Vitoria - El brillo de los focos en el mundo del fútbol se dirige siempre a los jugadores que con sus goles deciden los partidos. Las excepciones son los grandes nombres, generalmente de los clubes más poderosos, de los que se habla de manera inexcusable independientemente de su rendimiento en el campo. Y en un apartado especial se encuentran determinados futbolistas que por su peso dentro de una entidad o por tratarse de una incorporación reciente también salen a la palestra de manera común, lo mismo que aquel que comete un error flagrante que conduce a encajar un tanto en contra. También en el Deportivo Alavés se dan este tipo de casos. Así, no son de extrañar las referencias constantes en las conversaciones albiazules a los goles de Lucas Pérez y Joselu; la preponderancia que dentro de este grupo mantienen Fernando Pacheco, Víctor Laguardia y Manu García por su peso individual en la leyenda del club; o el nivel que están ofreciendo en sus primeras apariciones los fichajes del mercado invernal. Salvo momentos puntuales de brillo o desgracia -o de convertirse en protagonistas por cosas que nada tienen que ver con el fútbol, como cuando no se paraba de hablar de los cortes de mangas de Aleix Vidal en el partido contra el Real Madrid-, muchos son los jugadores que permanecen de manera casi constante en un silencioso segundo plano. Y, pese a no disfrutar de los focos de esos compañeros más nombrados, son igual de importantes que ellos a la hora de conseguir los éxitos.

También en El Glorioso se dan casos de este tipo. El más llamativo puede ser el que tiene a Rubén Duarte como protagonista, un joven que sin llamar la atención de nadie se ha asentado como titular indiscutible en el lateral izquierdo en una de las etapas de mayor esplendor del club con un trabajo casi siempre eficaz por oscuro que sea. No le va a la zaga Ximo Navarro, otro de esos nombres que parecen pasar de puntillas por la mente de los aficionados por bien que lo hagan. Y eso a pesar de que el particular comodín de la zaga alavesista se ha convertido en un fijo en los planes de Asier Garitano tras un arranque de temporada complicado. Y lo ha hecho, además, erigiéndose como uno de los jugadores del equipo con mejor nivel de forma y rendimiento en estos momentos.

Un futbolista silencioso Nacido en Granada y crecido como futbolista en el Mallorca, el defensa llegó en el verano de 2018 a Vitoria sin despertar grandes titulares. Llegaba procedente del Las Palmas, un equipo que hacía aguas por todas partes y en el que había sufrido su tercer descenso tras haber vivido esa amarga sensación antes en el club bermellón y también en el Almería, dentro de una trayectoria a caballo entre la ñelite y Segunda División en proyectos con los que no consiguió ascender. Por su capacidad para actuar tanto de lateral derecho como de central, parecía un complemento ideal para tener en el banquillo y cubrir así dos demarcaciones, pero desde el primer momento evidenció que esa condición de suplente era solo un papel teórico. La lesión de Rodrigo Ely durante la pretemporada abrió un hueco importante y a partir de ahí Abelardo comenzó a jugar con cinco piezas d elas que solo eran indiscutibles cuando estaban en disposición de jugar Laguardia y Duarte. Tanto Martin Aguirregabiria como Guillermo Maripán no tenían el hueco tan fijo y por ahí se coló Navarro para aportar un rendimiento continuado de alto nivel que le condujo a concluir la temporada como el sexto jugador con más minutos (2.533).

Tras esa destacada irrupción, una lesión en el tramo final de la pretemporada le condujo a perderse los primeros partidos de este curso y no se estrenó hasta la quinta jornada. Tres titularidades en los cuatro siguientes encuentros dieron paso a su extraña desaparición de las convocatorias durante tres jornadas, mientras que la siguiente, en la visita a Osasuna, la pasó en el banquillo. Regresó a la titularidad contra el Valladolid y desde ese momento se ha convertido en un fijo, siendo indiscutible en el once inicial, ya sea como lateral o como central, el diez de los últimos once partidos, ya que ante el Villarreal no pudo jugar por encontrarse sancionado.

La confianza de Garitano se la ha ganado, además, en base a un rendimiento creciente. Muy seguro en defensa en apartados en los que el equipo estaba sufriendo, su velocidad es clave cuando actúa en el eje de la zaga y su potencial defensivo también se impone cuando le toca ocupar el costado. Por si fuera poco, en estas dos demarcaciones también ha exhibido desparpajo para salir desde atrás y sumarse al ataque. Con desdoblamientos en la banda o rompiendo líneas por el medio. Un comodín que de nuevo se ha convertido en pieza imprescindible.