madrid - Óscar Téllez (Madrid, 1975) regresa al ruedo futbolístico, del que quizá por culpa de una fama mal digerida llevaba un tiempo alejado. El que fuera central internacional del Deportivo Alavés no ha vuelto a vestirse de corto ni calzarse las botas sino que esta vez, como antaño, ha decidido ponerse delante de una grabadora -en este caso de la del portal deportivo SportYou- para conceder una entrevista donde repasa su pasado como futbolista en los diferentes clubes donde jugó (entre ellos el Alavés en dos etapas), revela aspectos polémicos de su carrera como su mala relación con Piterman y narra en primera persona cómo es su día a día en su querida Mejorada del Campo, la localidad madrileña donde nació y donde ahora disfruta de una “vida tranquila” junto a su mujer y sus dos hijas. Sus palabras denotan que es el mismo Téllez de siempre, tan sincero como locuaz, directo y provocador; el mismo amigo de sus amigos a los que siempre defendió aún costándole aquellos gestos un buen número de serios disgustos. Aquel primer vestuario donde se forjó aquel Euroalavés de los Karmona, Pablo, Javi Moreno, Contra y compañía a buen seguro que podría dar fe de ello. A continuación se transcribe un extracto de la entrevista en este portal digital.
¿Quién es ahora Oscar Téllez?
-Un ex jugador de fútbol y un ciudadano más de este pueblo. Después de dejarlo hay poca historia. Soy un padre de familia con dos hijas, una vida como la de cualquiera. Juego un poquito al fútbol con AECI, la asociación de veteranos de la Selección española, con Giner, Amavisca? Seguimos dando unas patadas al balón.
¿Es entrenador?
-Sí, me convencieron de sacarme el título. He ejercido en categorías de formación, que a día de hoy es lo que más me gusta, más que competición. Trabajar con los chavales, corregirles, ver que progresan? Estamos tocando varios equipos a ver si pronto podemos hacerlo en algún sitio con más medios.
¿Ahora está en paro?
-Sí, pero mi vida está bien y tranquila en ese sentido. Tengo mis cuatro cositas de cuando jugamos al fútbol bien invertidas. Trabajo pero no trabajo, no sé cómo decirlo. Todo bien.
¿Se arrepiente de algo?
-Sí, pero no echo la vista atrás sólo para pensar en negativo. No soy ese tipo de personas, ni para el fútbol ni para nada. Siempre hacia delante. Nunca pienso: “Jopé, qué bien le va a este ahora y a mí no”. Cuando estuve en el Valencia con 21 años, yo ya tenía muchísima personalidad. Mis decisiones siempre las he tomado yo, incluso la de dejar el fútbol con 31: dije que se acabó y se acabó. Como a mí nadie me ha influido, nunca me lamento de lo que pudo o no pudo ser.
¿Cómo recuerda aquel día en que le quisieron los más grandes de Europa?
-Fue muy curioso. El verano de 1997 que llego al Alavés en Segunda División, un año espectacular que recuerdo tanto o más que el de la UEFA, venía de Pontevedra y me quería el Rayo. Allí estaban mi amigo Máximo Hernández y Fernando Zambrano. Pero el fichaje no se hizo y pensé en dejar el fútbol porque sólo veía posibilidades en Segunda B. Y volviendo a casa me llama mi representante y me dice que me quiere el Alavés. Yo quería dejar el fútbol y siete meses o así después, en febrero, estaba firmando por el Valencia. Fue un salto muy importante, lo que pasa es que luego en Valencia no estuve nada a gusto. Es más, del Valencia me fui yo. Nadie me echó. Me querían por mi progresión. Ranieri me decía que yo era el sustituto de Djukic. Allí había gente muy veterana, pero yo era muy impulsivo y quería jugar siempre. Eso de no jugar por ser joven a mí no me valía. Mané me quería para el Alavés pero me obligaron a irme al Villarreal. Allí estuve muy bien con Llaneza y Fernando Roig, pero mi idea era volver al Alavés.
Para elegir un equipo, los jugadores suelen ser profesionales y sólo miran el dinero o dónde pueden destacar más.
-Yo no. De hecho yo estando en el Alavés fui internacional, algo que sube mucho tu caché y pueden venir equipos más poderosos. Me podía haber movido seguro, y yo siempre dije, lo puedo jurar por mis hijas, que en Vitoria yo estaba super a gusto. Mi familia era feliz, yo era querido y valorado. ¿Dónde iba a estar mejor? Entre tener tres y tener cinco, para mi forma de vida no me preocupaba. Yo he jugado donde he querido. Donde no he querido no he estado.
¿Era de a los que le gustaba ser reconocido en la calle?
-En Vitoria yo vivía en la calle Dato y estaba con los aficionados. No soy el típico jugador que se va a vivir a las afueras. Soy de la calle, creo que siempre he sido una persona muy afable, tanto en mi estallido deportivo como cuando lo he dejado. ¿Antes se ganaba menos...?
-Sí, ahora parece que hay más dinero. Yo he ido mucho a ver entrenar al Getafe (la temporada pasada) cuando estaba Cosmin Contra y creo que el presupuesto en sueldos era de 24 millones de euros, a millón por jugador. En Getafe, que van 20 personas y son familiares. Me parece desmedido. Igual que en la época del Alavés hubo gente que se lucró mucho -como Gonzalo Antón, que chupó de nuestro éxito, y parte de su éxito-, no se ganaba ni por asomo lo que se gana ahora en equipos medianos y bajos.
