Vitoria - Un auténtico polvorín con mechas encendidas rodeándolo por todos los costados. Eso es en lo que se ha convertido el Mallorca en los últimos meses. Y la explosión definitiva del próximo adversario del Deportivo Alavés se antoja cada vez más cercana. La entidad balear, que el sábado recibirá al Glorioso, se encuentra sumida en un absoluto caos institucional que, como no podía ser de otra manera, ha terminado trasladándose al terreno deportivo.
Desde la desaparición de Antonio Asensio, gran valedor del club durante muchos años, ha entrado en una espiral descendente que le ha conducido hasta el infierno en el que se encuentra actualmente y del que no encuentra caminos de salida. Porque cada nuevo capítulo de la triste historia que está protagonizando supone un golpe que le hunde cada vez un poco más.
Una situación económica insostenible con una espectacular deuda acumulada que le ha llevado a solicitar la entrada en concurso ha provocado que resulte imprescindible una ampliación de capital de gran calado para que la escuadra balear puede seguir manteniendo el hilo de vida que aún le resta. Pero es ahí cuando surge otro de los grandes problemas que le carcome las entrañas.
Y es que, emulando uno de los clásicos de la célebre serie House, bien podría decirse que el mal que le afecta al Mallorca es autoinmune. Porque son precisamente las luchas intestinas entre las diferentes facciones que desean hacerse con su control las que le han llevado al borde del precipicio. La lista de presidentes, accionistas mayoritarios, candidatos a comprar el club o consejeros delegados que han pasado por el club en los últimos tiempos es interminable y ello ha llevado a que el desgobierno campe a sus anchas. Como consecuencia, el equipo es colista de Segunda División con un pobre balance de dos puntos -como consecuencia de sendos empates y cinco derrotas- en las siete primeras jornadas del campeonato.
Un escenario desolador y del que debería tratar de sacar partido el Deportivo Alavés el próximo sábado. Sobre todo porque, lejos de acercarse a un mínimo remanso, la situación del conjunto bermellón se agrava por momentos. El hasta ahora último capítulo de este drama es la dimisión del director deportivo y consejero Dudu Aouate. El exguardameta israelí, que en su momento relizó una oferta para comprar el club y decidió situar en el banquillo a Valery Karpin despidiendo a Miquel Soler diez días antes del inicio de Liga, decidió bajarse del barco el domingo tras la nueva derrota encajada en Zaragoza. Dimitió de todos sus cargos y retiró su oferta. Mientras tanto, Serra Ferrer y los grupos empresariales que aspiran a dominar el accionariado continúan con una guerra que puede acabar con todos muertos.