para el resto de la ciudadanía, a su regreso el siguiente día a Ibaia.
Para el control de todo este protocolo, amén de un responsable por parte del club, también accederá a la instalación, entre el grupo de pocas personas que podrán hacerlo, un controlador de LaLiga que será quien vigile el cumplimiento exhaustivo de todos los parámetros que se han marcado para tratar de que el virus no se cuele de nuevo dentro de los vestuarios.
Dejando al margen, si es que se puede, toda la parafernalia que va a acompañar a los futbolistas durante las próximas semanas, el período que ahora se abre es el de una puesta a punto cargada de incertidumbre. Los jugadores llevan dos meses parados, pero este período no se asemeja en nada a los vacacionales de cada verano, de una duración similar pero con espacio para el trabajo individual normalizado. Los ejercicios que cada uno haya podido realizar en su domicilio distan mucho de la preparación física que requiere un profesional y esta primera fase se antoja como fundamental.
No en vano, si la competición se retoma en junio, la temporada se acabará resolviendo por la vía rápida, con mucha acumulación de partidos en un espacio de tiempo muy corto. Por ello, el equipo que alcance el reinicio del curso en mejores condiciones físicas -el papel de los preparadores es fundamental en estos momentos por lo atípico de la situación- tendrá una mayor ventaja a la hora de encarar sus objetivos. Además, el riesgo de las lesiones se incrementa de manera muy considerable y también se estima necesario un trabajo psicológico específico para afrontar este regreso a un fútbol desconocido.
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El Alavés ha ampliado su número de efectivos con la incorporación a los veinticuatro jugadores del primer equipo de seis más del filial: Aritz Castro, Javi López, Abdallahi Mahmoud, Antonio Perera, José Luis Rodríguez y Paulino de la Fuente.