Son muchos los espejos futbolísticos donde poder comprobar la estética y efectividad de un golpeo tan singular como el exterior. Antes y ahora. El primero y más mediático, por aquello de que se inauguraba entonces la televisión en color, fue Teófilo Cubillas, un jugador peruano que pasó a la historia por el gol que le metió de falta directa a Escocia en aquel grotesco Mundial de Argentina en 1978, donde finalmente se impuso el anfitrión entre acusaciones de falta de juego limpio y compra de partidos. Un golpeo de Cubillas con el exterior de su pierna derecha se coló por la escuadra del meta escocés, al que sorprendió por completo de igual modo que al resto de aficionados, hasta entonces vírgenes de una acción de esas características. Aquel gol catapultó directamente a Cubillas al salón de la fama mundial.
Poco después de aquello, en la temporada 79/80, recalaría en el Real Madrid un británico -el primero de su historia- con antecedentes jamaicanos llamado Laurie Cunningham, apodado La perla negra por su calidad y tremendo poderío físico. Una suerte de Cristiano Ronaldo de la época que también empleaba el exterior de su pie derecho como los ángeles. Tal era la confianza en este golpeo que incluso los saques de esquina los botaba de esta manera. Al contrario que Cubillas, el centrocampista británico no pasó a la fama por un gol concreto sino por un pase inverosímil con el exterior desde la banda izquierda que sirvió para que su equipo se llevara el triunfo en el Nou Campo y Cunningham fuera despedido al final de aquel Clásico con una atronadora ovación como nunca antes se ha vuelto a ver en el estadio blaugrana. Tras su paso por el Real Madrid, el inglés también formó parte después del Sporting de Gijón y el Rayo Vallecano. Murió en accidente de coche a los 33 años.
El holandés Johan Cruyff era otro virtuoso del golpeo con el exterior, en este caso también de su pie derecho. Aunque su repertorio era completísimo como ambas piernas, que dominaba casi a la perfección, siempre hizo gala de este golpeo cuando el momento lo exigía o el instante era el preciso. Nunca hubo otra intencionalidad que esa cuando protagonizó este tipo de golpeos que solían despertar la admiración de los aficionados. Si la escuela holandesa modernizó el fútbol sobre todo a partir del Mundial de 1974, de ello se beneficiarían después las siguientes generaciones, donde también hay ejemplos notables de maestros pegados a un balón en su exterior y cañoneros capaces de describir parábolas imposibles con golpeos de vértigo que en países como Brasil o Portugal, sin ir más lejos, bautizaron como el nombre de Trivela. Quizá los máximos exponentes de esta técnica, cuya ventaja radica en que la curva creada coge generalmente la dirección opuesta a la que traía, sean Roberto Carlos y Ricardo Quaresma. El primero, ex del Real Madrid, saltó a la fama merced al llamado gol imposible desde 35 metros que le marcó a Fabian Barthez en el amistoso que Francia y Brasil jugaron en la capital gala el 3 de junio de 1997. Un golpeo de una brutalidad bellísima que recordó por momentos a los que solía marcar su compatriota Branco. El segundo exponente es el portugués Ricardo Quaresma (Oporto, Barça, Inter de Milan...), un consumado especialista a la hora de marcar desde fuera del área con golpeos imposibles con el exterior de su pie derecho cuyas parábolas en el aire resultan imparables para los porteros. Un gesto técnico efectivo más que efectista del que también tratan de dar cuenta en LaLiga jugadores como Bale, Isco o Modric.