¿Ahorró dinero? ¿Para qué lo utilizó?
-Pusimos un negocio de peluquerías y casas. No me considero un gestor. Yo soy segurolas. No necesito muchísimo para ser feliz. Mi vida es tranquila y controlada. Dejé el fútbol con 31 años, de forma muy prematura. No preparé mi salida, ni bien ni mal. Mi situación familiar era complicada; mi padre, mi madre y mi hermano dependían de mí. Puse negocios para que los llevaran ellos. Las peluquerías eran lo que más le gustaba a mi madre, para que se sintiese bien y estuviese ocupada después de todos los problemas que ha tenido en la vida. Yo, de peluquerías, lo justo: a máquina, si quieres. Luego no hemos invertido en nada más. Soy bastante miedica, no me gusta poner dinero, tener socios? Soy muy básico. Con el Ibex me pierdo.
¿Aprovechó bien los ahorros?
-Hemos ganado bien, sobre todo en el Alavés con el tema de premios. Luego hace falta invertirlo bien. El que gana un millón de euros en su carrera se puede arruinar igual que quien gana treinta. Creo que mi mujer y yo lo hemos hecho bien por nuestra forma de ser.
¿El fútbol le dejó de lado?
-Cuando dejo el fútbol, llega un punto en que lo aborrezco. Estuve cuatro años sin leer un periódico, no quería saber nada. Me animaron porque me saqué el curso de entrenadores en Las Rozas con ex jugadores como Caminero, De la Red, Patxi Ferreira? Volví a coger el gustillo.
¿Por qué saló tan pronto del fútbol?
-Por la movida de Piterman, cuando me enfrenté con él cara a cara. Y cuando te digo cara a cara, es que fue cara a cara, no en la prensa. Acabé muy saturado. Siempre había jugado y en un equipo como el Alavés siempre había sido cabeza de ratón. Cuando me quitaron ese rol, no me sentí a gusto.
¿Cómo fue el encontronazo?
-Fue después de un partido con el Getafe en el que perdimos 3-4. Empecé de lateral izquierdo y acabé de central. Te soy sincero: jugué un muy buen partido pese a encajar cuatro goles, no tuve culpa directa. Pero Piterman estaba obsesionado conmigo y estuvo tres semanas echándome las culpas. Llegó a la falta de respeto y yo por ahí no pasaba. Un día quise hablar con él y nos metimos en el vestuario visitante de Mendizorroza. Yo cerré la puerta y él me preguntó por qué. Le dije que porque no sabía cómo iba a acabar la reunión, si a puñetazos o no: “Mejor nos cerramos, nos damos diez minutos aquí y salimos los dos más suaves que un guante”. Además Piterman era un tío grande, un atleta. Decía que el Alavés era el juguete que se había comprado y que hacía lo que quería con él. Yo en esa reunión le dije que no quería hablar de fútbol con él porque no sabía. Le dije que era un torpe, un caprichoso y que si me había faltado al respeto yo le iba a faltar a su familia. Se apaciguó todo hasta mi salida.
¿Ha estudiado?
-Yo lo tenía muy claro: no quería estudiar. Yo ahora les digo a los chavales que tienen que sacar tiempo para estudiar y entrenarse, pero yo no quise y no me arrepiento.
Ha hecho sus pinitos como mecánico de coches...
-Estuve en el taller de un amigo mío. Los coches me fascinan y mientras jugaba no podía meterme de lleno en ver motores, desmontarlos... Tenía buenos coches, potentes, rápidos? Me he estrellado unas pocas veces y he salido ileso. ¡Hasta siete vueltas de campana y ni una uña rota, soy un fenómeno!
¿Cuál es el delantero al que más le ha costado defender?
-No lo suele contar pero Nihat me mató cuando yo jugaba en el Villarreal y él en la Real Sociedad. Iba siempre diez metros por delante, ese partido se me quedó marcado. Otro fue Recoba, del Inter de Milán.
¿Quién sería Téllez hoy?
-Un poco Varane pero con más agresividad. Nunca sería Piqué, por su forma de juego, y Sergio Ramos menos. Una referencia que tuve era Alkorta: intenso, agresivo, con calidad? O Berizzo, zurdo como yo.
¿Se hubiese llevado bien con Mourinho?
-No creo. Complicado.
¿La anécdota que le ha marcado?
-Hay una que nunca he contado. Me puse como un gallo, como un palomo hinchado. Tras la final de Dortmund contra el Liverpool, jugamos en Liga contra el Barça. Perdimos 0-1 pero jugamos muy bien. Recuerdo que yo jugué muy bien y Guardiola me dijo al oído: “Eres muy bueno”. Te lo juro por mis hijas.
¿Y la más graciosa?
-Hay una anécdota de la Selección muy importante. El otro día oí a Sergio Ramos decir que Iker Casillas es de puño cerrado y es verdad. Iker, me debes 5.000 pesetas de la pocha. Un día se lo dije y me respondió: “Yo no te debo nada”. Era en plan broma, pero era verdad, me debe 5.000 pesetas.
¿Pudo ir al Real Madrid?
-Me sé la historia más o menos entera. No llegamos a tener contacto, pero el club ofreció a un entrenador varios nombres y yo sé que el mío se puso en la mesa con cuatro o cinco más, porque sé quién lo llevó. Y hasta ahí. No rechacé al Madrid, no tuve la posibilidad. - DNA