Vitoria - El gran punto negro en el devenir del Deportivo Alavés en el primer tercio del curso hay que situarlo en el apartado disciplinario, ya que el conjunto vitoriano es el equipo de la Liga Adelante que más cartulinas amarillas y más tarjetas rojas ha recibido en los primeros catorce partidos de la temporada. La cifra de amonestaciones se eleva ya hasta las 57 -una media de 4,07 por partido- y ha sufrido siete expulsiones, una cada dos encuentros. Toda esta catarata de tarjetas ha propiciado la acumulación de diez partidos de suspensión en lo que va de curso y que se hayan terminado ya cuatro encuentros (Llagostera y Girona con nueve jugadores y Albacete y Elche con diez) en inferioridad numérica.

Las cifras, en lo negativo, son apabullantes. Y es evidente que hay que reflexionar para que la sangría no acabe pasando factura, pero también es evidente que en el mundillo de la Segunda División hay instalado un discurso que en nada beneficia, muy al contrario, los intereses del equipo vitoriano.

Y es que no son pocos los rivales que están jugando, a través de sus declaraciones públicas, la baza del historial de José Bordalás en la categoría de plata. De todos es sabido que los equipos a los que ha dirigido el técnico alicantino acumulan un expediente disciplinario extenso y ese factor se está aprovechando para señalar de antemano esa supuesta dureza del Alavés.

Y, si bien es cierto que el cuadro albiazul se está mostrando como un equipo que va fuerte y no elude el choque, no menos cierto es que la agresividad ha brillado por su ausencia -solo la roja a Guichón se sale de los parámetros- y que en no pocas ocasiones el rasero arbitral para con los dos contendientes ha sido bien distinto.

La mayoría de las tarjetas que está recibiendo este Glorioso se ajustan al reglamento, pero en sus mismos partidos está viendo que a los rivales no se les castiga con tanto celo, como si unos diesen patadas y otros caricias. - B. Mallo