vitoria - Hace algo más de un siglo, el Titanic pasó tristemente a la historia al protagonizar un inesperado hundimiento en el oceano Atlántico tras chocar contra un iceberg dejando más de 1.500 víctimas mortales. Fue un golpe seco contra una masa de hielo invisible en su mayor parte que acabó con el que para muchos era el medio de transporte más seguro y lujuso de la época. El pasado martes, el Deportivo Alavés desgraciadamente experimentó en Jaén una sensación muy similar. Aunque en la ciudad andaluza no se puede navegar, el estadio de La Nueva Victoria se convirtió en un metafórico mar en el que el combinado albiazul rubricó un inapelable naufragio colectivo totalmente inaceptable.

Si en el caso del buque su desgraciado final llegó como consecuencia del destrozo provocado por el impacto contra el hielo, las causas del vertiginoso hundimiento de la escuadra de Mendizorroza hay que buscarlas en las múltiples -y todas ellas de gran tamaño- vías de agua que presenta su debilitado casco. Y es que ni una sola de las líneas alavesistas se salvó del desastre perpetrado en lo que, a priori, se presentaba como un compromiso asequible frente a un adversario netamente inferior.

Una desigualdad que se puso de manifiesto pero, para sorpresa de propios y estraños, en sentido contrario al que dictaba la lógica. La lista de culpables del esperpento copero es tan amplia que resulta casi innecesario enumerarla, puesto que resultaría harto difícil sacar a algún integrante del club de ella. Sin embargo, sí conviene reflexionar seriamente sobre algunas cuestiones que han vuelto a quedar de relieve de manera dramática con la eliminación a las primeras de cambio del torneo del K.O.

El primero de ellos es la figura de un Asier Garitano que en ningún momento desde que arrancó el curso ha conseguido mantener al equipo en el rumbo deseado. Salvo algunos pequeños chispazos ha permanecido cogido entre hilvanes y únicamente la enorme efectividad mostrada por Lucas Pérez y Joselu le ha permitido mantenerse hasta el momento por encima de la línea de flotación. El mensaje que el guipuzcoano desea trasladar a la plantilla parece no calar y la nula confianza que demuestra tener en una gran parte de ella le priva de tener más alternativas. El mejor ejemplo de ello es el elevado número de titulares que alineó ante un equipo de Tercera División como el Jaén. Tras la debacle, ni siquiera le queda la justificación de haber dado la ocasión a los menos habituales y ha colocado la cruz definitiva a muchos que ni siquiera en la primera eliminatoria de Copa del Rey y con la visita al Camp Nou a la vuelta de la esquina dispusieron de minutos.

Pero ni mucho menos toda la responsabilidad de lo sucedido debe caer en la figura del entrenador. La realidad es que los jugadores también salen muy tocados de esta contienda. Ni los habituales de las alineaciones iniciales ni los que normalmente se quedan en el banquillo o en la grada ofrecieron el nivel mínimo exigible ni en rendimiento ni en actitud. Los primeros volvieron a dejar serios interrogantes respecto a su capacidad para salvar al Alavés de la quema y los segundos tiraron por la borda el que, para casi todos, era su último cartucho para tratar de convencer a Garitano de que merecen estar sobre el césped.

Una inaceptable fragilidad defensiva volvió a ser la principal seña de identidad de un grupo que hace mucho que ha olvidado su antigua condición de muro infranqueable. Que un conjunto de Tercera División logre marcar tres goles y estrelle otros dos balones en los postes es, cuando menos, sintomático de uno de los grandes males del Glorioso. Con hombres clave antoño como Laguardia muy lejos de su mejor nivel, esta grieta se ha convertido ya en un más que preocupante defecto estuctural.

Por delante, el centro del campo volvió a ser inoperante. Con la ausencia de Pina agravando las carencias, no pasó en ningún momento del encefalograma plano. Un desolador panorama que se repite, partido tras partido, en las bandas. Ninguno de los hombres utilizados por Garitano en esas posiciones ha desequilibrado y la pelea de los delanteros (también bajo mínimos en Jaén) para generar alguna ocasión es cada vez más infructuosa, teniéndose que enconmendar a acciones aisladas para mantener su cita con el gol.

Todos estos borrones de un conjunto que solo ha sumado un punto de los últimos nueve que se han puesto en liza y el sábado visita el Camp Nou después de haber sido eliminado -con total claridad y justicia- en su estreno en la Copa por un equipo de Tercera División se convierten en nubarrones cada vez más negros sobre el futuro albiazul. Sin un patrón de juego que se haya demostrado eficaz ni alternativas en las que confíe el entrenador en la recámara, únicamente la pobre cosecha de puntos de los últimos clasificados aporta un mínimo rayo de luz a su situación. Las vacaciones de Navidad y la inminente apertura del mercado de invierno aparecen en el horizonte como pequeñas tablas de salvación para todos los implicados. En el caso de Garitano para intentar conservar el puesto hasta entonces y aprovechar la pausa para conseguir implantar su idea en el equipo y enderezar el rumbo. Una tarea en la que deberá contar necesariamente con la imprescindible implicación de unos futbolistas que están obligados a dar varios pasos al frente y un consejo de administración que tiene que poner a funcionar al máximo la maquinaria de los despachos para encontrar refuerzos que aporten el salto de calidad que resulta a todas luces necesario. De lo contrario, el de Jaén no será desgraciadamente el último naufragio ni, previsiblemente, el peor.